El comienzo de un nuevo año calendario no trae sorpresas. Solo trae más de lo mismo. Una historia que se repite y que aburre. Sin el campo, sin el aporte del sector más dinámico y competitivo de la economía, nuestro querido país sigue siendo inviable. El resto de los sectores no ha sabido generarse siquiera un nivel de vida digno. En gran medida, se trata de industriales prebendarios e ineficientes, comerciantes y sectores de servicios incompetentes, políticos ineptos e inescrupulosos, sindicalistas tan absurdos como odiados.
También tenemos, en gran medida, economistas, periodistas y politólogos que no dan la talla, que no terminan de entender el significado de la frase "valor agregado" y continúan hablando del aporte de la "producción primaria" con desprecio.
No entienden que detrás de una tonelada de trigo, maíz o de soja hay
inversiones millonarias en genética y en biotecnología. Que gracias a esa
producción primaria se desarrollan industrias que sí son eficientes y servicios
que sí son competitivos. Que de allí derivan empresarios admirados a nivel
internacional, verdaderos "productos" de exportación.
Es fundamental entender que sin la creación de riqueza genuina y válida nunca se podrá combatir la pobreza con éxito. En fin, son decenas de años de una Argentina recurrente, inviable, sin imaginación. Desequilibrada en materia de esfuerzos y en materia de aportes a la economía por parte de los distintos sectores. Una verdadera pesadilla y una realidad que aburre y subleva. Algo patético.
En semejante contexto, el productor agrícola argentino se apresta a enfrentar un año complejo y difícil. Con políticas internas que nuevamente cargan sobre sus hombros a un Estado elefantiásico e intolerable, pero con recientes y muy generalizadas y abundantes lluvias tan justas como necesarias en gran parte de la pampa húmeda.
Mientras tanto, el mercado internacional plantea, en nuestra opinión, un
escenario interesante. La probabilidad de un creciente acuerdo entre EE.UU. y
China en lo que se refiere a la conocida guerra comercial ha comenzado a entonar
las cotizaciones de la soja en Chicago. No nos sorprende, toda vez que Donald
Trump va por su reelección en noviembre y "necesita" el voto de los farmers. No
es un tema menor.
A su vez, más temprano que tarde quedará en evidencia que el balance de oferta y demanda estadounidense de maíz y, particularmente, el de soja (verdadero termómetro de las cotizaciones en Chicago), es mucho más ajustado que el que la plaza venía "operando".
Así, en el segundo trimestre del presente año se sumará a esa realidad una producción sudamericana inferior a la del año anterior. Entre Brasil y la Argentina habrá que restar algo menos de 10 millones de toneladas a las exportaciones globales de maíz y recortes en soja, que también parecieran inevitables. De allí nuestra insistencia en recomendar la alternativa de efectivizar "basis" sobre Chicago como estrategia de cobertura para esta temporada.