Hoy el Estado se queda con el 60% de lo que produce la agricultura en su conjunto y en el caso de la soja un 67%.
Un productor de Soja en zona núcleo con estos máximos de derechos de exportación, está aportando U$S 122/tn, a un rendimiento de 45 qq/ha aporta U$S 550/hectárea en concepto de derechos de exportación (superior al costo de siembra de la misma). En el caso de un productor de Río Cuarto U$S 122/tn, a un rendimiento de 25 qq/ha aporta U$S 305/hectárea, ambos aportan al Estado al cabo de 23 Campañas el Valor total de sus Campos.
Los nuevos máximos harán sentir su peso e impactarán directamente en la productividad, ya que la capacidad de reinversión de frente a la próxima campaña será menor y los paquetes tecnológicos a invertir serán readecuados a la baja. Esto ya lo vimos, lo vivimos y lo sufrimos en nuestra historia reciente, estimar lo que se va a recaudar por un aumento de alícuota solamente pensando que la producción es una constante, y dicha medida no tendrá consecuencias en la producción, es un error de análisis garrafal.
Los Derechos de exportación destruyen la capacidad productiva, la generación de empleo, la capacidad de "Buffer" frente a situaciones climáticas adversas afectando la resiliencia del productor en una industria que es a cielo abierto.
El Estado ya no es un socio SOLO en las ganancias, distorsiona con los derechos de exportación también el precio pagado al productor en forma directa, lineal y con la misma intensidad, cualquiera sea el resultado económico de su proceso productivo, siendo los productores, justamente los más afectados.
Los impuestos regresivos si perduran en el tiempo provocan dos consecuencias sobre los productores, a corto plazo una baja en los niveles de producción, a largo plazo la salida del productor del sector, siendo "Un Juego de Suma Cero".
Con este nivel de Derechos de Exportación en 23 campañas, el Estado se lleva el equivalente al valor de tu campo.