El informe de Torre surgió como respuesta a las acusaciones que se hicieron en contra de la América del Sur en las últimas semanas. Primero por parte del presidente de Francia, Emmanuel Macron, cuando dijo que Brasil no cuida adecuadamente la Amazonia; y luego por la joven activista sueca, Greta Thunberg, que acusó a cinco países, entre ellos Argentina y Brasil, de inacción ante el calentamiento global.
Concretamente, Torre utilizó como base un sistema denominado “Ecological Footprint accounting”, diseñado en 1990 por dos investigadores de la Universidad de Columbia, que se traduce como “Contabilidad de la Huella Ecológica” y que mide la demanda y la oferta de recursos naturales en un determinado territorio (un país, un continente o el planeta entero).
Hay dos términos claves. El primero es la “huella ecológica” que mide los activos ecológicos que requiere una población determinada para producir los recursos naturales que consume y para absorber sus desechos, especialmente las emisiones de carbono. En cuanto a la oferta, se calcula la “biocapacidad”, que es la productividad de los activos ecológicos, tanto en su posibilidad de generar alimentos como de absorber desechos (C02).
Ambos conceptos se expresan en hectáreas globales; que son hectáreas estandarizadas comparables a nivel mundial con una productividad promedio mundial.
Así, si un país tiene una huella ecológica que excede su biocapacidad, se considera que tiene un “déficit ecológico” y termina satisfaciendo su demanda importando recursos, liquidando sus propios activos ecológicos (como la sobrepesca), y/o emitiendo dióxido de carbono excedente a la atmósfera.
Por el contrario, si la biocapacidad excede la huella, se considera una “Reserva Ecológica”. O por oposición al déficit, podría decirse que un “superávit”.
Las evaluaciones están actualizadas hasta 2012 y, en el caso de Argentina, indican que tiene una biocapacidad superior a su huella ecológica. “La población argentina casi se duplicó en los últimos 60 años y la oferta ecológica per cápita se redujo. Pero la huella se mantiene en torno a cuatro hectáreas globales”, indicó Torre.
Del mismo modo, Brasil tiene más recursos de los que consume, lejos de lo que expresan líderes europeos de que debería “cuidar su ecología” para poder ingresar al acuerdo UE-Mercosur.
Estas afirmaciones, en lo que se refiera a Argentina, coinciden con el alegato de la Dirección General de Asuntos Ambientales del Ministerio de Relaciones Exteriores, que cuestiona la conclusión a la que llegó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), de que el agro es el segundo emisor de carbono de la Argentina.
De acuerdo al IPCC, la producción agropecuaria es responsable del 39% de las emisiones de gases de efecto invernadero, siendo la ganadería la actividad con mayor incidencia en el resultado final.
Desde la Dirección de Asuntos Ambientales se afirma que la medición solo toma en cuenta las emisiones, y que deja de lado un aspecto clave: no contempla el secuestro de carbono que hace la producción agropecuaria nacional.
Fuente: Agendar