Introducción
Entre los factores que están influyendo en las cotizaciones, sin dudas debe mencionarse la denominada Guerra Comercial entre las principales economías del mundo, que dio inicio el año pasado con la imposición por parte de Estados Unidos de aranceles a sus importaciones de acero y aluminio provenientes de China, y siguió con la decisión del gigante asiático de imponer como represalia un arancel del 25% a sus compras de soja americana, entre otros productos agroindustriales.
Pero en el último tiempo, ha irrumpido con fuerza un segundo factor de incertidumbre, que viene a complejizar aún más la situación en la que se encuentra el mercado internacional de estos productos. Se trata de la Peste Porcina Africana, que está afectando negativamente la producción de cerdos en China, principal fuente de demanda de harina de soja en ese país. El panorama se completa con el retraso que está sufriendo la siembra de maíz en EE.UU. debido a condiciones climáticas adversas, y la posibilidad de que parte de esta superficie pase finalmente a engrosar el área destinada al cultivo de soja.
El descenso de los precios internacionales, así como los cambios en los flujos comerciales globales generados por estos acontecimientos, configuran una serie de renovados desafíos para las cadenas agroindustriales argentinas, al tiempo que abren algunas ventanas de oportunidad en el corto plazo. Dada la importancia del sector para el crecimiento de la economía y la generación de divisas, los impactos de este nuevo escenario mundial adquieren para nuestro país significativa importancia, y nos invitan a repensar las decisiones adoptadas en materia de política agropecuaria.
Continuando con la línea de estudio desarrollada en el documento “El Arte de la Guerra Comercial: implicancias para la agroindustria argentina de una escalada del proteccionismo” publicado por la Fundación INAI en julio pasado , el objetivo de este trabajo es analizar los efectos de la Peste Porcina Africana sobre el mercado mundial y la agroindustria argentina en particular, utilizando herramientas cuantitativas de simulación de impacto.
Peste Porcina Africana
El virus de la Peste Porcina Africana (PPA) constituye una enfermedad altamente conta-giosa, con tasas de mortalidad cercanas al 100% en los cerdos domésticos. Si bien el virus no causa enfermedad en los seres humanos, si tiene un significativo impacto económico, especialmente si se considera que, al detectarse la enfermedad en un animal, toda la piara debe ser sacrificada.
La enfermedad se reconoció por primera vez en áfrica a principios del siglo XX, aunque en 1957 se observó en Europa Occidental y, más recientemente, en Europa del Este. El principal foco de atención en la actualidad es China, país que se encuentra luchando contra la enfermedad desde agosto de 2018, cuando el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales confirmó el primer brote del virus en cuatro casos. A pesar de los controles implementados, 129 nuevos brotes fueron observados hasta el 9 de mayo, y más de un millón de animales fueron sacrificados .
China es el mayor productor y consumidor de cerdo del mundo. Con una producción que supera las 54 millones de toneladas, representó en 2017 el 48% del total mundial, el doble que la Unión Europea y cuatro veces más que EE.UU. En dicho año consumió 56 millones de toneladas, requiriendo importaciones por 1,6 millones, de manera que es también el principal importador de esta carne (un 20% del mercado internacional), por encima de otros grandes compradores como Japón (19%) y México (14%) . Por otro lado, la carne porcina representa una parte importante de la ingesta de proteína de origen animal, unos 30 kgs per cápita, ubicándose en segundo lugar luego de los 43 kgs que representa el pescado.
Sin embargo, el fenómeno no se limita a China. La expansión del virus es tal que se han informado brotes en países vecinos: en enero de este año en Mongolia (11 brotes con 3.115 animales sacrificados), en febrero en Vietnam (89.600 sacrificados) y en abril en Camboya (2.400 cerdos).
Una de las principales causas de esta gran velocidad de contagio fue la utilización de residuos de carne portadora de la enfermedad para alimentar a los cerdos vivos, sumado a que se trata de una enfermedad difícil de manejar, dado que el virus es resistente y no existe aún una vacuna. De ese modo, la posibilidad de mayores daños se encuentra latente.
Producción porcina
Más allá del impacto ya observado sobre el mercado chino de carne porcina, proyectar lo que ocurrirá hacia adelante es complejo, y depende de la efectividad que tengan las medidas implementadas. Existen versiones que indican que China podría estar subestimando la gravedad de la situación, principalmente por falta de aviso a las autoridades por parte de los productores .
Además de la contracción por el lado de la oferta, han aparecido dudas de los consumidores con respecto a la inocuidad de la carne, a pesar de que la enfermedad no afecta a los humanos. Aún así, existiría una demanda insatisfecha en China que no sería fácil de reemplazar con importaciones debido a los grandes volúmenes implicados. La situación es más compleja si se considera que las compras desde EE.UU., el 2do exportador después de la UE, enfrenta aranceles adicionales producto de la mencionada guerra comercial. A pesar de esto, el precio mayorista de la carne de cerdo en EE.UU. se incrementó en abril un 16% con respecto al mes anterior y un 23% con respecto al año anterior .
Entre las visiones más pesimistas, el Rabobank estima que la epidemia podría implicar una caída de 30% de la producción de cerdo en relación al 2018, alrededor de 15 millones de toneladas. Su investigación prevé un incremento de las importaciones que alcanzarían 4 millones de toneladas, así como también un incremento en el consumo de carne aviar. En cambio, la visión del USDA es algo más moderada, proyectando para 2019 una caída en la producción de cerdo de China de 10%, con un 40% de incremento de las importaciones.
Efectos
La diversidad de opiniones sobre lo que ocurriría con la producción de carne de cerdo no es casual, dado que deviene de los riesgos vinculados a una enfermedad que puede expandirse rápidamente. De este modo, se definieron para este trabajo tres escenarios (“bajo”, “medio” y “alto”), que incluyen impactos que limitan la producción porcina en China en 10%, 20% y 30%, con respecto a un año “normal”. Con el fin de modelar la expansión del virus a otros países, se asumió un 5% de impacto en Vietnam y el resto del Sudeste Asiático. Finalmente, se asumió una retracción en la demanda en China de 5%, 10% y 15% para los escenarios bajo, medio y alto, respectivamente, como consecuencia de las preocu¬paciones sobre la inocuidad del alimento (el impacto en el consumo, sin embargo, sería aún mayor dado que se eleva el precio del producto para el consumidor final).
Con el fin de analizar estos escenarios, se recurrió al modelo de proyección de la Fundación INAI , que permite considerar las interacciones de estos mercados con los de cereales y oleaginosas, tanto en los principales países productores como consumidores. Dado que el modelo analiza cada campaña agrícola como un todo, el shock se aplicó sobre la campaña 2019/2020, de manera que se debe interpretar como un análisis de corto-mediano plazo, con impactos en precios más moderados que los que se verían, por ejemplo, semana a semana en los mercados de commodities.
Como se observa en la Tabla 1, los tres escenarios representan shocks de importancia en el mercado de carne porcina en China, con importaciones entre 745 mil y 4,7 millones de toneladas más que en un año de referencia considerado “normal”. Las variaciones entre escenarios, sin embargo, son significativas.
Adicionalmente, parte del consumo no satisfecho de cerdo se podría desviar hacia otras carnes, rondando las 600 mil toneladas de carne bovina importada en el escenario central, y 375 mil toneladas de carne aviar. Se estima que podría incrementarse también la demanda de productos de la pesca y acuacultura, pero ello queda fuera del alcance de la simulación actual.
Evidentemente, de alcanzar el shock esta magnitud, se deberían esperar interacciones significativas más allá del mercado de carnes, impactando también en la demanda de harinas proteicas y granos de uso forrajero. Esto se puede observar en la Tabla 2, donde la demanda tanto de maíz como de harina de soja se ve fuertemente afectada en China, al punto de requerirse 17 millones de toneladas menos en el escenario medio del cereal, y 7 toneladas menos de harinas de soja.
Esto se traslada en caídas de las importaciones de maíz, que incluso pueden convertirse en exportaciones por parte de China en los escenarios más extremos. Esto ocurre porque se asume que no existen cambios en la política de comercialización China, pero en la práctica podría incrementar sus compras públicas, desacelerando la baja de stocks, o bien aumentar la producción de etanol de maíz.
Similarmente, las importaciones de poroto de soja podrían disminuir en alrededor de 9 millones de toneladas en el escenario central. Estos efectos sobre las importaciones se suman a los resultantes de la retracción de la demanda china debido a los aranceles impuestos en el marco de la guerra comercial.
Los precios de exportación que enfrenta Argentina no salen ilesos en este contexto. Como se ve en la Tabla 3, la carne de cerdo podría incrementarse respecto del escenario de base entre 2% y 13%, y entre 0,3% y 1% para la carne bovina . Por otro lado, el maíz podría alcanzar una baja de 5% en el caso de más impacto, un 10% para la soja y un 13% para la harina de soja.
La Tabla 4 muestra, por otro lado, los movimientos en las exportaciones argentinas. El poroto de soja es el más afectado, con caídas que podrían superar las 3 millones de toneladas, seguido de la harina de soja, con más de 300 mil toneladas de impacto.
Guerra comercial
Como se mencionó, los efectos descriptos sobre los mercados de granos no se dan en un contexto aislado, sino que se suman a la volatilidad generada por el fenómeno que se ha denominado como “guerra comercial”, conflicto que tiene múltiples causas pero que se suele vincular a la necesidad de EE.UU. de reequilibrar su balanza comercial con China (y el resto del mundo), reduciendo el déficit existente.
Ello derivó en la aplicación de aranceles adicionales por parte de EE.UU. a productos chinos (y, en menor medida, de otros orígenes) que fueron rápidamente respondidos por el país asiático con incrementos de impuestos similares a productos de origen estadounidense. Se destaca el derecho adicional de 25% aplicado al poroto de soja por su gran impacto, pero también cabe mencionar la carne de cerdo, entre otros productos afectados por las medidas.
De hecho, el actual contexto con guerra comercial y gripe porcina llevó al Departamento de Agricultura de EE.UU. a ajustar su proyección de importaciones chinas de poroto de soja en 17 millones de toneladas (de 103 a 86 millones) para 2018/2019.
La imposición del arancel a la soja estadounidense no sólo prácticamente paralizo las importaciones desde ese origen y disminuyó las compras totales chinas de poroto presionando las cotizaciones a la baja. Por la estructura del mercado mundial, genera una prima en favor de los precios de la soja proveniente de Argentina y Brasil, que se ubican por encima de la soja de EE.UU.
Al disminuir, de esta manera, los márgenes de molienda en Sudamérica y aumentarlos en EE.UU., la medida afecta negativamente la industrialización del poroto al interno de Argentina. Según un trabajo de la Bolsa de Cereales y la Fundación INAI, la molienda de soja podría ubicarse esta campaña en niveles históricamente bajos, en torno a las 38 millones de toneladas, al tiempo que aumentarían en contrapartida las exportaciones de poroto sin procesar .
La situación, lejos de haberse resuelto, acumuló nuevas medidas. El 10 de mayo se activó un incremento de aranceles por parte de EE.UU., a lo que China reaccionó anunciando aumentos similares a una serie de productos que se aplicará a partir del 1ro de junio. Adicionalmente, Donald Trump anunció un programa de ayuda a los productores agrícolas de su país por 15 mil millones de dólares, superior a los 12 mil millones otorgados en 2018.
Existen analistas que interpretan que la situación China podría implicar un balanceo favorable hacia EE.UU. en la disputa comercial . El argumento es que los precios más altos de cerdo que enfrentarían los consumidores chinos incrementarían la presión política de llegar a un acuerdo, especialmente al considerar que se trata de un producto con impacto relativamente elevado en el costo de la canasta de consumo. Sin embargo, el mapa es más complejo, dado que también resulta afectada la demanda china de porotos de soja, y existe además el riesgo de que la enfermedad llegue a EE.UU.
Como se observó aquí, los alcances no se limitan solamente a China. De hecho, los precios argentinos de exportación son perjudicados para el caso del maíz y la soja. Podrían existir, por otro lado, algunas oportunidades para las exportaciones de carnes argentinas.
Comentarios finales
En el presente documento se analizaron tres escenarios, pero existen al menos dos dimensiones que multiplicarían el abanico de posibilidades. La primera deviene del hecho de que no se analizó la evolución de la enfermedad en el tiempo. Una vez controlada la PPA, podrían pasar años hasta que China recobre su producción, y distintos ritmos implicarían distintas ventanas de oportunidades y perjuicios. La segunda es consecuencia de los posibles caminos que pueden recorrer las negociaciones de la llamada guerra comercial. En este trabajo se asumió que los aranceles aplicados por China continúan en vigor tanto para soja como para cerdos. Pero esta es sólo una de las múltiples posibilidades.
Surge la pregunta sobre cómo debería posicionarse Argentina en este contexto. De acuerdo a estimaciones de la Bolsa de Cereales, el nuevo escenario de precios bajos tiene impactos sobre la contribución del sector agroindustrial a la economía del 2019. El Valor Bruto de Producción de las 6 principales cadenas agrícolas (Soja, Maíz, Trigo, Girasol, Sorgo y Cebada) registraría una caída de más de 2.300 millones de dólares, y el valor de exportaciones disminuiría en 1.344 millones, respecto de las estimaciones de inicio de campaña.
A la luz de estos resultados, parece necesario revisar las decisiones en materia de derechos de exportación adoptadas a principios de septiembre de 2018.
Si bien estos precios no tendrán efectos sobre el área y las cantidades de grano producidas para la campaña actual 2018/19, las señales de alarma se encienden para la nueva campaña agrícola en Argentina, que está dando inicio en estos momentos con la siembra de cultivos de invierno (trigo y cebada). Los menores precios internacionales, en combinación con el aumento en las alícuotas de derechos de exportación, resultan en una importante disminución de los precios domésticos y los márgenes al productor en comparación con campañas anteriores.
Luego de la eliminación de restricciones a las exportaciones y la disminución de los derechos de exportación a fines de 2015, la Argentina experimentó tres campañas consecutivas con un significativo crecimiento del área sembrada y la inversión en tecnología por hectárea. Con los márgenes actuales, esta tendencia se verá afectada durante el nuevo ciclo productivo.
Asimismo, la eliminación del diferencial arancelario entre el poroto y los sub-productos de la molienda de soja (aceite y harina) no hace más que agravar los efectos negativos de la Guerra Comercial sobre el crushing local, principal fuente de exportaciones del país.
Finalmente, en cuanto a las oportunidades que pueden abrirse en el corto plazo, especialmente en las exportaciones de carnes, Argentina debería aprovechar la coyuntura favorable para consolidar el acceso a los mercados asiáticos hacia el largo plazo. La reciente apertura del mercado de carne de cerdo argentina en China es un interesante avance en este sentido.