A veces, las palabras no significan nada. Otras veces significan mucho.
Consignemos entonces algunas palabras potencialmente dramáticas. Es habitual en
los tribunales escuchar la referencia a una eventual participación de sicarios
en el caso que involucra al fiscal Carlos Stornelli . De sicarios que atentarían
contra la vida de Stornelli o del juez Claudio Bonadio . Tal vez lo que está
viviendo Stornelli se trate solo de otra operación típicamente kirchnerista de
distracción para tapar lo que realmente le importa. Es cierto, sin embargo, que
el mundo de la Justicia Federal (y sobre todo el de los fiscales) recuerda que
otro fiscal, Alberto Nisman , fue asesinado -según la conclusión de la Justicia
argentina- poco después de hacer una explosiva denuncia contra la entonces
presidenta Cristina Kirchner . Stornelli soportó en los últimos días, como
Nisman en su momento, la exposición pública de su vida, de su hijo, de su
exesposa y de su actual pareja. La campaña contra Stornelli es parecida a la de
Nisman también cuando acusan al fiscal de la causa de los cuadernos de
participar de una vasta e increíble operación internacional para desestabilizar
a Cristina. Hay cierta historia en esa analogía.
El kirchnerismo llegó al extremo de crear una causa penal artificial y vacía
contra los dueños de Papel Prensa, que son los dos principales diarios
independientes del país, nada menos que por inexistentes delitos de lesa
humanidad. El juez Julián Ercolini la cerró porque en la causa no había nada.
Sabemos, entonces, que ese sector político se vale de cualquier recurso cuando
se cree acorralado. Cristina Kirchner volvió, por ejemplo, a exponer a su hija
solo para sacar rédito electoral. Es cierto que Florencia Kirchner es la que en
peor situación judicial está entre los miembros de la exfamilia presidencial
porque es la única que no tiene fueros. Es probable, como dice su madre, que
esté atravesando por un exceso de estrés, pero fueron sus padres los que la
expusieron cuando la nombraron en el directorio de empresas creadas para lavar
dinero. Su madre le entregó casi cinco millones de dólares que Florencia
Kirchner guardó en una caja de seguridad de un banco hasta que la Justicia los
encontró. Adujeron que era parte de la herencia del padre muerto. Otra pregunta
es necesaria entonces: ¿de dónde sacó Néstor Kirchner semejante fortuna, que es
solo una parte porque tiene dos herederos más? ¿De dónde, si él fue un abogado
de pueblo hasta que en 1987 se dedicó a la función pública como intendente,
gobernador y presidente? No son Bonadio ni Macri los responsables de las
desventuras de Florencia Kirchner y mucho menos de que esta haya sido expuesta
en las redes sociales como lo fue. Esto lo hizo su madre en un acto tan político
como teatral.
.
Una certeza que se instaló en la Justicia es que el kirchnerismo (llámese
Cristina o Julio De Vido o Roberto Baratta) cuenta con importantes recursos en
efectivo. Uno de los abogados de Cristina habría cobrado siete millones de
dólares de honorarios por su defensa. Tanto Carolina Pochetti, la viuda del
exsecretario privado de Kirchner, Daniel Muñoz , como el histórico contador de
la familia Kirchner, Víctor Manzanares, aseguraron ante la Justicia que el juez
Luis Rodríguez recibió entre ocho y diez millones de dólares para cerrar una
causa por enriquecimiento ilícito. Muchos de los que participaron en la
operación que lideró Marcelo DAlessio pertenecieron a los servicios de
inteligencia comandados por Oscar Parrilli y César Milani. No son fanáticos del
cristinismo, sino profesionales. El trabajo que hacen también cuesta mucho
dinero.
Cristina Kirchner sigue teniendo, a pesar de todo, privilegios propios de los
que integran una casta superior. La Justicia le permitió viajar al exterior a
pesar de que tiene dos pedidos de prisión preventiva, uno de ellos confirmado
por la Corte Suprema cuando este tribunal se negó a tratar una apelación de la
expresidenta. No está en prisión solo porque la protegen los fueros. No hay
muchos casos en la historia (si es que hay otros) en los que un procesado con
prisión preventiva haya sido autorizado a salir del país. El juez federal de
Dolores, Alejo Ramos Padilla, está muy cerca del cristinismo. Hizo de los chats
y audios de un mitómano, DAlessio, un alegato contra Stornelli, y ventiló esa
causa en una comisión de la Cámara de Diputados. Si Bonadio hubiera llevado la
causa de los cuadernos a una sesión pública en el Congreso ya lo habrían
apartado de esa investigación por prejuzgamiento y manifiesta parcialidad.
Bonadio no lo haría jamás. Es un juez clásico, no un militante. Solo el viernes
el Gobierno decidió pedir el juicio político de Ramos Padilla. Era hora.
La comisión a la que fue Ramos Padilla es la de Libertad de Prensa y la preside el hipercristinista Leopoldo Moreau. Decir al mismo tiempo libertad de prensa y Moreau es más que una contradicción; es un oxímoron. Diputados macristas y del peronismo alternativo son responsables de que una comisión significativa para la existencia de las libertades públicas haya caído en semejantes manos. La función esencial de las comisiones es más importante que el equilibrio de fuerzas parlamentario. Lo único que tiene Ramos Padilla son las mentiras constantes de DAlessio y sus atajos para dejar supuesta constancia de inverosímiles complicidades. Son habituales en sus chats, por ejemplo, que hable de cosas que hizo con el agregado "como me dijiste". Lo hizo con Stornelli y también con la diputada de la Coalición Cívica Paula Oliveto. Ni Stornelli ni Oliveto le habían dicho nada. No hay constancia de ello. Ni tampoco respondieron esos mensajes.
Ramos Padilla ni siquiera tuvo en cuenta dos datos por lo menos llamativos. Todo comenzó cuando DAlessio le dijo al empresario agropecuario Pedro Etchebest que Stornelli pedía 300.000 dólares para sacarlo de la causa de los cuadernos. No solo Etchebest no figuró nunca en esa causa, sino que DAlessio y Etchebest llegaron juntos a Pinamar, donde se hizo la ficcional extorsión, y se fueron también juntos. Extorsionado y extorsionador andaban en alegre excursión veraniega por las playas. El otro caso es el del venezolano Gonzalo Drusa Dovat, un exfuncionario de Pdvsa en la Argentina, quien, según Ramos Padilla, también fue extorsionado por DAlessio y Stornelli. La verdad es otra. DAlessio le prometió a Stornelli que le llevaría un arrepentido de Pdvsa. Drusa Dovat no fue nunca un arrepentido, porque Stornelli no lo aceptó como tal. Fue un denunciante, que es otra cosa. Así figura en la denuncia que hizo en la Justicia y que fue firmada por el fiscal Franco Piccardi, no por Stornelli. Esa denuncia fue sorteada por fuera de la causa de los cuadernos.
DAlessio se presentaba como agente de la DEA, la agencia norteamericana dedicada a la lucha contra el narcotráfico. El jueves pasado la embajada norteamericana lo desmintió otra vez, ya formalmente. DAlessio hizo una denuncia ante Stornelli, pero no como agente de la DEA, sino como exfuncionario de Enarsa en tiempos de Cristina Kirchner. Lo único cierto en la historia de DAlessio es que fue funcionario de la expresidenta. Cristina, Ramos Padilla y Moreau tomaron las mentiras de DAlessio sobre su pertenencia a la DEA para contar una conspiración internacional que incluye -cómo no- al gobierno norteamericano. Al mismo tiempo, Cristina decidió poner a su hija en manos de médicos cubanos como una profesión de fe revolucionaria. La medicina argentina, sobre todo a la que Cristina y su hija pueden acceder, es mucho mejor que la cubana. Valía el mensaje más que la salud de Florencia Kirchner. ¿Quién usa a quién?