Con un crecimiento sostenido de las exportaciones –se pasó de 16.000 toneladas en 2009 a 166.700 toneladas en 2017–, la producción de garbanzo se afianzó en la Argentina. Si bien su cultivo estaba concentrado en el noroeste argentino –Salta, Jujuy y Tucumán–, en los últimos años, se consolidó en el centro-norte de Córdoba con una cosecha cercana al 50 % del total producido.
“El protagonismo que logró Córdoba en la producción de garbanzos se debe a la alta calidad de los granos cosechados y a las condiciones ambientales menos favorables para la ocurrencia de epifitias de rabia del garbanzo”, expresó Silvina Pastor, especialista en micología del Instituto de Patología Vegetal (IPAVE) del INTA.
Provocada por el hongo Ascochyta rabiei, la rabia del garbanzo es la enfermedad más limitante para el cultivo. “Los productores enfocan sus esfuerzos en limitar el desarrollo de rabia, lo que es correcto ya que esta puede provocar pérdidas del 5 a 100 %”, señaló Juan Edwards Molina, especialista en protección de cultivos y epidemiología de ese instituto, y agregó: “Para esto, recomendamos complementar varias técnicas de manejo como sembrar semillas sanas, incluir gramíneas en la rotación y aplicar fungicidas”.
Con temperaturas medias por debajo de la normal, una mayor cantidad de días con heladas en relación a la serie histórica y escasas precipitaciones, las condiciones meteorológicas del invierno 2018 fueron atípicas y desfavorables para el desarrollo normal del cultivo de garbanzo.
“Esta combinación de variables llevó a que las plantas sufran estrés abiótico y un posible efecto residual de los herbicidas aplicados en los cultivos antecesores, que no fueron incorporados a la solución del suelo por falta de precipitaciones”, describió Edwards Molina.
De acuerdo con Pastor, “se observaron –tanto en Córdoba como en el NOA– numerosos lotes con plantas que presentaban clorosis, escaso desarrollo y, en casos más avanzados, necrosis y muerte total”. Y agregó: “Denominamos a esta anomalía como ‘Amarillamiento’”.
Debido a que este cuadro sintomático puede confundirse con diversos agentes bióticos, tales como el virus Bean leaf roll virus (BLRV) o el Alfalfa mosaic virus (AMV) u hongos como Fusarium o Rhizoctonia,el equipo de investigadores del IPAVE inició una serie de estudios para determinar cuáles son los agentes causales de esta anomalía que afecta el crecimiento y la productividad de la planta.
“Detecciones cualitativas realizadas en tres localidades de Salta, Tucumán y Santiago del Estero, nos permitieron confirmar la presencia de Fusarium y, por primera vez en el país, corroboramos la presencia de BLRV en el cultivo de garbanzo”, afirmó Patricia Rodríguez Pardina, especialista en virología del IPAVE.
Relevamientos realizados en lotes productivos, ubicados en Jesús María –Córdoba–, permitieron detectar Amarillamiento en alrededor del 60 % del total de plantas. “De estas, un 35 % presentaban el tejido vascular (médula de base del tallo) necrosado, un 20 % estaban infectadas con el virus BLRV y el 75 % de los ejemplares tenía Fusarium, inclusive en plantas visualmente sanas”, detalló Pastor.
Como parte del estudio, los investigadores aislaron a partir de los tejidos afectados, además de Fusarium, también Rhizoctonia y nemátodos, en menor frecuencia. “Esto demuestra la complejidad de la etiología de la enfermedad”, manifestó Pastor.
En este sentido, empresas productoras de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y de la región centro-norte de Córdoba, junto con investigadores del IPAVE, el Instituto de Investigación Animal del Chaco Semiárido (IIACS) y las Experimentales de Salta y Pergamino realizan estudios exploratorios para determinar los agentes causales.
Para abordar esta nueva problemática sanitaria del garbanzo en la Argentina, el equipo de investigadores del INTA logró constituir un sólido equipo de trabajo con el objetivo de desarrollar investigaciones que profundicen en su conocimiento y manejo.