Hermetismo, señales auspiciosas y un comunicado oficial
de la Casa Blanca sobre la "altamente exitosa reunión". La
esperadísima "cumbre dentro de la cumbre" en Buenos Aires
entre el presidente norteamericano, Donald Trump, y su par
chino, Xi Jinping, mantuvo anoche al mundo expectante, con
poca información, pero con gestos concretos que marcaron una
tregua en la guerra comercial entre Washington y Pekín.
Tras el cierre de la Cumbre de Líderes del G-20, las miradas del mundo recayeron en el "G-2", la cena de trabajo de Trump y Xi y sus funcionarios en el Palacio Duhau, a la cual llegaron ayer por la tarde envueltos en una enorme expectativa, presionados por zanjar sus diferencias y llevar calma a la economía global. El encuentro se extendió un poco más de lo previsto, más allá de las dos horas.
Anoche, la Casa Blanca informó que en una "altamente exitosa reunión" Trump acordó que "el 1° de enero de 2019 dejará los aranceles de 200.000 millones de dólares en productos a una tasa del 10% y no los elevará al 25% en ese momento". Además, en el mismo comunicado señaló que China aceptó aumentar importaciones para bajar el déficit comercial.
"Esta fue una reunión asombrosa y productiva con posibilidades ilimitadas
tanto para Estados Unidos como para China. Es un gran honor trabajar con el
presidente Xi", dijo Trump, según la nota oficial.
Apenas terminó la cena, Trump partió junto a su comitiva al Aeropuerto de
Ezeiza para abordar el Air Force One de regreso a Washington, sin hacer
declaraciones. La primera señal la ofreció su principal asesor económico,
Larry Kudlow, que dijo, al abordar, que la cena había ido "muy bien".
Los gestos auspiciosos se habían apilado ya antes del comienzo de la cena. Luego de sentarse a la mesa y quedar frente a frente, Trump había destacado su relación "especial" con Xi.
"Discutiremos sobre comercio, y creo que en algún momento vamos a terminar por hacer algo que sea genial para China y para Estado Unidos", había señalado el mandatario republicano.
Trump le agradeció a Xi sus palabras por la muerte del expresidente George H. W. Bush. Xi dijo que se sentía "muy apenado" por el fallecimiento del patriarca de la histórica familia norteamericana.
"Solo con la cooperación entre nosotros podemos servir el interés de la paz y la prosperidad", indicó el líder chino.
Washington y Pekín están enfrascados en una puja por el título de primera
potencial global y en una guerra comercial que había sido desatada por Trump
cuando impuso aranceles a las compras de Estados Unidos de acero y aluminio,
que luego amplió a otros productos por un total de unos 250.000 millones de
dólares. Trump había amenazado luego con imponer más impuestos a
importaciones por otros 267.000 millones de dólares, una movida que hubiera
terminado por gravar todas las compras al gigante asiático.
China respondió con la misma moneda, al imponer tarifas sobre las
importaciones desde Estados Unidos por unos 60.000 millones de dólares.
El gigante asiático siempre fue el principal blanco del giro proteccionista que impuso Trump en la política exterior de Estados Unidos. El país es uno de los principales socios comerciales de la primera potencia global, y acumula desde hace años un amplio superávit comercial en la compra y venta de productos.
En 2017, Estados Unidos registró un rojo de 375.000 millones de dólares, que se ampliará casi con certeza este año. Trump tiene la teoría de que los déficits comerciales son malos para la economía norteamericana, una conclusión discutida por algunos miembros de su gobierno.
La puja entre ambos países ha mantenido en vilo al planeta por el impacto que puede llegar a tener sobre la economía global. Ambos gobiernos nunca cortaron el diálogo, y han intentado llegar a un acuerdo. La cena entre Trump y Xi se presentaba como la mejor oportunidad para lograr un quiebre en esas negociaciones o, al menos, poner una pausa en los roces.
Trump llevó a sus más estrechos colaboradores. Estuvieron con él el secretario de Estado, Mike Pompeo; el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin; su jefe de Gabinete, John Kelly; su principal negociador comercial, Robert Lighthizer; su asesor nacional de Seguridad, John Bolton; su asesor y yerno, Jared Kushner; su principal asesor económico, Larry Kudlow, y Peter Navarro, el arquitecto proteccionista de su gobierno.
Xi concurrió con una delegación "espejo", en la cual estaban, entre otros, su ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi; su ministro de Comercio, Zhong Shan, y el embajador de China en Estados Unidos, Cui Tiankai. No hubo una sola mujer sentada en la mesa principal. Las únicas en la sala fueron las traductoras detrás de ambos mandatarios.
La cena tuvo sabor argentino. El plato principal fue un vacío wagyu a la plancha con cebollas coloradas, ricota de cabra y dátiles, y se sirvieron dos vinos mendocinos de la Bodega Catena: Nicolás Catena Zapata Malbec, cosecha 2014, y Adrianna Vineyard White Stones Chardonnay, cosecha 2009. Todo terminó con un aplauso, según publicó el diario South China Morning Post. Un gesto para coronar la tregua forjada en Buenos Aires entre Washington y Pekín.
Una disputa de impacto global
¿Cuál es la raíz del conflicto?
Durante la campaña electoral, Donald Trump señaló a China como el principal enemigo de la economía norteamericana. El déficit comercial en contra de Estados Unidos es de 372.000 millones de dólares.
¿Cómo empezó la guerra?
En julio, Trump comenzó a aplicar aranceles a los productos chinos, especialmente los tecnológicos. Esos aranceles ya suman 250.000 millones de dólares, y podrían llegar a 267.000 millones el año próximo.
¿Cuál fue la respuesta china?
Pekín contestó con aranceles de 60.000 millones de dólares que afectan en particular a los productos del sector agrícola norteamericano, donde Trump tiene una de las bases electorales más fuertes.
¿Qué hay detrás de la pelea?
Las proyecciones indican que China superará a Estados Unidos como la principal potencia económica mundial hacia el año 2030. Y tanto Trump como Xi son líderes fuertes y nacionalistas, muy atentos a las cuestiones de liderazgo.
¿Qué consecuencias tendrá?
La guerra comercial es para muchos la principal amenaza que enfrenta la expansión que mostró la economía global en los últimos años. De hecho, ya hay signos de desaceleración preocupantes y la pelea afecta sobre todo a los países emergentes como la Argentina.