Mediante la visita oficial a la Feria China Internacional Import Expo (CIIE), en Shanghái, el gobierno argentino platicó sobre la posibilidad de llevar adelante un sistema más ágil para la aprobación de plantas cárnicas para la exportación, especialmente sobre la habilitación de 20 plantas de harina de soja, que están siendo analizadas. Según informa Clarín y Alejandro Fried, también se habló sobre el ingreso de otros productos como el trigo, el sorgo, la nuez pecan y los limones.
Dicha decisión política de apertura y acceso a mercados internacionales, la cual se lleva adelante hace más de dos años, tiene una importancia estratégica esencial para la producción agroalimentaria de nuestro país.
A su vez, también la tiene para un cultivo muchas veces relegado, como el caso del sorgo, un cultivo histórico en la Argentina y que merece una consideración diferente de parte de los productores, proveedores, procesadores, consumidores y decisores de política pública. Actualmente se siembran 640 mil hectáreas y la producción es de 3,15 millones de toneladas. Diversos factores fueron afectando al sorgo, como la competencia de otros cultivos, cuestiones climáticas, los mercados internacionales (el principal destino de esta producción), la disponibilidad de genética y nuevas tecnologías, por nombrar sólo algunos.
Por otra parte, en el mundo la demanda luce renovada bajo el impulso y promoción que llevan adelante los grandes productores de sorgo: Estados Unidos y Australia. De acuerdo con cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) se estima comercializar 6,5 millones de toneladas de sorgo a nivel mundial en la campaña 2018/19, de las cuales Estados Unidos exportará 4 millones de toneladas, Australia, 1,5 millones, y Argentina, tercer exportador mundial, 500 mil toneladas. Por el lado de las importaciones, China será el principal destino (a pesar de una drástica reducción, a la mitad) con compras por 2 millones de toneladas, y México adquirirá 1,5 millones de toneladas más. El resto se distribuye entre la Unión Europea, Japón, Sudán y Chile, entre los más relevantes.
En cuando a sus usos finales, estos son muy variados. Ya que van desde el consumo animal, humano, la producción de forrajes, la elaboración de bebidas alcohólicas, etanol, alimentos para mascotas y acuicultura, entre muchos otros. Al mismo tiempo, el productor argentino lo conoce, sabe de su versatilidad, productividad, adaptabilidad y estabilidad.
Asimismo, Clarín plantea la siguiente pregunta y cuestión: Dado que Argentina ha iniciado una senda de crecimiento en la transformación de proteínas vegetales en proteína animal, con la carne vacuna como estandarte y como una clara estrategia de agregado de valor, cabría preguntarse por qué el sorgo no puede acompañar y potenciar ese proceso.
Cabe destacar, que las últimas estimaciones de la Secretaría de Gobierno de Agroindustria para la campaña 2018/19 recientemente difundidas, dan cuenta de un crecimiento de la intensión de siembra para el sorgo de 20% respecto de la campaña anterior (770 mil versus 640 mil hectáreas), mientras que el maíz crecería 2,7% en su superficie pasando de 9,1 a 9,35 millones de hectáreas.
Para potenciar esta tibia recuperación en el cultivo se hace necesario pensar en un plan estratégico particular para el sorgo, que sirva de faro al largo plazo y que contribuya a articular a toda la cadena productiva.