Como tantas veces en la historia, en el centro de la escena se ha
establecido la cuestión federal. La tensión reproduce el vaivén tradicional.
Cada vez que la Casa Rosada no tuvo un liderazgo institucional indiscutido,
las provincias incrementaron su poder. Y, al revés, debieron cederlo en
beneficio de la Nación cuando apareció un presidente muy consolidado.
En estas horas ese ajedrez se está jugando en dos tableros. El recambio en
la conducción de la Corte Suprema de Justicia y la discusión del presupuesto
nacional . Cada uno de estos procesos tiene una lógica específica. Sin
embargo, es imposible comprender su relevancia si se los analiza por
separado. En esa esgrima compleja no solo se enfrentan los intereses del
poder central con los de los gobiernos locales. También se libra la batalla
entre Cambiemos y el PJ .
El reemplazo de Ricardo Lorenzetti por Carlos Rosenkrantz es, antes que
nada, un acontecimiento en la vida interna de la Corte. Lorenzetti llegó
allí patrocinado por el kirchnerismo. Su principal padrino fue el entonces
senador santacruceño Nicolás Fernández, hoy interlocutor de Mauricio Macri .
Una vez que alcanzó la jefatura, Lorenzetti constituyó un considerable poder
personal, dentro y fuera del tribunal. Los rasgos caudillescos de esa
gravitación fueron el motivo más poderoso de su desplazamiento. El
reemplazante, Rosenkrantz, es un academicista liberal, en el sentido
anglosajón de esa etiqueta. Para poner la lupa sobre su concepción del
derecho y de la magistratura, resulta muy interesante la entrevista que se
puede consultar aquí .
El primer paso para la remoción de Lorenzetti fue un acuerdo entre
Rosenkrantz y Rosatti. La magia de la etimología. Es posible que ese
entendimiento incluya la alternancia entre ambos para la presidencia de la
Corte. Juntos sondearon a Elena Highton de Nolasco. Fuentes inobjetables
afirman que Highton temió enfrentarse a Lorenzetti. Pero que ese temor fue
neutralizado. O superado por otro. La jueza recibió a través de dos
emisarios el mismo mensaje de Elisa Carrió: "Lilita no tiene candidato, pero
cree que para el país es muy importante que Lorenzetti deje el cargo. Si
usted necesita del apoyo de ella para votar en ese sentido, lo tiene".
Anteayer Carrió emitió este tuit: "Highton de Nolasco va a ser recordada por
haberles hecho un gran bien a la República y a la Patria. Que Dios la
bendiga".
Días después de ese recado, Rosenkrantz y Rosatti se reunieron con Highton
para ofrecerle la presidencia. Ella garantizó su voto, pero prefirió que el
reemplazante de Lorenzetti fuera Rosenkrantz. A partir de allí la
sustitución fue un operativo comando. Lorenzetti se enteró de que se
trataría el tema cuando comenzó la reunión de acuerdos. El debate generó un
malestar insoportable. E inútil, porque la acordada con el cambio de
autoridades ya había sido redactada la noche anterior. Se precipita, además,
el cambio de guardia: Rosenkrantz asumirá el 1º de octubre. Será quien
encabece, entonces, el encuentro de cortes del G-20 preparado por su
antecesor.
Para entender la nueva configuración de la Corte hay que recordar que el
trío que defenestró a Lorenzetti fue el mismo que, en mayo del año pasado,
aprobó el cómputo del dos por uno en favor de Luis Muiña. En aquel momento,
el fiscal Guillermo Marijuan imputó a los tres ministros por presunto
prevaricato. El 7 de agosto pasado, Highton, Rosenkrantz y Rosatti
advirtieron que Lorenzetti había beneficiado con un envidiable contrato en
la Secretaría de Recursos Ambientales de la Corte a Sofía Gatica, la novia
de Marijuan. Sería aventurado establecer una conexión entre ambos hechos.
Pero la novedad no agradó a los imputados. Sospecharon que era un premio.
La designación de Gatica es un ínfimo detalle que ilustra una dimensión
importantísima del reemplazo de Lorenzetti. Desde que Cristina Kirchner
embistió contra Comodoro Py, el presidente de la Corte se convirtió en el
jefe político de esos tribunales. Lorenzetti estableció un eje operativo con
el camarista Martín Irurzun y con el juez Ariel Lijo. La expresión más
contundente de ese acuerdo fue el manejo de la oficina de escuchas
judiciales, a cuyo frente quedó Tomás Rodríguez Ponte, exsecretario de Lijo
y actual aspirante a juez federal. Lorenzetti tuteló también la creación de
la Asociación de Jueces Federales (Ajufe), un emprendimiento defensivo que
el juez Lijo imaginó cuando comenzó la caída de su amigo, el camarista
Eduardo Freiler.
Una curiosidad: precursora de la novia de Marijuan, la esposa de Lijo,
Magalí Mazucca, también fue contratada por Lorenzetti. Primero en la
Secretaría de Recursos Ambientales y después en la estratégica Secretaría
Penal de la Corte. Estos antecedentes, entre muchos otros, explican por qué
la sorpresiva sustitución del presidente de la Corte cayó en Comodoro Py
como una bomba de profundidad. Esta proyección convierte la elección de
Rosenkrantz en la mayor novedad de carácter institucional en lo que va de la
era Macri.
La cuestión federal
El reemplazo cobija también una alteración en las relaciones federales.
Al promover, en noviembre de 2015, el reconocimiento del reclamo de Santa
Fe, Córdoba y San Luis por la coparticipación de impuestos, Lorenzetti
reveló su lectura del nuevo momento político. Frente a un nuevo gobierno en
minoría en ambas cámaras del Congreso, su estabilidad en la Corte dependería
de su alianza con el PJ del Senado. Es decir, con el poder de las
provincias, cuyos titulares últimos son los gobernadores. Desde aquel
instante hubo un puente hiperactivo entre Lorenzetti y los senadores
poskirchneristas, encabezados por Miguel Pichetto. Ese entendimiento se
fortaleció cuando Macri postuló a Rosenkrantz y a Rosatti como ministros de
la Corte sin esperar el acuerdo senatorial. Es comprensible, entonces, que
el PJ Federal haya visto anteayer el repliegue de Lorenzetti como la pérdida
de una colina en el mapa del poder.
Para evaluar la vida de la Corte, Macri siempre tomó como criterio las
opiniones de Rosenkrantz. Pero nunca tuvo la certeza de que el reemplazo de
Lorenzetti fuera conveniente. Razones de prudencia. Es posible que no
estuviera al tanto de la votación del nuevo titular del tribunal. Quien sí
lo estaba era su más audaz, y también más eficiente, interlocutor con la
Justicia: Fabián Rodríguez Simón, Pepín. Cero casualidad: fue en 2016 el
impulsor de la designación de Rosenkrantz y Rosatti. Rodríguez Simón es un
aliado de Carrió, sobre todo por la amistad común con la santacruceña
Mariana Zuvic. Todo avance de Rodríguez Simón es un retroceso de Daniel
Angelici. Para el nuevo orden interno de la Corte esta regla también vale.
Una vez que se conoció el éxito del recambio, en la Casa Rosada festejaron. Allí habían escuchado una versión preocupante: que Lorenzetti había pedido adelantar la elección, que él imaginaba como reelección, "para tener más legitimidad en las discusiones con el Poder Ejecutivo". Macri no tiene argumentos para pensar que la mayoría que integran Rosenkrantz, Rosatti y Highton asegure el alineamiento de la Corte con sus decisiones. Pero aquella insinuación atribuida a Lorenzetti, veraz o fantasiosa, fue tomada en el Poder Ejecutivo como un anuncio hostil. Es decir, como la confirmación de que, en un momento de debilidad del oficialismo, el máximo tribunal podía coordinarse con un PJ no kirchnerista que se iría volviendo cada vez más agresivo. La elevación de Rosenkrantz supone la ruptura de ese frente.
Esta dimensión federal y partidaria del cambio en la presidencia de la Corte hace juego con la discusión del presupuesto. El peronismo dará los votos para que se alcance el acuerdo con el Fondo, pero a cambio de un debilitamiento fiscal del oficialismo. Las provincias no cederán recursos, salvo que esa cesión dañe más a los gobiernos de Cambiemos. Es el caso del subsidio al transporte, que será federalizado. La mitad de ese costo cargará sobre las cuentas de la provincia de Buenos Aires. El reino de María Eugenia Vidal es el campo de batalla. Sin la perspectiva de recuperar ese distrito, es difícil para el PJ pensar en un proyecto de poder competitivo para 2019. Vidal lo sabe. Por eso reclama una actualización del Fondo del Conurbano Bonaerense. También por eso prepara, con sigilo, un proyecto que podría modificar el equilibrio de poder: la división de La Matanza. Un sueño que comparte Sergio Massa.
El duelo fiscal es incomprensible si no se advierte este costado
electoral. El peronismo está dispuesto a colaborar en las iniciativas en las
que Macri castiga a su propio electorado. Por ejemplo, en gravar con un
aumento del impuesto a los bienes personales a los que ingresaron al
blanqueo. Y, sobre todo, en aumentar y extender las retenciones. Este
segundo objetivo del PJ todavía es problemático. Con el nuevo gravamen a los
exportadores se satisface un reclamo opositor, sobre todo sindical: que se
cargue con el peso del ajuste a los más ricos. ¿Estarán contentos los
gremialistas cuyas actividades no pagaban esa contribución? El efecto que
perseguían los peronistas no está aún garantizado. Todavía está por verse
que el sector agropecuario abandone al gobierno de Cambiemos.
Por: Carlos Pagni