Desde un comienzo el plan económico del gobierno fue el no plan. Es decir, nunca creyeron en los tradicionales planes económicos en los que se anunciaba, de una sola vez, la estrategia económica a seguir (reforma del estado, fiscal, laboral, apertura de la economía, etc.) y luego se iba avanzando gradualmente, pero a una cierta velocidad de crucero.

Alguien le vendió a Macri el argumento que no hacía falta un plan económico. Que el plan económico era él, es decir, que con solo sentarse Macri en el sillón de Rivadavia, con el kirchnerismo fuera del gobierno y removiendo algunos obstáculos como el cepo cambiario, iba a producirse una lluvia de inversiones que generarían un mágico efecto de crecimiento económico a pesar del monumental gasto público, la confiscatoria presión impositiva y la barrera a la contratación de empleados en blanco que es la legislación laboral. Todos los serios problemas estructurales que viene arrastrando la economía argentina desde hace décadas y llevadas a un extremo insólito por el kirchnerismo, mágicamente iban a ser pulverizados por la presencia de Macri. La economía iba a crecer al 3% anual por alguna razón que nunca se supo cuál era, el gasto público congelado en términos reales iba a pesar cada vez menos sobre el PBI y el crecimiento iba a generar un ingreso tributario que se traduciría en una reducción del déficit fiscal. Esa era toda la estrategia del gobierno sumado al menosprecio que tenía por presentar un plan económico consistente que generara confianza más allá de la que podía producir el cambio de gobierno. Puesto en otras palabras, Macri jugó el mismo juego que jugó Domingo Cavallo en 2001. Sobreestimar su imagen para cambiar las expectativas y el rumbo de la economía sin necesidad de grandes reformas estructurales. Lo concreto es que el macrismo subestimó la fenomenal crisis que heredaba del kircherismo. Ese fue un grosero error tanto económico como político. El mayor error estuvo en nunca contar la herencia recibida. Mil argumentos se han dado desde el gobierno para justificar su falta de comunicación de la herencia recibida. Uno fue que si contaban todo no conseguían fondos del exterior para financiar la transición, argumento muy infantil porque los economistas de aquí sabíamos la herencia que se recibía y en el exterior tenían la misma información que teníamos acá. La que no tenía idea de lo que se heredaba era el conjunto de la población no especializada en temas económicos. A esa había que informarle la herencia recibida.

Otros decían que se afrontaba el riesgo de tener una corrida cambiaria. Si este fuera el argumento, no previeron que la corrida la iban a tener un tiempo más adelante y les llegó justo este año, cuando es más difícil explicar porque hay que hacer un plan económico de mayor orden fiscal para frenar la corrida.

Encima de no querer armar un plan económico, de no querer tener un ministro de economía con un plan económico al estilo tradicional y de no querer comunicar la herencia recibida, desarmaron una bomba, que era el cepo, pero armaron otras que fueron el de las LEBACs y el de la deuda parar financiar el déficit fiscal.

Si creían que no hacía falta implementar reformas estructurales, el acceso al crédito externo los llevó a hacer la plancha en todo lo que tenía que ver con reformas estructurales. Eso hizo que agrandaran el problema porque ahora, en el medio de una corrida hacia el dólar, tienen que desarmar la bomba de tiempo de las LEBACs y encima mantener la tasa de interés en niveles insólitos, lo cual hace que sea un sueño imaginar alguna tasa de crecimiento en lo que resta del año. Si antes Macri desconfiaba de un ministro de economía con trayectoria, ahora tiene que rezar para que el tiempo se porte bien con Argentina, porque otra cosecha mala en el año electoral puede ser bastante difícil de sobrellevar.

Gráfico 1


El gráfico 1 muestra el peso de los intereses sobre los ingresos tributario (sin considerar los aportes y contribuciones patronales) en los primeros 7 meses de 2016, 2017 y 2018. Como puede verse, prácticamente se duplicó el peso de los intereses sobre la recaudación. Esto le deja menos margen de maniobra al gobierno para financiar el gasto corriente. De acuerdo a los datos fiscales que viene ofreciendo el gobierno, todo indica que la reducción del déficit fiscal primario queda neutralizado por el peso de los intereses de la deuda que hubo que tomar para financiar este gradualismo, que fue hacer la plancha durante dos años y medio esperando la lluvia de inversiones.

Si en el corazón de Cambiemos no había ningún espíritu por implementar reformas estructurales, el financiamiento externo los terminó de adormecer en el tema de la deuda. Durante todo el 2016 y el 2017 se durmieron tomando deuda. Así que ahora tenemos un problema estructural de alto e ineficiente gasto público, feroz carga tributaria, los intereses de la deuda que se comen la recaudación, la tasa de interés por las nubes, la economía en recesión y presiones sobre el mercado de cambios a un año de las PASO.

No me parece intelectualmente honesto por parte del gobierno decir que la recesión es culpa, aunque sea en parte, del tema de los cuadernos. La realidad es que el tema de los cuadernos empezó el 1 de agosto de 2018 y la corrida cambiaria comenzó en marzo-abril, en tanto que la recesión se ve en la caída del Estimador Mensual de Actividad Económica del 0,6% en abril, siguió en mayo con el -5,2% y en junio con el -6,7%. Los cuadernos no tienen nada que ver con la actual caída en el nivel de actividad, ni con Turquía o la suba de la tasa de interés en EE.UU.

El serio problema económico que tenemos hoy, es un 90% consecuencia directa del gradualismo y un 10% producto de la suba de la tasa de interés en Estados Unidos, salvo que quisieran que la tasa no subiera en EE.UU. para endeudarse eternamente. A los que proponíamos el shock, es decir, anunciar un plan económico consistente y avanzar a mayor velocidad, nos tildaron de plateistas, liberalotes y demás descalificaciones porque, supuestamente no entendíamos de las limitaciones de estar en la cancha. Las restricciones políticas, sociales y demás argumentos. Si se hacía cualquier avance a mayor velocidad había una crisis social. Pregunta: ¿qué tenemos ahora? Fruto de la impericia en el manejo de la economía y de la estrategia política elegida, la gente está de malhumor, no solo el conurbano bonaerense sino también la clase media, la economía está en recesión y tienen que hacer malabarismos para dominar el mercado de cambios a pesar de la tasa de interés disparatada. ¿Cómo enfrentan este problema, ahora, a un año de las PASO? Yo diría que tan geniales no estuvieron aquellos que creían que podían despreciar la necesidad de un equipo económico con experiencia y horas de vuelo en esta Argentina turbulenta (al menos no se hubiesen llevado por delante la tormenta de las LEBACs que era muy previsible y obvia) y también despreciar la necesidad de presentar un plan económico consistente.

Ahora queda por debatir si a un año de las PASO hay que jugarse a todo o nada anunciando un plan económico consistente con alto contenido de reformas de fondo o jugarse a todo o nada que el clima acompañe y que EE.UU. apoye en los momentos de mayor turbulencia del mercado de cambios. Muchas más opciones no veo por delante. En nombre del pragamatismo dilapidaron dos grandes oportunidades: la primera el 10 de diciembre de 2015 cuando Macri tenía todo el apoyo de la gente y en 2017 luego de ganar cómodamente las elecciones de medio término. Un lamentable desperdicio de tiempo.

Fuente: Economía para Todos