Todas las mañanas, yendo al diario, subo por la Avenida Garay desde Paseo Colón hacia Tacuarí. En pleno San Telmo, se repite el espectáculo: las puertas abiertas de furgoncitos desvencijados, y un muchacho con ropa y pelo sucios cargando al hombro una media res para la carnicería de la cuadra. Por supuesto, escasean facturas y remitos. Inadmisible en el siglo XXI.
Hace mucho que quería escribir sobre esto. Algo se disparó en mi mente para sentir que había llegado el momento, y aquí estoy. ¿Qué pasó?
Pasó que leí en Valor Económico, el prestigioso medio brasileño, una saga fenomenal sobre los movimientos que se habían producido en el mundo de la carne vacuna. Y que tenían, una vez más, a Brasil como epicentro. Veamos un poquito.
El hecho saliente fue la compra de la empresa Keystone por parte del gigante norteamericano Tyson Foods. Pagó nada menos que 3 mil millones de dólares al grupo Marfrig, dueño de Keystone, una plataforma logística gigantesca, que abastece de hamburguesas a McDonald´s en todo el mundo.
Según Valor, el objetivo de Tyson es salirle al cruce a otro gigante brasileño, JBS, con operaciones industriales y comerciales en todo el mundo. Incluso en los Estados Unidos y hasta hace poco también en la Argentina, cuando (apremiada por el escándalo de corrupción en Brasil) vendió sus tres plantas a otro grupo brasileño, Minerva.
Tyson está relativamente mucho más fuerte en cerdos y pollos. Con Keystone van por la carne vacuna, que es donde JBS está mejor posicionada, incluso con operaciones en Australia y Nueva Zelanda, donde la cercanía con el continente asiático es una ventaja competitiva formidable. Keystone también está allí.
A Marfrig, por su parte, la operación le sirve para achicar su deuda (sus directivos informaron que destinarían a ello 1500 millones, la mitad del ingreso percibido) y el resto para incrementar su caja. Marfrig había adquirido hace pocos meses la mayoría de National, la cuarta compañía de carne vacuna de Estados Unidos. Es una empresa originada en un grupo de ganaderos de elite, que quería manejar su propia carne y para ello se vinculó con un fondo de inversión. Marfrig compró las acciones de este fondo y los ganaderos mantienen su participación.
En el directorio de National ahora está el propio titular de Marfrig, el brasileño Marcos Moreno, secundado por un uruguayo, Martín Secco, su CEO global, y el argentino Alain Martinet, quien conduce actualmente la operación en nuestro país. Interesante.
E interesante el contraste. Cuando uno visita un frigorífico exportador en la Argentina, tiene que ponerse ropa higiénica, casco, cofia, botas, y para pasar de zona sucia a limpia hay que cepillarse las botas recién puestas. Esa carne sale al mundo envasada al vacío, con trazabilidad, e inspecciones sanitarias desde que entra el animal hasta que sale una caja paletizada.
Si a algo de lo que tiene que ver con el campo y la agroindustria le dedicó tiempo el presidente Mauricio Macri es a la carne. Se reunió este año cuatro o cinco veces con la mesa multitudinaria, donde parece que todos coinciden en la necesidad de sanear la cadena, en lo sanitario, fiscal y laboral.
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Existe un doble standard que no se compadece con la visión exportadora que
desvive al gobierno, que por otro lado acaba de reducir un 70% los reintegros a
la exportación. Algo atendible por la angustia fiscal, pero que implica un paso
que objetivamente opera en contra de las exportaciones. Mientras tanto, un
estudio próximo a conocer la luz indica que la evasión fiscal asciende a mil
millones de dólares. Es veinte veces el costo del reintegro suspendido.
Lo que hay que hacer es bajarle el telón a la media res.