La ganadería argentina tiene futuro, pero también tiene pasado y presente. Y en el presente tiene una deuda que puede llegar a comprometer el futuro. En esa deuda pusieron el foco Víctor Tonelli, Carlos Van der Straten y Héctor Cuevas, que contaron lo que falta y lo que pueden hacer los establecimientos ganaderos para estar a la altura de las exigencias mundiales.
El primero en hablar fue Tonelli. El analista, que forma parte de la Mesa de Carnes que estuvo reunida en las últimas semanas, advirtió que en la Argentina el tema de la sustentabilidad se está mencionando mucho pero todavía no está en las agendas. “Nosotros creemos que hacemos las cosas bien pero el mundo no nos cree”, aseguró, y explicó que quienes toman las decisiones en los mercados globales ya no son los mismos que hace doce años y que hoy la presión social sobre el tema ambiental es cada vez más fuerte. En ese contexto se preguntó: “¿Tiene sentido que estemos discutiendo si las exportaciones de cortes enfriados no puedan provenir de campos que hayan tenido casos de brucelosis? Estamos discutiendo con Rusia si el protocolo de antibióticos que nos piden es más exigente de lo que debería ser…”
Con unos pocos ejemplos reales tomados de las discusiones que hubo hace pocos días en la Mesa de Carnes, Tonelli puso sobre el tapete la mirada cortoplacista de algunos actores de la cadena. “¿Tiene sentido estar discutiendo o hay que alinearse con lo que nos piden? Si la ganadería tiene futuro es con la exportación. ¡Seguimos acarreando la media res al hombro! ¡Discutimos la ley de bosques!”, lanzó el analista dando a entender que las exigencias del mundo en materia ambiental, de bienestar animal y de inocuidad de los alimentos ya constituyen una base que no tiene vuelta atrás. “En bienestar animal, mucha parola y poca realidad. Un tercio de la prueba de novillos y vacas tenía hematomas de gravedad. No solo maltratamos al animal sino que nos dedicamos a perder plata”, dijo.
Tras el reto contundente, y antes de dar paso a los productores que mostraron cómo enfrentan esta situación, Tonelli enumeró temas que se están tratando en la mesa de carnes sustentables (Global Roundtable for Sustainable Beef). Desde lo ambiental, mencionó en primer lugar la deforestación y conversión de suelos, cada vez más regulada, la cobertura vegetal, los gases de efecto invernadero, la diversidad de uso de suelo y la eficiencia de uso del agua. En términos de bienestar animal comentó que se está chequeando la presencia de antibióticos en la carne y que lo que se encuentra es bastante preocupante. “Hay que respetar los periodos de carencia porque esos rastros llegan a los seres humanos”, dijo.
En cuanto a la eficiencia e innovación, afirmó que hay mucho para aportar desde la tecnología y el cambio de procesos. Además, las condiciones laborales y la capacitación están en la mira, como la inocuidad de los alimentos, que viene de la mano del etiquetado y trazabilidad. Y en todos los aspectos, Tonelli remarcó la necesidad de trabajar sobre base científica, con desarrollo de protocolos, procesos y certificaciones.
Luego fue el turno de conocer la experiencia de Carlos Van der Straten, productor en una empresa familiar mixta con campos en Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires, y Nogoyá, Entre Ríos, quien de entrada aseguró: “No es necesario tener bolsillo de payaso para hacer las cosas bien”.
Respecto a la transformación que llevó a cabo en su empresa, resumió: “Estábamos bien pero podíamos estar mejor. Por ejemplo, toda la información que medíamos en agricultura no la manejábamos en ganadería”. Luego dijo que en Entre Ríos tenían campos 100 por ciento agrícolas y que los transformaron en rentables cuando les metieron la vaca adentro.
“No va a haber manera de hacer agricultura sin ganadería”, aseguró.
Van der Straten cambió muchas prácticas y vio los resultados. Entre esas prácticas mencionó las relaciones laborales responsables, “empezar a explicar a la gente por qué hay que hacer lo que se hace”. También aseguró que en sus campos el monte autóctono no se toca, y enumeró herramientas que mejoraron sus índices: la inseminación a tiempo fijo (IATF), el creep feeding (suplementación diferencial del ternero al pie de la madre) y la suplementación de vacas y vaquillas.
Para terminar, el productor mostró números que preocupan sobre la ganadería nacional. El porcentaje de realización de tactos es de apenas 45 por ciento; el de marcación, 63 por ciento; la revisión de toros, 20 por ciento; y el servicio controlado, 51 por ciento. Con esos valores, la ganadería argentina no puede aspirar a entrar en el podio del mercado global de carne.
La tercera exposición estuvo a cargo de Héctor Cuevas, quien reveló sus claves de manejo en un campo de 4.400 hectáreas en zona núcleo. El productor comenzó reconociendo que trabaja con condiciones óptimas: “Las condiciones climáticas ideales (959 mm de agua promedio y 15-25 grados) son la principal ventaja que me permite hacer una ganadería de alta productividad. Se suman suelos clase 1 y 2, cercanía a los mercados, la posibilidad de adoptar tecnologías de punta como las mangas diseñadas por Temple Grandin para el bienestar animal”.
A esa base, su empresa incorporó en los últimos años algunas prácticas como la inclusión de la avena para una rotación más balanceada entre gramíneas y leguminosas, y de esa manera realiza cría, recría y terminación en un feedlot inscripto en la cuota 481, con lo que accede a los máximos precios del mercado. Pero para esto debe lograr que los animales expresen todo su potencial productivo, y la clave, según Cuevas, es la reducción del estrés. “El estrés excesivo produce mermas en la producción de carne y de leche. En manejos intensivos tiene que haber sombra, alimentación suficiente y balanceada, trabajar sin apuro, en silencio, sin perros, no aglomerar a los animales, trabajar de a pie desde afuera de los corrales…El barro nos quita mucha ganancia diaria”, enumeró el productor.
De esta manera, con un sacudón de entrada y algunos ejemplos concretos, quedaron sentadas las bases para la discusión en torno al futuro de la producción ganadera.