La trepada del dólar y las tasas redefinió el escenario económico, un nuevo contexto con ganadores y perdedores. Economistas y analistas sectoriales prevén una caída del salario real y una contracción del mercado interno, lo que impacta en propiedades, créditos, autos, electrodomésticos y consumo en general. Como contrapartida, el mejor tipo de cambio favorece a sectores ligados a la exportación, como economías regionales (arroz, ajo, cebollas y limones), algunas pymes industriales (químicos, plásticos y aparatos eléctricos, entre otros) y una mejor balanza turística.

Ninguna visión es absoluta. Y cada sector ofrece sus particularidades por el “efecto dólar”. Un caso ilustrativo es la venta de propiedades, que venían creciendo con el impulso de los créditos hipotecarios y frenaron de golpe por la suba de cuotas y la actualización de los precios de los inmuebles. “El valor en pesos de una propiedad de US$100.000 saltó de $2 a $2,8 millones”, resume Germán Gómez Picasso, de Reporte Inmobiliario. “La demanda se está resintiendo porque un crédito hipotecario indexado en pesos no sólo es más caro sino que puede ser insuficiente para comprar los dólares necesarios para cerrar una operación”, completa Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de la consultora Ecolatina.

La contracara son los rubros exportadores. El experto en comercio internacional Marcelo Elizondo remarca que en el corto plazo “el ajuste cambiario le está ganando a la inflación y el mayor rendimiento en pesos de los dólares beneficia a varias economías regionales y algunos productos manufacturados (vinos, por ejemplo), como así también a sectores industriales que exportan su producción”. Igual, Elizondo aclara que “esta ventaja holgada se mantendrá 3 o 4 meses e irá decreciendo con la inflación del mercado interno”.

El consumo masivo (alimentos, bebidas, tocador y limpieza) ya atravesaba dificultades más allá de la suba del dólar. La inflación general, en mayo, avanzó 2,1% y el nivel mayorista, 7,5%, según datos del Indec. Damián Di Pace, director de Focus Market, interpreta que los precios al por mayor no podrán trasladarse a las góndolas por la caída de la demanda. “Si los precios se actualizaran, venderían mucho menos, lo que representa un cuello de botella. Además, con una tasa del 40% es mucho más caro financiarse”, describe el consultor.

La devaluación del peso también impacta en el segmento, añade Di Pace, “porque muchos fabricantes utilizan materias primas importadas” y distingue los dos procesos devaluatorios. “En la primera, hubo un traslado importante a los precios. En la segunda, en la primera quincena de junio, no se logró. Incluso hubo categorías que registraron bajas, como arroz y pastas secas”, ejemplifica. El nivel de precios al por mayor, coinciden los expertos, es un anticipo de lo que pagará el consumidor final. Actualmente, los efectos recesivos vienen demorando el proceso.

“En un mercado planchado se hace más difícil porque la demanda no acompaña. Para el supermercadismo, el desafío es hacer foco en la rentabilidad, porque el nivel de ventas depende de las promociones, que no se pueden desactivar”, señala Carlos Altieri, de la consultora Nielsen. La encrucijada concentra varios problemas. Por un lado, la reconversión de canales y las nuevas conductas propias de un consumidor más cauto, frío y calculador. Y por otro, el impacto en el bolsillo por la suba generalizada de precios. “Hoy, el salario está por detrás de la inflación”, dice Altieri.

El peso se devaluó 50% en lo que va del año. Por sus efectos recesivos, cada sector acomoda los precios según el nivel de demanda. “Es probable que ocurra un ajuste gradual. El empresario no gana nada trasladando toda la devaluación a los precios, porque tiene que pagar gastos fijos y debe mantener su negocio funcionando”, completa Jorge Neyro, economista de ACM. Con una inflación del 30% proyectada para todo el año y una caída en el poder adquisitivo, Neyro opina que finalmente, “el impacto de la crisis llegará a todos”.

La mayoría de los entendidos estiman que las actualizaciones salariales estarán por debajo de la inflación. La consultora Orlando Ferreres prevé que la caída del poder adquisitivo, en promedio, rondará el 1%, pero en algunos sectores puede alcanzar el 6%. Ecolatina la ubica en torno al 3%. “Esa imposibilidad de trasladar a precios la devaluación implica un sacrificio en salarios y rentabilidad”, resume Fausto Spotorno, de Orlando Ferreres.

Las perspectivas sectoriales cambiaron drásticamente, como es el caso del mercado inmobiliario. El doble salto del dólar reprimió una demanda recalentada por los créditos hipotecarios, lo que impulsó una suba promedio del 10% en el valor de las propiedades a estrenar. “¿Si ahora pueden bajar? La lógica así lo indica, pero en la Argentina eso no ocurre. En las últimas dos décadas hubo varias devaluaciones y los precios no bajaron”, describe Gómez Picasso. Sin embargo, aclara que es muy posible “que los propietarios sean más permeables a escuchar contraofertas”.

Esperar y ver (qué pasa) Según este especialista, en tiempos de inestabilidad cambiaria el mercado se paraliza. “Es muy raro que en estas dos semanas una persona defina la compra de una casa o un auto. Estamos en un período wait and see (esperar y ver)”, señala y recomienda esperar “al menos un trimestre para ver qué ocurre con los precios y el nivel de tasas”.

Por otro lado, “en el caso de la construcción, el impacto de la devaluación es ambiguo porque si bien hay una mejora en los márgenes para los desarrolladores (sólo una parte de los costos están dolarizados) el financiamiento se encareció. Además, el ajuste fiscal comprometido con el FMI impacta enteramente en la obra pública”, expresa Lorenzo Gravina.

Fuertemente dependiente de los insumos importados, los electrónicos afrontan las mismas dificultades para trasladar a precios la devaluación. “Los precios en la actualidad reflejan un dólar a $18. A valores reales, los productos de línea blanca (heladeras, lavarropas y cocinas) están más baratos que hace dos años “, se lamenta Alejandro Toscano, gerente de Comunicaciones de Whirlpool. Este ejecutivo cree que las actuales condiciones son insostenibles, pero reconoce que “los precios no pueden absorber ni la inflación ni la devaluación” en esta coyuntura recesiva.

En este panorama dual, contracción del mercado interno y despegue de los rubros exportadores, existe un desfasaje de tiempos, tal como remarca Spotorno (ver El divorcio...). Para los economistas, los efectos recesivos del ajuste del tipo de cambio son inmediatos, mientras que los beneficios para los sectores exportadores demoran en llegar. Una excepción es el sector turístico. Un dólar “alto” abarata la estadía para los visitantes extranjeros. De hecho, en el primer cuatrimestre del año, arribaron al país casi 900.000 turistas, lo que representa un crecimiento del 6,1%, según datos oficiales. Esto compensa parcialmente los gastos argentinos en el exterior, que en 2017 representaron un rojo de US$7.000 millones.

Los efectos graduales de las exportaciones

En números redondos, la balanza turística (incluyendo las compras en el exterior por Internet) arrojó el año pasado un saldo negativo de US$7.000 millones. La llegada de turistas desde el exterior representaron US$5.700 millones, pero los argentinos gastaron en el extranjero un total de US$12.000 millones, según datos del Indec. El Gobierno prevé achicar el desbalance debido al salto del dólar, producto del encarecimiento de los costos de viajar al exterior y el “abaratamiento” de los costos locales.

En diálogo con el Económico, el ministro de Turismo, Gustavo Santos, sostiene que el cambio de tendencia viene desde antes de la corrida cambiaria. “A partir de julio de 2016 comenzó a crecer el turismo interno y ya llevamos 7 trimestres consecutivos de expansión”, dice.

De 2015 a 2017, el turismo interno aumentó 30% (de 10 a 13 millones de personas), una tendencia en lo que va del año. Si esto no se modifica, a fin de año unos 15 millones de personas vacacionarán en algún destino del país. Santos sostiene que eso se debe al surgimiento de los vuelos low cost, la baja de pasajes y la mayor oferta de aerolíneas.

El funcionario rechaza hacer predicciones sobre las consecuencias del nuevo tipo de cambio. “Creemos que el desbalance en la balanza se achicará”, dijo, sin dar precisiones. Pero añade que las primeras reacciones favorables “son los de los países limítrofes (Brasil, Chile y Paraguay) y más tarde, los regionales”. El ministerio calcula que el gasto diario de un turista extranjero, en promedio, ronda los US$100.

Hay otro efecto que se va diluyendo, que son las compras argentinas de electrónicos en países cercanos.Un tanto por la suba del dólar y otro tanto por los cambios impositivos que posibilitaron la baja de precios en el mercado interno. “Los excursionistas que viajaban a Paraguay por un día cayeron en mayo 21,5%”, comenta Santos y añade que algo similar ocurre con Chile. Por otro lado, el turismo emisivo (argentinos que viajan al exterior) ya venía cayendo a lo largo de 2018. “En marzo bajó 3,9%”, subraya el ministro, como consecuencia de los sucesivos aumentos del precio del dólar.

Lorenzo Sigaut Gravina, de Ecolatina, enumera otros sectores impactados favorablemente por el mejor tipo de cambio, como la mayoría de las economías regionales, diversas ramas industriales y los servicios exportables. Sin embargo, aclara que “al interior de una actividad, quienes mejor posicionados están son aquellos productores o firmas cuyos precios suben en línea con el dólar y sus costos, con la inflación”.

Marcelo Elizondo, titular de la consultora DNI, coincide con estas apreciaciones, pero remarca que los beneficios de la devaluación son temporarios. “Se trata de un proceso gradual, ya que la inflación, con el tiempo, reduce esos efectos”. Este economista sostiene que hay razones estructurales para atender, que son “la estabilidad a lo largo del tiempo y una mayor previsibilidad para las empresas que exportan”.