Más aún cuando el mismo día de la votación en la Cámara de Diputados se produjo una fuerte escalada del dólar contra el peso que determinó anoche el reemplazo del titular del Banco Central.
Si se pudiese hacer a un lado la situación económica, según especialistas en opinión pública cercanos al Gobierno, Macri podría considerar que salió más que airoso del debate, incluso a pesar de que en el electorado de Cambiemos existiría una muy leve mayoría en contra de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Se señala en ese ámbito que el mayor beneficio para el Presidente es haber impulsado un debate que ha sido tabú durante mucho tiempo, incluidos los 12 años de la era kirchnerista, y que ha tenido como protagonista a la juventud: un segmento apetecible a la hora de las campañas electorales.
Hay un dato no menor de la realidad: entre los diputados de Cambiemos triunfó
la posición contraria a la despenalización del aborto, con 65 votos, contra 42
que la apoyaron. Si la norma no se hubiera sancionado en la Cámara baja, el
oficialismo habría sido el gran responsable del resultado y recibido las mayores
críticas de los grupos que militaron en favor de la ley. Con la discusión
trasladada ahora al Senado, donde Cambiemos está en franca minoría y donde un
peronismo dividido suma el mayor número de representantes, la gran
responsabilidad por lo que pueda ocurrir pasará a la oposición. En el núcleo de
hombres cercanos a Macri, se cree que el Presidente no debería pagar ningún
costo político por el resultado de la próxima votación en el Senado.
Pero no todas son certezas en el oficialismo. La furia de Elisa Carrió por la aprobación del proyecto en Diputados y su advertencia de que podría romper la coalición gobernante no dejará de suscitar inquietud en un gobierno que exhibe flancos débiles no solo en materia económica, sino también política. Cuesta entender, sin embargo, la decisión de la diputada Carrió de abstenerse de participar en el debate -con el pretexto de no dividir a Cambiemos- y de no haber militado más activamente en contra de la legalización del aborto en las semanas previas.
Finalmente, pese al grado de civilidad que distinguió la discusión en Diputados, queda la sensación de que se hizo muy poco para acercar posiciones y hallar salidas superadoras, capaces de prevenir los embarazos no deseados antes que de atacar sus consecuencias. La respuesta está ahora en manos de los senadores.