Con una boiserie de madera y vista a la Aduana, símbolo de aquella Argentina granero del mundo, el despacho del titular del Senasa deja a la vista muchas de sus costumbres. Por ejemplo, unos planos sobre el escritorio con distintos organigramas y un cartel que exhibe dos números, 600 que marca los días hábiles que Ricardo Negri lleva como funcionario público y 117, los que está frente a este organismo, encargado de la sanidad vegetal y animal y que sin sus imprescindibles certificados no sale ni ingresa ningún alimento al país.
El nacimiento del Senasa se remonta al siglo XIX cuando Argentina necesitaba garantizar la calidad de lo que exportaba. Actualmente, el Senasa es auditado por los países que nos compran y que buscan saber y controlar la sanidad.
En un segundo paso, junto con los profesionales del Senasa, los compradores van a las plantas para observar in situ los procesos. El Senasa tiene un plantel de 5.600 empleados y un presupuesto de $5.000 millones, de los cuales $960 millones se destinan a la parte operativa. Es superavitario pero no dispone de sus fondos porque van al Tesoro.
Ingeniero en Producción Agropecuaria, Negri se encamina a la transformación del Senasa, marcado como uno de los 100 objetivos del Gobierno. Empezó con la descentralización operativa de manera de estar menos en los escritorios y más en el campo, los puestos de frontera y los puertos.
Esa descentralización vino acompañada de despidos y paros. Ahora negocian caso por caso de una lista de 213 trabajadores con el gremio.
“El Senasa tiene que brillar, es una herramienta clave para convertirnos en el supermercado del mundo”, dice Negri al contar que se encontró con una organización desorganizada y con profesionales más reconocidos en el exterior que en la Argentina. Admite que ganan 28% menos que otros en distintos organismos de la administración pública. En el caso de los técnicos la diferencia es de 14% y él mismo se ha propuesto nivelar esas diferencias.
Otra tarea es la desburocratización. En un organismo al que ingresan 200.000 expedientes mensuales no es poca cosa. Puestos a sumar, contabilizaron que por distintas cosas se pagaban 1.800 aranceles: los redujeron a 301. Tenían 188 registros que simplificaron en 102 y terminarán en 42. ¿Y los expedientes? Serán todos electrónicos por su seguimiento y para despejar cualquier sospecha.
Eso sí hay un trabajo coordinado con la Aduana y la AFIP y pronto toda la hacienda tendrá un chip que permitirá saber dónde nació y dónde se crió. El mecanismo ya funciona a pleno en el caso de los caballos y está relacionado con la trazabilidad que exigen los mercados externos que no se llevan nada a la boca sin conocer su origen.
El Senasa abarca el imprescindible control de lo que ingresa a la Argentina con 168 puestos de frontera y el peligro de importar enfermedades. “Con un verano que se extendió tres meses más por culpa del cambio climático, estamos en guardia permanente”, afirma Negri. Señala que más que problemas, hay riesgos sanitarios como la hlb provocada por bacterias que puede diezmar las plantas de limones o la tuberculosis, brucelosis y la garrapata bovina. En su visión, la enfermedad no sólo implica un drama sanitario sino también la pérdida de miles de puestos de trabajo, que en el caso de los cítricos llega a los 130.000 empleos.
-¿Y la aftosa?, se le pregunta.
-Tenemos una mirada regional. Hay aftosa en Venezuela y ya se extendió a Colombia. Para colmo hay estados de Brasil que dejaron de vacunar. Aquí seguimos con la vacuna y no bajamos los brazos.
Por Silvia Naishtat