Todavía es muy temprano para dictaminar si le va a servir a Mauricio Macri
para ser reelecto. Sin embargo, sí se puede aventurar que el Presidente, de a
poco, paso a paso, está logrando instalar, en parte de la sociedad, el verdadero
motivo de los principales males de los argentinos: el hecho de que hace años
gastamos más de lo que producimos.
La conferencia de prensa que encabezó a mitad de semana, en la que dio por
concluida la turbulencia y, por primera vez, en mucho tiempo, hizo una fuerte
autocrítica de algunos aspectos de su gestión, lo volvió a colocar en el centro
de la escena. Ahora resta confirmar si la convocatoria oficial a un nuevo Gran
Acuerdo Nacional es sincera, o solo una jugada dialéctica para ganar tiempo.
El analista Rosendo Fraga cree que el Gobierno no debería esperar apoyo ni
comprensión de la oposición. Que apenas debería conformarse con que ni sus
aliados radicales de Cambiemos ni el peronismo denominado racional eviten
ponerle de nuevo lo que Macri denomina "palos en la rueda".
Este fin de semana el Presidente no estaba tan seguro de haber empezado a
ganar la batalla cultural. Masticaba bronca porque calculaba que, al final, el
Senado iba a votar la ley que intenta volver para atrás el aumento de tarifas.
Una decisión que, si se confirma, podría generar al Estado una pérdida de entre
$ 150.000 y $ 200.000 millones. Empezaba, de manera consciente, a asumir un
nuevo costo político: el de recurrir a su derecho a vetarla. Macri todavía no
puede creer como el Parlamento va a terminar votando algo que impactará de
manera negativa en el presupuesto que el mismo Congreso aprobó seis meses atrás.
Quizá el jefe de Estado no toma verdadera conciencia sobre lo que está
pasando ahora mismo. Se lo dijo un legislador a quien el Presidente suele
escuchar cuando está de buen humor. "Mauricio; no te confundas con los
gobernadores peronistas que la van de responsables. Quieren la cama donde vos
dormís. La huerta donde tu esposa cultiva tomates. Quieren sacarte de donde
estás en 2019". Lo que no le dijo es que también están "en modo electoral" los
intendentes del conurbano -todos- y los propios dirigentes radicales de
Cambiemos que aspiran a un cargo ejecutivo o a renovar sus bancas. Modo
electoral significa: decir lo que se supone que la mayoría de la gente quiere
escuchar; hablar a favor de los que menos tienen y más sufren pero no tocar los
gastos de la política, presentar el gradualismo como un ajuste encubierto y no
como una manera racional de reducir el agujero negro del déficit.
Por cuerda separada, los dirigentes que fueron de nuevo convocados para
integrar la mesa política del Poder Ejecutivo, todavía miran la iniciativa con
recelo. "Vamos a ver si fue un impulso por la angustia que nos provocó a todos
la corrida cambiaria o se trata de un gesto sincero, que sirva para escuchar
propuestas alternativas", me dijo uno de los autoexiliados que ahora regresó.
Hay una mesa chica denominada Grupo de los 5 (G5) integrada por el jefe de
gabinete, Marcos Peña, el jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez
Larreta, la gobernadora de la provincia, María Eugenia Vidal, el presidente de
la Cámara de Diputados, Emilio Monzó y el ministro del Interior, Rogelio
Frigerio.
Y hay otra, que se va a reunir cada quince días, a la que se le sumarán,
además de los cinco, los gobernadores de Mendoza, Alfredo Cornejo, de Jujuy,
Gerardo Morales, Ernesto Sanz y Fernando Sánchez, un incondicional de Elisa
Carrió. La gran pregunta de la hora es cómo van a funcionar cuando las papas
empiecen a quemar de nuevo.
Las encuestas todavía no sirven para anticipar el nuevo mapa político. Se
sabe que Macri está pagando con una caída de imagen inédita las consecuencias de
la actual situación económica. Se sabe además que la tormenta también afectó a
Vidal, pero en menor medida. Se asegura que mucho menos todavía afectó a
Rodríguez Larreta, porque la Ciudad parece seguir siendo un territorio
escindido, desde el punto de vista político, del gobierno nacional. También se
sabe que tanto Cristina Fernández como Sergio Massa eligieron el silencio
público como opción para crecer, en el medio de semejante volatilidad.
Quienes usan las encuestas para operar, a un año y medio de las presidenciales, están más activos que nunca. Y no dejan escenario sin explorar. Este fin de semana volvieron a insistir con dos hipótesis imposibles de ser tomadas en serio, por ahora. Una es una eventual segunda vuelta, en la que tanto Massa como el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey le ganarían a Macri, montados en el descontento por la situación socioeconómica. La otra es la posibilidad de que Vidal se presente como la alternativa para suceder a Macri y garantizar para Cambiemos cuatro años más en el poder. Los agitadores de ambas ideas parecen subestimar las artes de Jaime Durán Barba y el propio Peña, expertos en campañas electorales. También parecen subestimar el dato de que en la Argentina, un año y medio siempre parece una eternidad.