De ninguna manera será una cuestión de vida o muerte para la coalición oficialista, pero sí podría significarle un mayor desgaste. La alternativa del veto presidencial a cualquier ley que Macri considere irresponsable, como la de un congelamiento de tarifas de servicios públicos, tiene ahora una ventaja: la oposición carece del número necesario para insistir con cualquier iniciativa vetada. Pero el veto tendría, al mismo tiempo, un costo político capaz de minar la confianza en el Poder Ejecutivo. Es una razón para pensar que el oficialismo procurará encontrar grupos opositores en el Congreso con los cuales negociar una fórmula intermedia para zanjar la cuestión tarifaria.
Las tarifas y las reformas previsionales son habitualmente los temas más conflictivos y con mayores costos políticos no solamente en la Argentina, sino en casi todos los países del mundo. Curiosamente, al Gobierno le está sucediendo con las subas de tarifas algo parecido a lo que sobrevino durante la discusión sobre la modificación de la ecuación para ajustar los haberes de jubilados y pensionados. Como en aquella oportunidad, en la Casa Rosada no se estimó que la resistencia ciudadana a los incrementos en las tarifas iba a ser tan grande.
Es probable que el macrismo esté pagando las consecuencias de no haber aceitado los canales de diálogo en el Congreso. Operadores del Gobierno imaginaron que la docilidad del Parlamento iba a estar garantizada si se lo vaciaba de discusiones económicas relevantes y se mantenía a los legisladores y a la opinión pública ocupados con el debate sobre la legalización del aborto hasta el inicio del Mundial de fútbol en Rusia. Por lo visto, no alcanzará con eso.
Analistas de opinión pública, como Jorge Daniel Giacobbe, señalan que, más allá de la árida discusión tarifaria, se percibe un mayor fastidio en la población cada vez que se le demandan esfuerzos.
En su reciente mensaje desde Vaca Muerta, Macri efectuó un pedido de comprensión a la ciudadanía, para que asumiera que no se puede seguir regalando la energía. Trató de matizar esa solicitud con indicadores de que el esfuerzo de la sociedad está rindiendo buenos frutos, como el hecho de que llevemos siete trimestres consecutivos de crecimiento y la pobreza haya empezado a bajar.
El problema de Macri es que, tras dos años de gestión, es muy difícil sostener una tasa de expectativas económicas que hasta noviembre del año pasado no paraba de crecer. Desde diciembre hasta hoy se ha producido una deflación de expectativas.
La confianza en el Gobierno se sostuvo durante mucho tiempo en la necesidad de sacarse de encima a Cristina Fernández de Kirchner. Pero cuando la expresidenta comienza a dejar de ser percibida como un factor de riesgo, el contrato entre una parte de la ciudadanía y Macri da señales de perimir. Como una pareja que volvió de su luna de miel y debe enfrentarse con la realidad de todos los días.
En ese contexto, la imagen de Elisa Carrió quejándose desde adentro ayuda a contener a los desencantados. De ahí que la exhibición de disidencias internas sin que nadie abandone el sello Cambiemos sea un elemento clave para conservar el poder. Tanto como mantener a la oposición dividida.