El 6 de mayo del 2006 escribimos una nota en La Nación en la cual pronosticábamos cambios muy positivos en el proceso de formación de los precios agrícolas como consecuencia de dos cuestiones que juzgábamos de inevitable ocurrencia: 1) la explosión de la demanda asiática de alimentos, liderada por China, y 2) la decisión política de los países centrales respecto del uso de biocombustibles.
Casi 12 años después, ambas cuestiones explican los actuales niveles de precios.
Entre 1990 y el 2006 la soja en Chicago promedió los 230 dólares por tonelada, con fugaces picos de 320 (1997) y 380 (2004) por cuestiones climáticas y pisos de 160/170 por excesos de oferta. Pero en la última década la historia ha cambiado y el cuadro de situación es otro. Aún con volúmenes de producción que han aumentado un 60% (135 MMT en 12 años !!!) los precios no pudieron perforar los u$s/Ton.350. Y vimos picos muy altos en 2009 y 2012 (650 dólares)
Efectivamente, la historia ha cambiado. Lo importante es visualizar la cuestión estructural del mercado. Lo trascendente es reconocer que hace ya varios años que estamos en un mercado de DEMANDA y que a la oferta le cuesta acompañar esa “novedad”. Ni siquiera tantos años gloriosos en materia productiva han logrado bajar las cotizaciones en Chicago
Algunos ensayan la teoría del ajuste por inflación para explicar alzas. No compartimos esa visión. Si hoy la producción de soja se duplicara por obra y gracia del Espíritu Santo, las cotizaciones se desplomarían por debajo de los 200 y si asistiéramos a un fracaso productivo como el del 2012 en EE.UU. la soja volvería rápidamente a los 650 dólares. No tenemos duda alguna al respecto. Si Dios bajara a la tierra y nos asegurara que la cosecha del año que viene va a crecer un 50% los precios se desplomarían. Pero como Dios no va a bajar a la tierra y . . . menos por eso, la plaza sojera necesita año tras año un crecimiento productivo sostenido y firme.
Tampoco coincidimos con quienes atribuyen la firmeza a las relaciones entre monedas (“la debilidad del dólar explica la firmeza de la soja”) ni a los vaivenes del petróleo. Lo que sí es cierto es que dichos factores inciden sobre el accionar de los fondos especulativos de inversión que también actúan en Chicago. O sea, los factores nombrados son importantes sólo para explicar movimientos coyunturales y puntuales de precios de una campaña o incluso de una semana (“fueron los fondos…”)
La correcta explicación de lo ocurrido en la plaza sojera en la última década se sostiene en las dos cuestiones mencionadas en el primer párrafo. Biocombustibles y China.
En el caso del Gigante Asiático, sucede que, luego de la muerte de Mao en 1976 y a partir de 1978, el poder en China quedó en manos de un señor llamado Deng Xiao Ping. Este es el nombre de la persona que cambió la historia económica mundial. Ni más ni menos. Decidió entonces mantener al Partido Comunista como único partido autorizado desde el punto de vista político y lanzó a China a la economía de mercado.
A partir de la famosa frase de su autoría: “no importa si el gato es blanco o negro, sino que cace ratones”, la nación asiática recompuso su producción agrícola, comenzó a mostrar una tasa de crecimiento asombrosa de su PBI y una mejora ostensible en el stándard de vida de su población, con cambios de hábitos de consumo tan notables como acelerados. Para quienes hemos visitado dicha nación en varias oportunidades, el progreso económico que se ha venido verificando en China en lo que va del presente siglo sólo puede ser catalogado como asombroso. Podríamos agregar, en la misma categoría, a los 650 millones de habitantes (media China) de los 10 países miembros del grupo ASEAN (Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas, entre otros).
Si bien es cierto que aún se duda si China ya ha superado a EE.UU. como primera potencia mundial, nadie discute que los ciudadanos chinos (más de 1340 millones) poseen un mejor ingreso per cápita si se utiliza el sistema de medición ponderado PPP (purchasing power parity, en inglés). Así las cosas, podríamos afirmar que así como es indiscutible que EE.UU. fue la potencia hegemónica del siglo XX, no puede dudarse que China lo será en el siglo XXI. Un fenómeno estructural que sólo ha sucedido 16 veces en la historia mundial y que en 13 ocasiones terminó en guerra. Desde Esparta y Atenas . . .
En consecuencia, resulta interesante tener en cuenta algunos datos cuando se intenta avizorar el futuro comportamiento del negocio agrícola. China viene aumentando sus importaciones de soja año a año en forma exponencial (este año superaría las 100 MMT). Pero también, en los últimos años, se ha posicionado como líder en importaciones de cebada y sorgo, al tiempo que amaga con ubicarse como importador neto de trigo y maíz también. Nadie lo dice, pocos lo saben, pero se lo comentamos: en lo que va de la presente década, China aumentó sus importaciones anuales de productos agrícolas, EXCLUIDA LA SOJA, de 5 MMT a 30 MMT. Estamos hablando de sorgo, cebada, colza, trigo, maíz, . . . y ahora también ¡arroz! .
Otros datos, sintetizando: 1) China tiene el 20% de la población mundial y sólo el 7% del agua dulce y las tierras cultivables; 2) Desde 1978 el consumo de carne ha crecido de 7 kilos anuales per cápita a más de 50 en la actualidad. 3) desde 1978 el consumo de granos para forraje se ha multiplicado por trece; 4) desde 1978 el consumo de harinas proteicas se ha multiplicado por dieciocho; 5) el desarrollo de la acuacultura incluye piletones repletos de peces en cautiverio en la costa noreste a partir de Dalian que recorren más de 230 km. hasta la frontera con Corea del Norte (ver en Google Earth). Podríamos seguir con numerosas afirmaciones semejantes.
Un dato muy impactante. Utilizando la metodología PPP: ¡Hay más chinos ricos que ciudadanos estadounidenses!.
Hay 300 millones de chinos que quieren comprar productos caros y de calidad, no productos chinos y baratos.
PRECIOS EN “MODO CHINA”
Nuestra teoría es que todo pareciera indicar que no hay razón para preocuparse por las cotizaciones futuras de la soja (ni del maíz, por competencia en área).
ELLOS se van a ocupar de que la soja sea negocio, para que los farmers del mundo la sigan sembrando.
ELLOS se van a ocupar de que las grandes compañías/laboratorios tengan un negocio rentable para que continúen invirtiendo en genética y poniendo en plaza materiales que puedan eludir los desafíos de la naturaleza (incluso comprando las empresas)
Ellos son los que han comenzado una invasión silenciosa a regiones del mundo aptas para la producción de alimentos. Podemos dar fe de ello. Ya visitamos el corazón agrícola de Africa (impresionante la presencia asiática) y de Brasil, también recorrimos Australia (más del 14% de las tierras en manos de capitales chinos), Canadá, Rusia, Ucrania (donde se posterga la privatización de las mejores tierras mientras se negocia con China la venta de millones de hectáreas agrícolas) . . . y vivimos en Argentina.
En definitiva, podría afirmarse que China ha transformado al mercado granario en una CUESTIÓN GEOPOLITICA.
Ahora bien, como argentinos: ¿Cómo actuar ante semejante realidad?.
El interrogante nos lleva a dudas que no son menores, pero son apropiadas: ¿estamos en el radar de EE.UU.?, y continuar: ¿estamos en el radar de la UE:?.
Mientras Trump intenta construir un muro para dividir a EE.UU. de México y le da las espaldas a Latinoamérica, los líderes de la UE. demoran y condicionan el acuerdo de libre comercio con el Mercosur.
En cambio, hay una conclusión obvia; Sí estamos en el radar de China (!!!). Somos un país absolutamente complementario. Lo mismo con la región. Tenemos lo que ellos necesitan. Energía y Alimentos. Y ellos tienen lo que nosotros necesitamos: dinero. Para financiar obras de infraestructura que aseguren el crecimiento sostenido de nuestro PBI.
Más allá de los reparos que muchos puedan (podamos) tener, una opción a evaluar frente a la alternativa de volver al populismo que signara nuestra historia por más de 60 años. Para pensar . . .