Si bien la Argentina avanza activamente en su sistema de parques y reservas naturales, esas áreas abarcan tan solo un 8% de nuestra superficie. Ello implica que es en el 92% restante donde se dirime el futuro de nuestros ecosistemas y donde deben primar los principios del desarrollo sostenible. Allí, por medio de consensos profundos, pueden equilibrarse cuestiones ambientales, sociales y económicas.
En otras latitudes, el Corredor Biológico Mesoamericano propone la conectividad física de áreas protegidas de ocho países de América Central, desde 1997, junto con el desarrollo agrícola, industrial y de infraestructura de bajo impacto. En nuestro país, el Corredor Verde de Misiones fue pionero en un concepto de enorme potencial replicable en otras ecorregiones.
En esta dirección, es loable el lanzamiento del Programa Corredores Rurales y Biodiversidad, iniciativa apoyada por el Banco Mundial y liderada por la Administración de Parques Nacionales en alianza con Estados provinciales. El programa promueve la protección de áreas naturales vulnerables y la conservación de la biodiversidad en ecosistemas del Gran Chaco, de la Estepa y de la zona Costero-Marino Patagónica, implementando medidas para mejorar la adaptación de la biodiversidad al cambio climático y proteger las reservas de carbono en los bosques, ofreciendo también estrategias para el ordenamiento territorial.
Una parte sustancial de la iniciativa se enfoca en el Gran Chaco, área donde se transforman unas 600.000 hectáreas de suelos por año. El trabajo se lanza en las provincias del Chaco y Santiago del Estero con posibilidad de extenderse, apostando a que, para 2020, se reconozca y se valore el aporte de estos corredores, administrados por los Estados provinciales, a la mejora de la calidad de vida, merced a la integración entre producción, conservación de la biodiversidad y turismo.
Sitios como los parques nacionales El Impenetrable, Copo y Chaco y los parques provinciales Pampa del Indio, Fuerte Esperanza, Loro Hablador y la Reserva Provincial Copo se verán fortalecidos por el programa con equipos, infraestructura y planificación.
No han de descuidarse tampoco el impulso a actividades productivas armónicas con la conservación de los bosques, como la apicultura que requiere montes en pie, el aprovechamiento de la algarroba de uso en gastronomía, la ganadería de pastizal certificada y la promoción del turismo asociado a las culturas locales y las áreas protegidas.
Es imprescindible continuar fortaleciendo los corredores de conservación para mejorar las condiciones de vida de muchas comunidades rurales, brindando mejores horizontes de desarrollo para tantas regiones postergadas de nuestro extenso país.