Allá por comienzos de diciembre cuando las precipitaciones no aparecían y las reservas se ajustaban complicando las implantaciones tardías, el comienzo de la segunda quincena trajo soluciones que perfilaban un inicio de verano quizá deficitario, pero no con la sequía que sobrevino. Aquel evento pluvial que se dio antes de las fiestas, fue el único episodio de gran cobertura y con milimetrajes generosos que tuvo esta campaña. Luego el comportamiento de las precipitaciones comenzó a ralearse, los frentes pasaban y sólo en zonas puntuales ofrecían chaparrones que valían para sostener las exigentes condiciones ambientales que comenzaban a generalizarse. Luego de haber pasado un enero seco, la región pampeana le exigía a febrero una recuperación perentoria de las precipitaciones. La misma llegaría a cuenta gotas y en forma muy sectorizada, como ya hemos comentado, febrero no salvo a nadie.
En el norte del país, la escasez de precipitaciones también comprometió el desarrollo de la campaña, principalmente en la zona algodonera del Chaco central, mejorando hacia el norte de Corrientes y la franja agrícola de Salta. El norte de la Mesopotamia, tuvo períodos secos y cálidos que hostigaron el desarrollo de los cultivos, pero nunca llegaron a padecer la seca que debieron atravesar las sementeras de la región pampeana. En el NOA podría decirse lo mismo.
Uno de los hechos pluviales más dispares de este verano se dio en el centro de Chaco. En la segunda quincena de enero, cuando la seca ya estaba más que instalada, llovieron más de 400 milímetros. En Presidencia Roque Sáenz Peña en un solo día cayeron 230 mm, provocando inundaciones en toda el área. El hecho inédito no cierra en este record pluvial, ya que las lluvias de febrero volvieron a la escasez previa, con registros de apenas 15 milímetros en la zona. Si se analiza el trimestre diciembre febrero, desde el punto de vista del acumulado de lluvias, las mismas fueron normales para la zona, sin embargo el efecto devastador de la seca es muy notorio y en el medio del proceso, algunas localidades quedaron inundadas. Es muy difícil pretender desarrollar estrategias para lograr buenos resultados en un contexto climático semejante.
En la región pampeana, en muchas ocasiones los sistemas frontales que la recorrieron durante el verano, generaron condiciones de tiempo severo, sin embargo sólo de manera muy puntual se observaron tormentas con oferta superiores a los 50 milímetros. La escasez de lluvia fue la característica del verano que predomino en la gran escala. Las soluciones pluviales de escala reducida no cuentan a la hora de hacer el análisis de los resultados de la campaña, eventualmente y como ya hemos mencionado, el único auxilio real fue el que dio la napa. Claro, este recurso no estuvo disponible en forma homogénea, pero allá por el mes de enero cuando los cultivos que se habían sembrado con buena humedad alcanzaron esta provisión subsuperficial, encontraron la llave que los condujo a mantener la performance de los rendimientos. Por otra parte, no debemos olvidar que a principios de octubre, la pampa deprimida y gran parte de la cuenca del Salado bonaerense, deseaba que las lluvias de primavera no muestren su habitual máximo. Esta demanda fue cumplida, pero el secamiento fue tan vertiginoso, que muchas zonas de la cuenca del Salado están cerrando la campaña con magros resultados. Otro serio impacto de la volatilidad climática
El verano termina con todos los productores del país esperando el cambio que no llegó en febrero ni en la primera quincena de marzo. Instalados ya en el proceso de transición estacional, la situación parece evolucionar dentro de un contexto dinámico algo mejorado. Las lluvias tropicales regresaron al centro norte de la Mesopotamia y al menos para este fin de semana, las lluvias son más prometedoras en el centro este de la región pampeana.
Habrá que ver en los hechos cual es finalmente la distribución de precipitaciones. El pronóstico define expectativas que son mejores para el corredor que va desde el sur de CB al sur entrerriano, pero considerando el comportamiento errático y deficiente que ha tenido la oferta de agua en el verano, puede haber sorpresas y las precipitaciones pueden ganar territorio. Como sea, el patrón deficitario muy probablemente termine imponiéndose al final de marzo en gran parte de las zonas agrícolas, con sectores mejorados, pero sin que se haya resuelto la seca.