En esta campaña que está comenzando, las muy buenas reservas hídricas de gran parte del área agrícola nacional promoverían un nuevo aumento en la superficie. Otro de los factores que continúan impulsando al maíz está vinculado con un creciente problema de malezas resistentes tolerantes, que se va haciendo cada vez más complejo. Junto con el incremento del área, la importante demanda de híbridos de punta presagia grandes inversiones en la aplicación de tecnología. No obstante, la tendencia a la recuperación de planteos tempranos registrada en el ciclo pasado se vería atenuada por anegamientos que en muchas zonas impiden el inicio de la siembra.
Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la superficie prevista para la
campaña 2017/18 podría alcanzar los 5,4 millones de hectáreas y se ubicaría como
la más alta de las últimas 17 campañas, marcando un nuevo récord. Sin embargo,
para que esta tendencia consolide un crecimiento sostenido es indispensable que
la demanda para consumo interno crezca y se ganen mercados internacionales,
logrando así desarrollar todo nuestro potencial en carnes, lácteos, productos de
molienda, bioetanol, biogás y biomateriales.
El comercio de carnes y otros productos de la cadena crece exponencialmente y nos ofrece una gran oportunidad para aumentar las exportaciones. La Argentina exporta más del 60% de su producción de maíz sin transformar, tendencia que no se observa en ningún otro país. Entre los grandes productores, EE.UU. exporta como grano sólo un 13% y Brasil un 35%. Por su parte, China no sólo consume su producción de más de 200 millones de toneladas, sino que además importa. Son mayoría los países que deben importarlo para abastecer industrias que crecen impulsadas por el aumento de la población y el nivel de ingresos. En el mundo, el maíz es considerado mucho más que un alimento, es el recurso renovable más valioso y un cultivo estratégico para el desarrollo, por su capacidad para generar empleo e inversiones.
La apertura al mundo ofrece nuevas oportunidades, pero nos obliga a darles competitividad a nuestras industrias de transformación, muchas de las cuales atraviesan graves dificultades. Para lograr esto es indispensable reducir el "costo argentino". Los costos internos, altos en mano de obra, transporte, financiamiento, combustibles, energía y administrativos, dejan a la Argentina en desventaja frente a otros países. Los elevados impuestos, la evasión impositiva y el retraso del tipo de cambio también dañan la competitividad. Este desarrollo debe combinarse con un trabajo activo del Gobierno para lograr acuerdos con terceros países que nos permitan ubicar todos esos productos transformados.
Hemos pasado décadas de abandono en la construcción de bienes comunes, sin pensar en el largo plazo. El ejemplo más representativo es el sistema de transporte. El resto del mundo ha creado sistemas logísticos altamente eficientes como base de sus cadenas de valor. La Argentina debe refundar su sistema ferroviario e integrar a todo el territorio nacional.
Es clave comenzar a trabajar en equipo, valorizando los intereses comunes entre el sector público y el privado, para diseñar políticas sustentables que permitan realizar las inversiones necesarias para agregar valor a las producciones locales y promover el desarrollo. El desafío que enfrenta nuestro país es muy grande, nosotros podemos hacerlo.
El autor es presidente de Maizar