Esto va, en especial, para el Gobierno, a cuyos integrantes el asunto los incomoda y los enfrenta a sus propios errores y limitaciones.
Pero también para los oportunistas de siempre, como Cristina Fernández y su operador Horacio Verbitsky, quienes sobreactúan su compromiso porque quieren imponer la idea de que Macri lo mandó a desaparecer como tema principal de la campaña electoral.
En la madrugada del 25 de enero de 1997, los custodios del empresario Alfredo
Yabrán asesinaron al reportero gráfico José Luis Cabezas.
Se trató del más brutal atentado contra la libertad de expresión en democracia.
Horas después, los padres de José Luis, atravesados por un infinito dolor, escribieron una carta con el título: "No se olviden de Cabezas".
Gabriel Michi, su compañero de aventuras periodísticas, la incluyó en el libro que presentó el pasado 15 de diciembre, en el salón Los pasos perdidos del Congreso. El libro se llama Cabezas. Un periodista. Un crimen. Un país.
La carta de los padres de José Luis tenía la impronta del justo dolor. Ellos nos pedían a los periodistas que no nos olvidemos de Cabezas. Que fuéramos capaces de separar el uso político que se le estaba dando al asunto de los hechos reales. Decía la carta: "Sabemos que ustedes (la prensa) son nuestra garantía para que este tema se mantenga bien en lo alto hasta que se haga justicia".
Y terminaba así: "No se olviden de José Luis Cabezas". Esa consigna puso a casi toda la Argentina en un solo lugar: el de la búsqueda de la justicia y el fin de la impunidad, sin importar quienes fueran los responsables, o las consecuencias políticas del esclarecimiento del hecho.
En este mismo instante hay, en el expediente judicial, una grieta insoportable. Una grieta entre quienes, desde el lado del Gobierno, trabajan a destajo para neutralizar los testimonios de los mapuches que dicen haber visto como los agentes atraparon, arrastraron y se llevaron a Santiago Maldonado en el medio del operativo, a las 11:30 de la mañana del primero de agosto de este año. Y del otro lado están quienes, desde el lado de la expresidenta, Verbitsky y la procuradora Alejandra Gils Carbó y otros, no aceptan otra hipótesis que no sea la desaparición forzosa.
Una desaparición perpetrada, según ellos, por un grupo de gendarmes que participó del desalojo de la ruta 40.
Una desaparición, según ellos, convalidada por la Ministra Patricia Bullrich y el Presidente Macri.
Detrás de cada hipótesis hay una especulación política. Desde el gobierno dicen que Cristina quiere instalar la desaparición de Santiago como monotema, para destruir a una Gendarmería que está peleando con éxito contra el narcotráfico.
También dicen que quieren desprestigiar a la fuerza para instalar la idea de que en octubre Cambiemos ganará con fraude. También para presentar a los peritos de Gendarmería que trabajan en la reconstrucción de la muerte del fiscal Alberto Nisman como unos truchos.
Es que estos peritos dictaminarían que Nisman no estaba solo cuando murió. Y ésta evidencia sería una mala noticia para Cristina, quien, después de varias idas y vueltas, alentó la teoría del suicidio.
Entre los operadores de Cristina, cuyo jefe intelectual es el propio Verbitsky, quieren instalar la idea de que Macri es Videla. Que este es un gobierno que chupa gente. Que tiene fuerzas de seguridad que utilizan a agentes de los servicios para infiltrarse en las manifestaciones y reprimir y torturar y desaparecer. Por supuesto, se trata de una teoría delirante. Igual que la idea de Hebe de Bonafini, quien sostuvo que el Presidente mandó a matar a Santiago Maldonado.
Son hipótesis tan tiradas de los pelos que no hacen más que favorecer a Cambiemos.
En efecto, según una encuesta de Poliarquía (aún después de la protesta del viernes 1´ de septiembre pasado, el momento de mayor interés por el caso) Cambiemos mejoraba por 5 puntos su performance electoral en la provincia de Buenos Aires, y dejaba a Unidad Ciudadana bastante más atrás que en las PASO de agosto.
Por eso, hay que volver al punto de partida.
Hay un hecho conmocionante que debe ser esclarecido. Y hay un aprovechamiento político que ya está siendo repudiado por la mayoría de la sociedad.
Mientras tanto, repitamos, para que el gobierno y también los oportunistas de siempre lo tengan bien presente: No se olviden de Santiago Maldonado.