Pero hay novedades que trascienden el calendario electoral. Sobre todo en los alineamientos socioeconómicos del voto. El peronismo sigue canalizando las preferencias de los sectores más desprotegidos. Pero ya no ejerce un monopolio. Los cambios sugieren que la crisis por la que atraviesa esa fuerza excede la disputa por el liderazgo. Y se refieren a otro enigma: la identidad del oficialismo.
La ex presidenta ganó la competencia por la senaduría. Pero fue por un margen
ínfimo: superó a Esteban Bullrich por sólo 0,21%. Para ella ese desenlace debe
ser muy desconcertante. El monitor electoral que actualizaba a diario Artemio
López le había prometido 38,9% de los votos contra 28,2% del ex ministro de
Educación. Los bonaerenses tuvieron otra idea. Le dieron un 34,27%, casi
empatado con el 34,06% de su contrincante principal. La divergencia entre lo
ocurrido y lo esperado plantea un problema mucho más agudo que un error en los
sondeos. Desnuda un desacierto en el diagnóstico. A la señora de Kirchner le
parecía natural arrasar en la provincia. Sería la consecuencia inevitable de una
administración que, como la de Mauricio Macri, está condenada a ejecutar un
recorte despiadado en el nivel de vida de la gente. Estos comicios, suponía
ella, desbaratarían el malentendido que se produjo en 2015: el pueblo eligió,
engañado por la prensa y contra sus propios intereses, a un ajustador serial.
Dos años después, abandonaría esa ilusión óptica y castigaría a Macri por la
insensibilidad de sus políticas, determinando su derrumbe. Esta lectura,
desarrollada en el documento fundacional de Unidad Ciudadana, fue puesta en tela
de juicio por las urnas. La eterna contrariedad de la narrativa kirchnerista con
los números.
La principal dificultad de Cristina Kirchner para octubre es convivir con esa mala interpretación. Macri no colapsó. Cambiemos mantuvo la performance del año 2015. Y logró mejorarla en zonas azotadas por la miseria. Con el agravante de que la economía promete seguir jugándole a favor. Ayer se supo que en junio se crearon 16.000 puestos de trabajo; y que, en comparación con junio de 2016, el incremento fue de 186.400. Marcos Peña aseguró en Diputados que la economía está creciendo a un ritmo anual del cuatro por ciento. Quizás así se explique que en su presentación de ayer, en La Plata, la ex presidenta haya hablado más de la desaparición de Santiago Maldonado y del escrutinio provisorio que de la crisis humanitaria que desató el Gobierno. Al mencionar injusticias, prefirió referirse a las que sufre ella. Por un instante, la víctima cambió: la candidata ocupó el lugar del pueblo.
Peña dará lugar a otra perplejidad sobre el estilo de Cambiemos. Ayer condenó
la dictadura venezolana. Pero el 13 de septiembre estará en Cuba. Inesperado
acto de campaña.
El inconveniente del desajuste de las expectativas de la señora de Kirchner con los datos es que se extendió a intendentes y sindicalistas. Los dirigentes de la CGT organizaron una movilización a la Plaza de Mayo porque creyeron en las valoraciones de la señora de Kirchner. Varios de ellos se lo confesaron ayer a Jorge Triaca: "Nos embalamos con Cristina". Algunos quieren corregir el extravío. El más atrevido fue José Luis Lingeri, "Mr. Cloro". Lanzó un spot publicitario elogiando las obras de saneamiento del Gobierno. Ni en tiempos de Odebrecht se lo vio tan generoso.
La confusión ganó también a los alcaldes que siguen a la ex presidenta. A la luz del escrutinio habrá que renegociar el contrato. Se entiende que ayer, en La Plata, ella haya subido al escenario a esos seguidores principales. En el comando de campaña de Cambiemos explican: "Vamos a dejar que pase un mes y, con las encuestas de octubre, veremos quiénes llaman. Para esa fecha ya se sabrá quién tendrá el poder los próximos dos años".
Septiembre será destinado a disputar en la estructura. De las premisas iniciales hubo una que se consolidó: Cristina Kirchner debe muchísimo a La Matanza. Allí obtuvo el 11,21% de sus votos. Ahora buscará atraer a quienes acompañaron a Florencio Randazzo. Ya sedujo al intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, y se propone capturar al de San Martín, Gabriel Katopodis, quien la semana pasada elogió la unidad del peronismo. Es la forma elegante de anunciar un corte de boleta a la medida de lo que pidan los vecinos. El más veloz de estos caudillejos suele ser Francisco Echarren, de Castelli. Después de inaugurar el barrio Julio De Vido, se sumó a la gestión de María Eugenia Vidal como secretario de Hábitat. Decepcionado por motivos misteriosos, migró hacia Randazzo. Este fin de semana también elogió las virtudes de la unidad. Estas fluctuaciones tienen una sola lógica. Para garantizar el poder local hay que repartir la propia lista de concejales con la boleta de senador más conveniente.
El principal objetivo del avance del kirchnerismo sobre el randazzismo residual es el Movimiento Evita. Cerca de la señora de Kirchner se examinan las obras encargadas a cooperativas de esa agrupación en el Programa Federal de Viviendas. El que aporta más datos es Walter Festa, el intendente de Moreno. En La Cámpora fantasean con denunciar "un nuevo Sueños Compartidos". Deliciosa autocrítica.
Cristina Kirchner tal vez modifique su estrategia de comunicación. Por ejemplo, conceder alguna entrevista a alguien que no sea su empleado. Susana Giménez se autoexcluyó ayer como opción: "Sería traicionar mis principios y mis ideas", tuiteó. Al lado de la ex presidenta aclararon: "Se trató de una confusión, porque no hubo contacto entre las divas ni entre sus colaboradores". El que hablaba era un ultrakirchnerista raro, con sentido del humor. Atribuyó el equívoco a Daniel Scioli: "Es nuestro hombre en la farándula". Ayer, sin embargo, la ex presidenta se ufanó de haber ganado unas elecciones sin pisar un set de TV. Olvidó a C5N. La ingratitud en que suele incurrir la familiaridad.
También en Cambiemos hay una valoración muy alta del papel de los intendentes en la pelea por el voto. Tal vez excesiva. Es verdad que en San Miguel y en Malvinas Argentinas, donde Joaquín de la Torre y Jesús Cariglino abandonaron a Sergio Massa y se pasaron al oficialismo, aumentó el caudal de votos. Pero en Quilmes, Lanús y Pilar, donde gobiernan hombres de Pro, Bullrich perdió frente a Cristina Kirchner.
Sobre el volumen electoral de Massa hay una discusión abierta: ¿conservará buena parte de lo que obtuvo? ¿O lo perderá porque ya se sabe que es improbable que ingrese al Senado? En el comando de campaña de Bullrich creen que el electorado al que primero deben dirigirse no es al de Massa. Es al de los que no fueron a votar. El ausentismo fue mayor allí donde Cambiemos suele ganar. Sobre todo en el interior de la provincia.
Sin embargo, la novedad más interesante de las elecciones de agosto tiene que ver con algunas correlaciones entre preferencia electoral y situación económico-social. El equipo de Bullrich superpuso el mapa de los resultados a un mapa que registra la estratificación de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. El resultado de ese cruce confirma, en general, lo que se presume. Cambiemos y Unidad Ciudadana están en una relación simétrica: a mejor nivel de vida, más adhesiones obtiene Bullrich. Y, al revés, Cristina Kirchner mejora en las zonas más castigadas. Sin embargo, esa equivalencia no es tan rígida. En los estratos "medios bajos", "bajos" y aun en los "marginales", Bullrich superó las marcas que esperaban los directores de su proselitismo. Entre los diez distritos en los que el oficialismo mejoró más los resultados de las primarias de 2015, hay cuatro en los que predominan las necesidades básicas insatisfechas: Moreno, Malvinas Argentinas, San Miguel y Capitán Sarmiento. En el interior se repite la misma "paradoja": en el paraje Las Playas, de Córdoba; en el circuito 301, de Rosario; en Pinto, Santiago del Estero, por nombrar lugares donde reina la indigencia, Cambiemos tuvo éxitos llamativos.
Estos movimientos abren incógnitas sobre un cambio de configuración política de largo alcance. Plantean la posibilidad de que la crisis de 2001, que terminó de desfigurar el perfil social y, sobre todo, laboral, de la Argentina, haya llegado al peronismo. Es un interrogante que todavía no se formuló la dirigencia sindical. Pero que sí han expuesto, con profundidad variada, Juan Carlos Torre, Rodrigo Zarazaga y Pablo Semán en publicaciones de estos días. Pero el PJ no sólo padece un cimbronazo tectónico en su base. Enfrenta también otro desafío. Cambiemos es una variante agresiva de no peronismo. No acata la "división del trabajo" a la que se adaptó la UCR desde 1945. Quedó al desnudo en la diatriba de Vidal frente al periodista Diego Brancatelli: habló de pobreza, no de instituciones. El oficialismo es un animal extraño. Sirve de canal político a los sectores medios. Pero no renuncia a la representación de los necesitados.