Las tempestades que azotaron las principales cuencas lecheras argentinas en los últimos años no hicieron más que acelerar un proceso de concentración que se repite en todo el mundo. En 1988 nuestro país contaba con 30.131 tambos, cifra que se redujo a menos de la mitad para 2002. Tras el último batacazo climático y según las primeras estimaciones oficiales, apenas 11.000 seguirían operativos de cara al segundo semestre de este 2017.
La facturación promedio anual de los tambos argentinos ronda los US$ 250.000; es decir, unos US$ 2.770 millones, cifra que prácticamente se duplica a la salida de fábrica, representando un negocio para la industria de US$ 5.338 millones, equivalente al 1% del PBI.
En diálogo con MOTIVAR, Jorge Giraudo -coordinador del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina- afirma que “el futuro solo depende de nosotros”.
Pero advierte: “No hay que errar en el diagnóstico, ni demorar las acciones”.
En la práctica, los 650 tambos más grandes –aquellos que producen más de 6.000 litros diarios- despachan tanta leche como los 7.600 establecimientos más pequeños. “Hay una dispersión muy grande en el tamaño de nuestros tambos, lo cual genera problemas de escala; tema estructural que debe resolverse más pronto que tarde”, reflexiona Giraudo.
A diario pastan los suelos argentinos alrededor de 1,72 millones de vacas lecheras que, solo en 2016, produjeron 9.895 millones de litros. La cifra significa una caída del 12,5% con respecto al año previo, producto de las inundaciones que golpearon algunas de las cuencas más importantes, como las de Santa Fe y Córdoba.
“El año 2017 comenzó con otro fenómeno climático adverso para el sector”, resume el último informe elaborado por OCLA, donde se volvieron a repetir los excesos de lluvias prácticamente en las mismas zonas que fueron afectadas en el segundo trimestre de 2016. La variación de producción en el primer trimestre de este año, que fue del -7,83% a tambo constante y de -14,16% en producción total, parece estabilizarse e incluso mostrar pequeñas mejoras a partir de fines de abril.
Siempre según cifras oficiales, para marzo de 2017 la distribución geográfica de las vacas es la siguiente: Córdoba (31,9%); Santa Fe (30,4%); Buenos Aires (28,2%); y Entre Ríos (4,9%), siendo estas las más importantes.
En lo que respecta a estadísticas generales del sector y según un estudio de la consultora internacional KPMG, puede decirse que en el año 2015 Argentina alcanzó una participación cercana al 1,8% de la producción global de leche (alrededor de 11 millones de toneladas), cifra que viene manteniéndose más o menos constante en la última década.
35. Son los centavos de dólar que recibe en promedio el productor argentino por cada litro de leche que despacha.
Nuestro país es, además, el segundo productor de América Latina, después de Brasil (que alcanza una participación del 5% con algo más de 34 millones de Tn) y el 15º a nivel mundial, luego de países como EE.UU. (1°), India (2°), China (3°), Brasil (4°) y Nueva Zelanda (8°).
Entre las problemáticas que enfrenta el sector, Giraudo destaca la concentración industrial, la caída de la participación del productor en la facturación de toda la cadena y la marginalidad del sector. “La caída del peso del productor en la masa de facturación de toda la cadena fue muy pronunciada al pasar del 31,7% a 22% en diciembre de 2015. Ahora, está en el 28,3% y lo que podemos señalar es que todos los sectores pierden, pero ocurre un efecto aplastamiento sobre los productores que no pueden trasladar esa caída”, grafica.
“La concentración industrial es otro de los problemas que enfrenta el país, porque paradójicamente está demasiado atomizada. En la medición “CR4” (cantidad de leche que reciben las cuatro compañías principales), Argentina ronda el 40% e incluso tras la caída de SanCor, esa cifra seguramente sea menor.
En cambio, Nueva Zelanda tiene un índice del 97%, donde Fonterra se queda con el 87%; Dinamarca, 95% -Arla Food (89%)-; y Uruguay 87% -Conaprole (72%)-”, repasa el especialista. Y completa: “No defendemos un proceso de concentración, pero competimos con países que sí lo hacen; tienen un menor costo productivo y mayor poder de negociación con la cadena comercial”.
Asimismo, el coordinador de la OCLA sostuvo que la lechería marginal es un flagelo, no solo por la evasión de impuestos, sino por la seguridad alimentaria y una competencia desleal para los formales.
“La facturación mensual del tambo argentino promedio (2.700 litros por día) fue $ 524.000, en 2014; pero en el período 2015 – abril 2017 esa cifra fue de $ 366.000”.
“Se calcula que la informalidad está en torno al 20% tanto en la compra de la leche primaria, como la venta de productos a los comercios, reduciendo o anulando la posibilidad que las empresas formales accedan a estos. Como consecuencia, vuelcan esa producción a las grandes cadenas que fijan precios. Esto no hace otra cosa que perjudicar la industria que paga impuestos”, explica.
“En los últimos años y desde el bloqueo ruso a la compra de alimentos provenientes de Estados Unidos y Europa, se desató lo que, en Nueva Zelanda, alguien denominó la tormenta perfecta”, comienza su descripción del pasado reciente, Giraudo.
“En abril de 2015, los europeos dejaron de poner cuotas de producción, generando un aumento en la oferta global de lácteos. Por su parte, el petróleo cae a un piso de US$ 30, lo que impacta de lleno en las compras de leche que hacen los países productores, fuertes importadores de este insumo”, describe nuestro entrevistado.
Vale decir que también se devalúa el Euro contra el Dólar, llegando a una relación de 1 a 1,05, bajando precios internacionales de la industria lechera. “En agosto de 2015, el precio de la leche en polvo toca su piso de US$ 1.590 la tonelada. Todo esto generó una caída estrepitosa del precio de la materia prima que recibieron los productores”, sostiene.
A todos estos problemas que atentan contra la industria a nivel mundial, en la Argentina se suman algunos contratiempos domésticos.“La crisis local se acentuó por la devaluación, la quita de retenciones al maíz y las inundaciones. Sin embargo, hoy en todos los países los productores reciben alrededor 35 centavos de dólar por litro; incluso en la Argentina obtienen unos centavos más que en Nueva Zelanda”, asegura Giraudo.
Diversos analistas coinciden en que la foto actual es más benévola que la película de terror que vivieron los productores en los últimos años y Giraudo pone en números esa situación. “En 2014, a valores actuales, el precio promedio del litro de leche llegó a los $ 6,39 para caer a fines de 2015 a $ 3,74; y hoy, estamos en $ 5,29”, explica el especialista y completa: “La facturación mensual del tambo argentino promedio (2.700 litros por día) fue $ 524.000, en 2014; pero en el período 2015 – abril 2017 esa cifra fue de $ 366.000. Es decir, que a estos tambos les faltaron $ 158.000 cada mes, durante los últimos 28 meses”.
Si se traza una línea sobre los precios históricos de la leche, en las últimas décadas, la volatilidad se incrementó del 14% en la última del siglo XX a 33% en el período más reciente.
De cara a futuro, Giraudo sostiene que, tenemos que generar un programa anticíclico como tienen los países desarrollados para afrontar las crisis desde otro lugar. “La Unión Europea sale a comprar stock y Estados Unidos interviene con el aseguramiento de margen, nosotros tenemos que encontrar nuestros mecanismos para frenar esta situación”, concluye.
Fuente: Infortambo