La decisión de los agricultores argentinos de postergar lo máximo posible la comercialización de la soja no hace distinción entre gobiernos kirchneristas o macristas. Más aún, tras la reducción a cero de los derechos de exportación del trigo y del maíz dispuesta por el actual Gobierno, la oleaginosa se convirtió en la principal moneda de cambio retenida por los productores tras las cosechas. Sustenta esta práctica, además, una amplia variedad de créditos para el sector agropecuario, que permite preservar la soja para su comercialización sólo bajo necesidades muy puntuales y, sobre todo, cuando el valor ofrecido por fábricas y exportadores resulta atractivo para las expectativas del vendedor.
Como uno de los resultados de esta realidad comercial, recientemente el Ministerio de Agroindustria de la Nación elevó en un 6,9% las existencias finales de soja de la campaña 2015/2016, al incrementarlas de 7,30 a 8,10 millones de toneladas. Así, el remanente no comercializado por los productores se suma a los 58 millones de toneladas previstos por el organismo para la cosecha 2016/2017 y consolidan un volumen total para la oferta nacional del presente ciclo de 66,10 millones de toneladas.
En función de ese volumen, la Dirección de Mercados Agrícolas informó que al
24 del mes pasado las compras de soja conjuntas de la exportación y de la
industria sumaron 21.338.900 toneladas, un 12,3% por debajo del volumen
adquirido un año atrás, de 24.334.200 toneladas. El volumen reportado por el
organismo es equivalente al 32,3% de la oferta negociable detallada
anteriormente.
Y la consecuencia de la falta de fluidez en las ventas locales de soja ya se está plasmando en menores exportaciones de harina y de aceite de soja, dos rubros en los que la Argentina es el primer abastecedor global.
En efecto, el Senasa informó el martes que las exportaciones de harina de soja durante el primer cuatrimestre de 2016 cayeron un 38,6% respecto de igual segmento de 2016, al pasar de 8.889.453 a 5.457.735 toneladas. Vietnam continúa siendo el principal destino de la harina de soja argentina, con 956.164 toneladas, aunque sus compras cayeron un 30% desde las 1.358.799 toneladas precedentes.
Peor aún es la caída de las exportaciones de aceite de soja. Según el Senasa, las 324.263 toneladas negociadas durante el primer cuatrimestre de 2017 representan una caída del 82,7% respecto del volumen comercializado un año atrás, de 1.871.574 toneladas. En el período bajo análisis, la India volvió a ser el primer mercado para el producto argentino, con importaciones por 141.443 toneladas. Sin embargo, dicho volumen implicó una caída de sus compras de un 87% respecto de las 1.090.997 toneladas de igual segmento de 2016.
En el mismo período en que caen las exportaciones de harina y de aceite, las ventas externas de poroto de soja evidencian un descenso interanual del 3%, al pasar de 580.480 a 561.080 toneladas.
Impacto en la molienda
Andrés R. Alcaraz, gerente de Comunicaciones Corporativas y Relaciones Institucionales de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara), dijo a LA NACION que "hay preocupación en el sector" por la poca oferta que se consigue en el mercado y por la menor voluntad de venta de los productores. "La industria hoy opera en contramargen y pese a ello la capacidad ociosa en las fábricas aumenta y con ella se elevan los costos fijos", explicó el ejecutivo. Añadió que un nivel "aceptable" de inactividad en las plantas es del 12%, pero advirtió que hoy en la Argentina la capacidad ociosa en la industria de la molienda de oleaginosas "está en el 30%, en un sector capacitado para moler 62,1 millones de toneladas por año".
Según datos de Ciara, entre 2007 y 2017 el crecimiento en la capacidad de molienda del complejo oleaginoso argentino fue del 33,2%, al pasar de 46,6 a los 62,1 millones de toneladas actuales.
En el análisis de la coyuntura, Alcaraz señaló que a la preocupación por la retención de mercadería en la Argentina se suma el "peligro de que no se solucione en forma rápida el conflicto con EE.UU. por el biodiésel, dado que ello generaría una sobreoferta de aceite que podría provocar una caída de sus precios, en medio de un contexto internacional negativo para las cotizaciones de todo el complejo sojero".
En estricto off de record, un representante de una firma exportadora contó a LA NACION que el sector está "padeciendo" una escasez de soja que "no se esperaba, porque la cosecha fue muy buena y porque el volumen de ventas con que se inició el ciclo ya era muy reducido". Explicó que abril fue el peor momento, dado que mientras esperaban una fuerte entrada de mercadería, la realidad ubicó el volumen comercializado en un nivel "inesperadamente" bajo. "Durante el gobierno anterior el productor aducía no vender por el cepo cambiario, hoy eso ya no está, pero sigue atado a las mismas lógicas y prefiere mantener el grano a la vista en lugar de optar por herramientas (propias del mercado agrícola o financieras) que podrían generarle mayores utilidades", lamentó.
Y añadió que hoy la industria opera con márgenes muy malos y se ve obligada a "pelear" por la mercadería en el día a día. "Consideramos que de los 11/12 millones de toneladas de poroto de soja exportados en el ciclo 2015/2016, en el actual año comercial se venderán al exterior entre 7,5 a 8 millones", especuló.
Sin urgencias
Para Adrián Seltzer, de la corredora Granar SA, el retraso en la venta en la soja era algo "posible" por la conjunción de varios factores, entre ellos "la baja en el endeudamiento del sector agrícola; el aumento en los volúmenes de producción de cereales respecto del año anterior, y la mejora de los valores del trigo una vez finalizada la cosecha, que incentivaron ventas del grano fino", entre otros.
El especialista agregó que probablemente la tendencia de retener soja "no se revierta en el corto o mediano plazo, porque los productores en general tienen una visión optimista sobre el rumbo de las cotizaciones; no suelen tener, buena parte de ellos, objetivos de precios que actúen como disparadores de venta y, al no tener necesidades financieras a la vista, seguirán reticentes a vender".
A largo plazo, Seltzer explicó que entra a jugar un factor adicional: la anunciada reducción de las retenciones. "En enero pasado, mediante el decreto 1343/17, el Gobierno se comprometió a reducir en forma progresiva las retenciones a razón de medio punto porcentual mensual desde enero de 2018 hasta diciembre de 2019. Por ende, entrarán a tallar la baja de aranceles contra las tasas y los futuros del tipo de cambio para definir las ventas de la oleaginosa", dijo el analista.
Por su parte, Sebastián Gavaldá, de la consultora Globaltecnos, explicó que la actual retención de mercadería por parte de los productores responde a varios factores, entre ellos, los problemas de logística derivados de las inundaciones, que impiden sacar la producción del campo en muchas zonas; la actualidad con precios para la soja en pesos y en dólares inferiores a los tenidos en cuenta para los presupuestos financieros; la buena caja hecha con la venta del trigo, y la diversidad de opciones de créditos en dólares y a bajas tasas que facilitan la financiación y que permiten diferir la venta de la soja. "Considero que la tendencia a retener mercadería se va a mantener e incluso se puede acentuar con la cosecha del maíz tardío", dijo el especialista.
Advirtió que el stock de soja que se viene acumulando en la Argentina "es un condimento potencialmente bajista" para los precios y les recomendó a los productores seguir con mucha atención lo que vaya ocurriendo con la siembra de soja en los Estados Unidos. "Seguramente habrá momentos de volatilidad y chances para tomar algunos buenos valores. Pero si el desarrollo de la campaña estadounidense es bueno, vamos hacia un segundo semestre de precio planchados para la soja".