Desde el aire, un conjunto de gigantescos galpones se complotan para romper la monotonía de las pampas. Unos kilómetros al norte de la ruta 7, que se mete en la provincia de Santa Fé antes que La Picasa desbordada nos haga perder el rastro. Agua por todos lados.
Pero adentro de esos galpones, viven 7.000 vacas Holando que entregan un promedio de 35,5 litros en tres ordeñes diarios. No pisan el campo, lo miran desde sus cómodas camas de arena, que se recambia cada vez que es necesario. Y sólo caminan desde sus boxes hasta la sala de ordeñe, una calesita que cosecha leche 24 horas por día.
Es el tambo de Adecoagro, el primer “free stall” (estabulado) de gran escala en funcionamiento en el país. Una verdadera ruptura paradigmática, en un país donde parecía que difícilmente hubiera lugar para algo distinto al modelo pastoril que caracterizó a la lechería desde sus albores.
Le venimos siguiendo los pasos desde hace tiempo. De hecho lo visitamos varias veces desde que inició la construcción del primero, en 2005. Dos grandes establos para 3.000 vacas. Despues de una primera fase de aprendizaje, llegó el segundo: cuatro nuevos galpones. Pasos sólidos; y ahora Mariano Bosch –ingeniero en Producción Agropecuaria y CEO de Adecoagro— decide sacarlo a la palestra y mostrar que la idea se convirtió en una interesante realidad: en el último balance trimestral de la empresa, el tambo marcó una evolución muy favorable. Facturó más del doble que en el primer trimestre del año pasado, por la combinación del aumento de la producción y la mejora de los precios. La ganancia del Q1 2017 (medida como EBIT en el balance auditado de la compañía) fue de 2 millones de dólares.
- ¿Cómo fue que entraron en este modelo?
Cuando compramos este campo de Christophersen a Pecom, había un tambo con dos mil vacas en ordeñe, y lo íbamos a cerrar—relata Mariano Bosch-. No estaba dentro de lo que queríamos hacer. Queríamos escala y volumen relevante. Ese fue el punto de partida. Pero antes de liquidarlo nos preguntamos cuál era el sistema para Argentina. Vimos tambos de Nueva Zelanda, un montón en Estados Unidos, fuimos a Ancali en Chile, una explotación muy avanzada, en confinamiento completo. Nos metimos a fondo a ver los sistemas de producción en distintas partes del mundo. Lo trajimos a Mc Cluskey (un gran innovador en el tambo norteamericano, instalado en Indiana, a una hora de Chicago), en un momento íbamos a ser socios.
- ¿Y a qué conclusión llegaron…?
Nos convencimos de que en Argentina podemos ser los mejores en maíz y soja. Y también nos convencimos de que para producir leche, lo más importante es el confort de la vaca. Entonces definimos este modelo en lugar de sistema pastoril. Era la única forma de poder hacer algo de escala industrial. ¿Porqué no ir a un lugar donde el maíz fuera más barato? Pero además hace falta infraestructura. Venado Tuerto tiene agua en calidad y cantidad, temperatura y clima. Gente. Y arena para cama, que tiene que ser especial.
- Y capital…
Yo asesoraba a tamberos, y siempre vi que había que alcanzar grandes volúmenes. Y para eso hace falta capital. En Adecoagro tenemos acceso a capital, y eso permite ir a buscar la mejor tecnología. No se nos cruza por la cabeza no ir a buscarla a donde esté disponible. Es la forma de generar tu ventaja competitiva. Hoy tenemos el primer paso dado. Ahora viene lo divertido para pensar para adelante. La inversión total hasta ahora son 55 millones de dólares. Sin contar la tierra, que es marginal en este modelo.
- Pero la tierra les permite autoabastecerse de comida…
Totalmente. Tenemos 250 hectáreas de alfalfa cinco o seis cortes por año. Y unas 800 hectáreas de maíz por tambo y 600 de verdeos de invierno (avena y trigo) ensilados. Muchas van en la misma superficie donde se picó el maíz, para rotación. Se le puede hacer un corte temprano (mayo-junio) y se “quema” como puente verde. Y algo de raigras. Cada tambo tiene un módulo de rotación de 900 hectáreas. Usamos harina de soja o soja desactivada, de nuestra producción. Así, logramos un modelo de bajo costo por litro producido. Y no queremos que sea competitivo respecto al vecino, sino internacionalmente. El costo por litro es la forma de pensar. Estamos en el 10 por ciento de los tambos con mejores números de los Estados Unidos. Creemos que este es el sistema que nos funciona a nosotros. No decimos que es para toda la Argentina. Pero sin duda que va a haber más tambos como estos, y nos encanta mostrarlo con los brazos abiertos.
- ¿Las instalaciones fueron importadas?
Los galpones 100% nacional. Lo único que viene de afuera es la máquina de ordeñe. Unos 800.000 dólares. Y ahora la planta de biogás, el último eslabón para salir de cierta disconformidad: estábamos generando mucho metano y no nos gustaba. Ahora reciclamos la bosta, separándola de la cama de arena y metiéndola en el biodigestor. Entramos en una licitación de energía renovable y nos dieron un precio de 158 dólares el Mega, un precio ajustado pero que nos sirve para eliminar el problema de la bosta. Buscamos la tecnología más adecuada para nuestro sistema de bosta en cama de arena. Con este biodigestor vamos a abastecer de electricidad al equivalente del consumo de varias localidades de alrededor. Somos punta de línea así que se van a beneficiar con energía renovable María Teresa, Villa Cañás, San Gregorio y Cristophersen.
- Dos tambos, siete mil vacas, ¿hasta aquí llegamos?
--No! Hemos informado a los accionistas que apuntamos a duplicar a corto plazo. Sobre la base del camino recorrido y la experiencia adquirida, el objetivo es hacer un ‘dos en uno’: 7.000 vacas en un solo tambo. El equipo humano está maduro para encarar este nuevo salto, que nos acerca al próximo objetivo, que es industrializar nuestra producción. Hoy estamos en 240.000 litros por día, y la clave es mantenerse y superar esta productividad de 35,5 litros. Sobre esta plataforma, llegaremos a los 500.000 litros, una linda base para pensar en el procesamiento. No en hacer leche en polvo sino algo acorde con la calidad de leche que producimos, y la ventaja de procesar “in situ”.