Lamentablemente hay una categoría aún más nefasta que la de productor
inundado. Es la del ex productor sumergido. Son los que se despidieron hace casi
20 años de sus establecimientos con tres metros de agua sobre sus casas,
galpones y molinos para no poder entrar nunca más. El inundado sufre la pérdida
de cultivos pero al cabo de semanas o meses, como lamentablemente viene
ocurriendo en muchas regiones de la pampa húmeda, el agua ser retira y puede
volver a la actividad, aunque maltrecho. No es lo que ocurre en La Picasa.
Debajo del actual espejo de agua de la laguna, que creció de las 4000 hectáreas
originales a las 45.000 hectáreas actuales, quedaron las explotaciones de cerca
de 30 ex productores sumergidos. Se calcula que el 70% de la superficie afectada
son suelos agrícolas. Campos donde los maíces ya superaban en los años noventa
los 110 quintales por hectárea de rendimiento.
Un mar muy picado es lo que puede llegar a ver cualquiera que recorra los 15
kilómetros de la ruta 7 que atraviesa la laguna con una "banquina" de 4 metros
de agua de profundidad. En cambio, Armando Rey y Federico Furno siguen ubicando
donde estaban los puestos, las entradas y los caminos de los distintos campos o
la antigua estación de tren La Picasa. Hablan de fantasmas, de cosas que ya no
se ven, ni existen. Insisten en usar una terminología agrícola en lugar de la
marítima que es la que mejor se ajusta a la situación. Las lomas que fueron
agrícolas son en realidad islas que emergen en medio de la enorme laguna.
"A mí me gatillaron, tenemos el 100% del campo afectado, 700 hectáreas, y la
parte menos profunda debe tener dos metros de agua. Desde el año 98 que no pude
entrar más al campo. Hacíamos cosecha y teníamos novillos de engorde y vacas de
cría, además de un tambo de 1500 litros. Cuando nos empezó a correr el agua,
comenzamos a vender hacienda hasta que no quedó nada. Las últimas 150 vacas que
teníamos apenas pagaron la indemnización del puestero que teníamos hacía 28
años. Nos quedamos sin vacas, sin plata, sin nada" recuerda Federico Furno.
Armando Rey tiene un poco más de suerte. Aunque perdió 240 hectáreas bajo el
agua, aún le queda otra fracción de campo de 80 hectáreas en la que tenía un
tambo. Pero tuvo que cerrarlo porque el avance de la laguna se extendió hasta la
sala de ordeño. Demasiado riesgo para continuar con la actividad.
Entre los establecimientos sepultados por el agua está la cabaña La Josefina, de larga trayectoria en la raza Angus y premiada varias veces en Palermo. Funcionaba en las 4126 hectáreas de Matilde Rodríguez de Torno, con 2000 hectáreas agrícolas, que también desaparecieron a más de un metro de agua.
Los productores que fueron expulsados de la actividad, la mayoría vive en Diego de Alvear, Santa Fe, se vieron obligados a poner kioskos, heladerías y pizzerías en el pueblo. Edgardo Nou, que en ese entonces tenía veinte años, buscó un camino menos convencional: se hizo pescador. A la laguna había que sacarle algún de provecho. "Armé una empresa con todos los papeles en regla para abastecer de pejerrey a empresas exportadoras. Llegamos a tener tres lanchas y fuimos los primeros que usamos GPS en el campo, mejor dicho en la laguna, para ubicarnos donde teníamos las redes. Lo hice por un tiempo, por necesidad. Porque no soy pescador, soy productor", afirma Edgardo que volvió a la actividad y ahora tiene una empresa contratista de cosechadoras. Otro caso, es el de Juan Carlos Duhalde, coordinador de la Cuenca La Picasa, después de perder las 150 hectáreas frente a la ruta 7 en las que tenía 300 animales, se dedica a administrar el cementerio de Venado Tuerto.
¿Creen que van a recuperar alguna vez los campos, que volverán a ser productores? "Yo perdí la esperanza al igual que todos los productores que sufrimos el avance de la Picasa. Quizás lo vean mis hijos", responde Federico Furno.
El problema de las napas
Sin embargo, el drama que vive esta región no se circunscribe al espejo de agua de la laguna con olas que se levantan a más de dos metros de altura cuando sopla el viento sur. Sin dudas el daño económico más grande es la suba de las napas freáticas que afecta a miles de hectáreas de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Una zona que fue próspera y activa tiene ahora un riego altísimo para producir con campos saturados de agua que se inundan ante la primera lluvia o no tienen piso para la entrada de la maquinaria. O caminos donde aflora el agua generando pantanos intransitables. Ni hablar de lo que es vivir en las ciudades vecinas donde el agua contaminada aflora permanentemente en las calles y veredas. "Es muy difícil sacar las cosechas de aquí y transportar los 2500 litros de leche de nuestro tambo por los caminos es un drama" apunta Omar Maurizzi. Y agrega: "cuando llueve en Córdoba, nosotros nos ponemos a rezar porque se nos viene el agua". Es que el exceso de agua que sufre la región tiene mucho más que ver con el agua que viene de afuera que con las precipitaciones.
Todo comenzó con las inundaciones en el sur cordobés. En 1998 volaron parte de la ruta 33 para instalar once tubos de alcantarillas y dejar el paso del agua."La cuenca que aportaba a La Picasa era de 70.000 hectáreas, ahora es de 550.000 hectáreas. Todo un disparate," afirma Rey.
En su origen la cota de la laguna era de 98,5 metros que pasó a los actuales 104,38 metros, es decir casi seis metros por arriba. Pasaron veinte años y la solución sigue sin concretarse. Mientras tanto se gastaron fortunas de plata en estudios, vuelos de inspección en helicópteros y piedras para sostener la ruta 7.
Suficiente como para que los ex productores sumergidos por el agua pierdan todo tipo de esperanza.
La Picasa no tiene una salida para el agua que entra. Así, la laguna se viene expandiendo sin control. Se intentó solucionar el problema por medio de dos estaciones de bombeo que sacarían el agua hasta volver la laguna a la cota 98,5, que serían 3500 hectáreas de campo inundadas originariamente. Pero esta solución llevaba implícita una trampa. Las estaciones de bombeo gastan energía y la provincia de Santa Fe nunca puso la plata que tenía que poner para que la estación bombeara. "Las estaciones prácticamente no funcionaron en los últimos seis años.
Están los registros que certifican esto. Y cuando llegaron las últimas lluvias la cota estaba en 102,8 en lugar de estar en la cota mínima" afirma Jorge Raparo, productor afectado. Los productores organizados en el comité de Cuenca La Picasa vienen insistiendo con una propuesta aprobada por el Instituto Nacional del Agua de construir un canal aliviador que permitiría la salida por gravedad de la laguna.
"Nosotros pedimos abrir un canal regulador que sacaría cinco metros cúbicos de agua por segundo hacia Buenos Aires. Ese canal bajaría la laguna a la cota 102. Es decir, habría bajado entre dos y tres metros del nivel actual. Saldría todo por gravedad y en forma controlada. Y de esa cota hasta bajarla a la cota 98,5 trabajarían las estaciones de bombeo. Serían fortunas lo que el Estado provincial se ahorraría en energía", explica Rey. "Cinco metros cúbicos no inundan a nadie. Además el canal tendría una compuerta reguladora. Esto que es de sentido común encuentra una fuerte negativa en Hidráulica de Buenos Aires, en particular del funcionario Marcelo Rastelli. Se niega al canal aliviador, pero acepta construir otra estación de bombeo. Sabe que no hay plata para gastar en energía", responde Rey. El costo del canal no superaría los 7 millones de pesos. Y bajaría el pelo de agua. Suena más sensato que los 300 millones de pesos en camiones de piedra que se llevan gastados para apuntalar la ruta 7. Rastelli no respondió a las consultas de LA NACION.
Una región que tenía los mejores campos
La amenaza que provoca el crecimiento del espejo de agua de la laguna y las
napas freáticas que afloran en superficie
Juan carlos duhalde
Presidente Comité de Cuenca
"Los intendentes interesados en el turismo no dejan vaciar las lagunas"
Reclama que las lagunas puedan bajar al mínimo para que en épocas de lluvias
se puedan capturar los excesos
Edgardo Nou
Ex productor, ahora contratista
"Mi padre se murió sin ver el campo sin agua. Se perdió todo. Era una zona rica"
Las 230 hectáreas de su padre quedaron bajo La Picasa. Llegó a montar una
empresa de pesca de pejerreyes.
Omar maurizi
Productor afectado por las napas
"Es muy difícil sacar las cosechas, no hay piso o los caminos están intransitables"
Aunque su campo esta alejado de la laguna sufre la suba de napas como el resto de la región.