Sin transporte público a disposición de quienes quisieran concurrir a su trabajo, el éxito de la medida de fuerza estaba prácticamente asegurado. Sin embargo, los integrantes de la conducción de la CGT cometerían un grosero error de apreciación si consideraran que ha sido una jornada de gloria para ellos. No ha sido así. Una vez más, los grupos de piqueteros y los sectores de izquierda les coparon la parada y les escupieron el asado. Los violentos episodios que dejaron en evidencia la prepotencia con que los activistas intentaron cortar rutas y agredir a automovilistas o incluso a ciclistas que pretendían ejercer su derecho constitucional a circular libremente y su libertad de trabajar resultaron mucho más vistos y comentados que las pobres explicaciones acerca de la huelga brindadas por los triunviros de la CGT.
Ni en los días previos al paro ni tampoco ayer los líderes de la principal
central sindical fueron capaces de precisar con claridad las motivaciones de la
medida de fuerza. Por todos los medios a su alcance, intentaron sin éxito
desacreditar la idea de que se habían visto "empujados" al paro tras ser
corridos por los sectores del kirchnerismo y de la izquierda que les habían
copado el palco durante el masivo acto del 7 de marzo.
Junto a su falta de propuestas alternativas a la política socioeconómica del
gobierno macrista, los popes de la CGT se encontraron con un dato inesperado: la
fuerte presencia de ciudadanos que militaron en contra del paro, no sólo desde
las redes sociales, sino también mediante otras formas no muy frecuentes en
anteriores huelgas generales, tales como los ofrecimientos solidarios que
convirtieron autos particulares en vehículos de transporte colectivo.
Los piquetes hicieron el resto para terminar desacreditando la medida de
fuerza. Quienes decían parar para defender el trabajo y el salario
paradójicamente intentaban impedirles a los demás concurrir al trabajo.
¿Puede hablarse de un "paro contundente" o de un "alto acatamiento" de la
huelga? Difícilmente, porque la adhesión o no a un paro sólo puede determinarse
en un marco de libertad y no por la coerción de medidas agresivas.
Sectores de la oposición que convocaron al paro hablan de la ceguera del Gobierno y de su resistencia a ver la realidad. En todo caso, una ceguera mayor aqueja a aquellos sindicalistas que creen ver en esta modalidad de protesta el camino a la solución de los problemas. El de ayer fue el paro general número 40 desde la reapertura democrática de 1983. Esa cifra lo dice todo.
Consciente de sus limitaciones, la conducción de la CGT se abstuvo de hablar de la continuidad de un plan de lucha. Habló, en cambio, de la necesidad de seguir dialogando. No deja de ser un dato positivo para la Casa Rosada, donde se advierte que una profundización del conflicto no hará más que demorar la recuperación económica del país.
En el Gobierno, entretanto, impera cierta ambigüedad a la hora de definir sus relaciones con el gremialismo. Por un lado, se escucha que la idea de Macri es negociar, en adelante, sector por sector y no con "una CGT que cambia de posición cuando los corren algunos grupitos por izquierda", según la frase de un importante ministro. Por otro lado, dirigentes del oficialismo admiten que con "los gordos" de la CGT al menos puede dialogarse en mejores términos que con otros grupos mucho más radicalizados e impredecibles.
Macri también sabe que su capacidad de presión sobre aquellos dirigentes cegetistas no es menor. Muchos de ellos no podrían explicar el incremento de sus patrimonios personales o familiares. Otros no resistirían una auditoría seria sobre la administración de las obras sociales a su cargo o sobre el destino de los cuantiosos recursos que extraen sus sindicatos de los sueldos de sus afiliados. No fue casual que el Presidente hablara días atrás de "mafias" delante de varios jefes sindicales. Ni es casual que Gladys González, la interventora del gremio del hoy detenido Omar "Caballo" Suárez, suene otra vez como candidata a diputada.
Es probable que por todo eso, y por la incipiente recuperación de la economía, que se verá potenciada por las negociaciones salariales, el paro de ayer no sea el inicio de un plan de lucha. Saben los caciques de la CGT que la única verdad estará en las urnas y que su desafío no es desgastar al Gobierno para favorecer a Cristina Kirchner, con quien nunca estuvieron mejor que con Macri.