Pregunta: ¿por qué razón el cristinismo y los partidos de izquierda troskistas sumados a otros dirigentes tenidos como loquitos sueltos, se empeñan en comparar al gobierno de Mauricio Macri con una dictadura, le desean lo peor y agitan el fantasma del helicóptero? Respuesta: porque si la economía empieza a crecer, aunque sea en cuentagotas y Cambiemos gana las próximas elecciones de octubre, el peronismo, en cualquiera de sus variantes, podría "no volver" a ser gobierno hasta 2023.
Es decir: en términos de su propia lógica de poder, una eternidad. Otra
pregunta: ¿por qué los peronistas considerados racionales no salen a cruzar a
Hebe de Bonafini, el sindicalista docente de apellido Feo que gritó que quiere
que a Macri le vaya mal y los manifestantes que agitaban pequeños helicópteros
amarillos como si fueran un gracioso souvenir?
Respuesta: por dos razones básicas. Una: no desean contribuir a la polarización
entre Cambiemos y la ex presidenta. Y dos: porque quieren ver cómo termina la
película; no vaya a ser cosa de que Macri tuviera que irse de verdad y ellos
quedaran descolocados para la etapa que sobrevendría.
Para que se entienda bien: la etapa de empezar a repartir cargos por anticipado
en el medio del hipotético naufragio. Para probar que Cristina tuvo desde el
mismo momento del traspaso de mando una actitud golpista o destituyente no hace
falta escribir un tratado de Ciencias Políticas.
Solo con leer la trascripción de las escuchas que acaba de publicar Infobae.com
y agregarlas a las que fueron reveladas en #Majul910 y @lacornisaok cualquiera
puede obtener un panorama completo del pensamiento vivo de de la ex jefa de
Estado. Ella piensa de verdad que Macri se va a caer antes de tiempo.
Pero, además, Ella, su mayordomo político, Oscar Parrilli y otros, como el
dipuespía y dipuñoqui Rodolfo Tailhade y la procuradora general Alejandra Gils
Carbó trabajan a tiempo completo para debilitar al presidente y sacarlo de la
cancha.
¿El diagnóstico apocalíptico de Cristina es correcto? No. Ya sabemos que no
es una gran analista política. Si lo fuera, no hubiera convalidado la
candidatura de Aníbal Fernández como gobernador de la provincia de Buenos Aires
ni hubiese combatido a Daniel Scioli hasta vaciarlo de contenido y hacerle
perder las elecciones presidenciales.
Esas decisiones siempre tuvieron un único motor: su enorme ego político y
personal. Y ahora su nuevo diagnóstico tiene otro incentivo personalísimo: su
temor real de que no solo ella sino también su hijo Máximo, su hija Florencia y
otros, terminen en la cárcel. Y no como "presos políticos", sino como
integrantes de una asociación ilícita montada para cobrar coimas, robar plata al
Estado y hacer ricos a sus empresarios amigos. Cristina y sus muchachos y
muchachas, incluido Roberto Baradel, están forzando la máquina ahora porque
quizá mañana o pasado no tengan la oportunidad de hacerlo con el más mínimo
nivel de éxito.
El tiempo los apremia. Entre la primera y la segunda semana de abril Cristina
Fernández y sus dos hijos, su sobrina, Romina Mercado, Lázaro Baéz y tres de sus
hijos, Cristóbal López y Fabián de Sousa, el contador de la familia Kircchner
Víctor Manzanares, y otros, serán procesados en la causa Los Sauces por el juez
Claudio Bonadio.
Cristina, la dueña de Los Sauces S.A., con un 45% de las acciones, está
sospechada de ser la jefa de una organización criminal. Entre otros delitos, se
la acusa de retirar anticipos de dividendos de manera irregular y de haber
declarado fechas y montos incorrectos sobre la compra de la casa donde vive en
Río Gallegos. Máximo Kirchner, dueño del 35% de las acciones, es el
administrador de la Sociedad Anónima y apoderado de la sucesión.
Además es quien firmó todos los papeles. Y lo hizo porque su padre, en su momento, y su madre, lo dispusieron así. Solo un milagro podría evitar su procesamiento. Florencia Kirchner, a quien ya le incautaron casi $ 6000 millones de una caja de seguridad, figura como gerente y posee el 22.5% de las acciones de Los Sauces. Su situación es mejor que la de su madre y su hermano pero no tan buena como para evitar el procesamiento. Lázaro, sus hijos Martín Luciana y Leandro Báez, Cristóbal, De Sousa, Romina Mercado, Manzanares y otros aparecen como responsables de pagar cifras de alquileres por encima de los valores de mercado y de registrar y administrar los pagos de lo que sería considerado cohecho.
La causa Los Sauces se inició en abril de 2016 a partir de una documentada denuncia de la diputada nacional Margarita Stolbizer y con el asesoramiento de Silvina Martínez. Es, según fuentes muy cercanas a la investigación, el expediente contra la ex presidenta que avanza más rápidamente, porque las pruebas están a la vista y los delitos parecen evidentes. Aunque la estrategia de la principal sospechosa y su estrambótico abogado, Gregorio Dalbón, es plantarse en el lugar de víctima, como Milagro Sala, los datos que la condenan son abrumadores. Y, como si esto fuera poco, Cristina Fernández acumulará su tercer procesamiento.
El primero es el del expediente "dólar futuro", causa que se acaba de elevar a juicio oral. El segundo es el que investigan Gerardo Pollicita y Julián Ercolini. Allí a pesar de que el fiscal, en su impecable dictamen, la colocó como presunta jefa de una asociación ilícita, el juez cambió el concepto de jefa por el de miembro, ya que consideró que el presunto "jefe original", Néstor Kirchner, ya no está entre nosotros. De cualquier manera, la dinámica de la lógica procesal pondría a los fiscales y los jueces entre la espada y la pared, y ante la duda cierta de dictarle la prisión preventiva.
Los que aman a Cristina de manera incondicional se anticiparán con el argumento clásico de que ella siempre estuvo a derecho y nunca intentó fugarse. Pero los que leen con detenimiento el código penal y no la quieren también podrán explicar que no es necesaria la sospecha del intento de fuga para interrumpir la libertad ambulatoria de un procesado. Que con la acumulación de tres procesamientos y la capacidad objetiva de la ex presidenta de interrumpir la investigación, la prisión preventiva y efectiva estaría plenamente justificada.
En la mesa chica de Cambiemos, la posibilidad de una foto de Cristina
esposada, con un casco como el que tuvieron puesto Lázaro Báez y José López
sería considerada la peor de las noticias. Prefieren que la viuda de Néstor
compita sin ninguna limitación, se defienda como pueda de las acusaciones de
ladrona y coimera y pierda frente a la módica propuesta del oficialismo. Es
decir: somos lo menos peor. Confían en que la batería de anuncios como el Plan
Procrear, los créditos para viviendas de los bancos públicos, el aumento del
consumo, el módico crecimiento de empleo y la leve baja del próximo índice de la
pobreza; la liquidación de los dólares por la venta de la soja y otros productos
del campo y el incremento de la plata en el bolsillo que van a tener los
jubilados y los sectores de menores recursos llenen a los diarios de buenas
noticias y se opere un cambio de clima alentador.
Dicen que ya no hay manera de evitar el recrudecimiento de la grieta. Que el clima de campaña preelectoral se instaló, y no bajará su intensidad hasta que se conozca el resultado de los comicios.