Las exportaciones de harina de trigo aumentaron 29% en volumen y 23% en valor en este año comercial. Así se desprende de datos relevados por la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), que agrupa a los molinos del sector, con datos a octubre pasado.
Esa información hace caer otro relato del kirchnerismo: que había que
mantener retenciones diferenciadas para que pudieran exportarse productos con
mayor valor agregado antes que sólo el grano.
Hasta diciembre pasado, cuando asumió el gobierno de Mauricio Macri, el grano de
trigo pagaba un derecho de exportación del 23% y la harina, una tasa del 13%.
Cuatro días después de asumir, el Presidente eliminó esas retenciones. Además,
el Gobierno avanzó en la eliminación de los cupos para exportar, que trababan la
comercialización.
Según los datos de FAIM, entre noviembre de 2014 y octubre de 2015,
considerando ese ciclo comercial, las ventas al exterior de harina de trigo se
ubicaron en 408.782 toneladas por 133,7 millones de dólares.
En tanto, en el período noviembre de 2015 y octubre de 2016 las exportaciones de
harina alcanzaron las 527.643 toneladas por US$ 165,1 millones. Las retenciones
se eliminaron en diciembre del año pasado y junto a la quita de las trabas para
exportar dinamizaron el mercado desde ese momento.
En el balance, el volumen exportado entre un período y otro subió en 118.861 toneladas, lo que representa un 29% de aumento. Y los molinos generaron US$ 31,4 millones más para el país, un 23% de crecimiento.
Pese a la mejora de la exportación, todavía está lejos del nivel de 2011, cuando se exportaron un millón de toneladas de harinas. Después de ese hito, las ventas al exterior quedaron cada vez más supeditadas al humor del gobierno anterior, que las cuotificaba con la excusa de proteger "la mesa de los argentinos".
En 2013, en medio de una fuerte escasez de trigo en el mercado tras una cosecha del cereal de apenas 8,02 millones de toneladas y cupos para exportar, se vendieron al exterior solo 46.487 toneladas de harina.
Más allá de la mejora en la performance de las exportaciones, de los datos de FAIM se observa una leve disminución de los destinos adonde se coloca la harina. En rigor, de 13 destinos bajaron a 11.
Esto fue consecuencia, según admiten en esa cámara, de los mayores costos logísticos. Ante esta situación, la exportación se volcó más a los países de la región. En este sentido, Brasil y Bolivia pasaron de representar el 94% de la exportación al 96%. A Brasil, el mayor comprador, se enviaron en el período analizado 300.994 toneladas. Por su parte, Bolivia adquirió 202.995 toneladas, un alza del 79% versus el ciclo precedente.
"Se achican los destinos por la falta de competitividad por el tema logístico. Solamente somos competitivos en mercados fronterizos como Brasil y Bolivia, donde se concentran esos mercados. Cuando salís de los mercados fronterizos empezás a competir con países que subsidian la exportación de harina, como Turquía y Kazajistán, donde hay políticas de parte del Estado para que se exporte harina y no trigo", dijo a LA NACION Diego Cifarelli, presidente de FAIM.
Según Cifarelli, el costo de fobbing (los gastos de exportación) impacta "demasiado" sobre el negocio. Son de 95 a 100 dólares sobre una mercadería exportada que vale 300 dólares o algo más.