No se trata de una persona aislada y desequilibrada; es el jefe del violento ejército llamado Quebracho, integrado por militantes entrenados en el dudoso arte de intimidar y destruir. Dicen que surgió bajo las sombras de los servicios de inteligencia y que fueron ellos los que, de una forma u otra, financiaron su violenta vida. Si no fueron ellos, ¿quiénes fueron? Una estructura militarizada y adiestrada necesita no sólo ideología, sino también dinero para existir y perdurar en el tiempo.

Esteche cruzó el lunes pasado una frontera que se había respetado en los últimos 33 años de democracia. La política no amenazaba de muerte a nadie. En un reportaje radial, dijo que el juez que eventualmente ordene la prisión de Cristina Kirchner podría "terminar muerto". Es cierto que en las últimas tres décadas se respetaron las palabras, pero también lo es que hubo muertes políticas. La de Alberto Nisman, encontrado sin vida pocos días después de hacer una durísima denuncia contra Cristina Kirchner. O la desaparición de Julio López, testigo clave en un juicio por delitos de lesa humanidad. Lo que agrava la declaración de Esteche es el necesario enlace entre sus palabras y las muertes políticas que, en efecto, sucedieron.

Esteche había sido duramente acusado por Nisman en aquella denuncia que precedió a su muerte. El fiscal tenía grabaciones de conversaciones telefónicas en las que Esteche se ufanaba, al menos, de haber sido el redactor inicial del texto del acuerdo con Irán que Cristina firmó finalmente. Tanto Esteche como su inseparable compañero político Luis DElía tenían -¿tienen?- lazos muy estrechos con Teherán. La justicia argentina sostuvo siempre que los gobernantes de Irán idearon y financiaron el atentado que voló la sede de la AMIA en 1994, que dejó un tendal de 85 muertos y 300 heridos. El mayor atentado desde el Holocausto, hasta ese momento, contra la comunidad judía. El discurso y los métodos de Esteche son directamente filonazis.

Tres denuncias se hicieron contra él por esa amenaza directa contra los jueces. Un fiscal platense, Marcelo Romero; la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y un particular pidieron que se lo juzgue por "intimidación pública". Esteche tiene cierta formación intelectual y conoce el mundo de los tribunales. Sabe que los jueces son seres humanos como cualquier otro; una amenaza tan brutal podría horadar el equilibrio emocional de algún magistrado. Las amenazas están en los papeles y en las llamadas más habituales que se reciben en los despachos de los jueces. Pero un cosa es una amenaza anónima y otra lo es una amenaza de muerte dicha en público por el líder más violento de la política argentina.

Esteche está en libertad condicional después de haber sido juzgado hasta por la Corte Suprema por anteriores depredaciones. Con la amenaza de ahora demostró que la libertad le queda grande a alguien que piensa sólo en la destrucción o la eliminación física de su adversario. Hay un dato curioso: Esteche es profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata. Con la Justicia evaluando si un profesor universitario debe estar preso o libre después de amenazar de muerte a jueces, ¿no ha llegado, acaso, parte de la respuesta a la pregunta de por qué la decadencia del sistema educativo argentino? Las autoridades de la universidad no dijeron ni hicieron nada sobre el caso Esteche. Nada que se sepa.

Hay alguien que tampoco ha dicho nada hasta ahora. Es Cristina Kirchner, la supuesta beneficiaria de las amenazas de Esteche. ¿Quiere la ex presidenta pasar a la historia como la madrina de semejantes exponentes de la vida pública? Hay otras preguntas. ¿No son las palabras de Esteche la expresión feroz del discurso violento que cultivan el cristinismo en general y la ex presidenta en particular? ¿No es Cristina la que alimentó desde el poder, y más aún fuera del poder, la lógica de que el enemigo es el otro y que como tal debe desaparecer? El silencio de Cristina es una implícita respuesta afirmativa a esas preguntas.

No deja de llamar la atención que una persona que fue dos veces presidenta de la Nación esté terminando su carrera rodeada por Esteche, DElía, Hebe de Bonafini y Amado Boudou. Una guardia de corps que sólo sabe hacer o decir la violencia. Un grupo de inadaptados para vivir en democracia. El único favor que Esteche le ha hecho al sistema político es sincerar la incurable relación conflictiva de esa secta con la noción más elemental de democracia.