Especialmente, si se trata de hombres de negocios o de potenciales inversores extranjeros. Cuando el primer mandatario argentino ofreció días atrás una audiencia en la Bolsa de Comercio de Nueva York, uno de esos empresarios, tras admitir que la Argentina había regresado a los mercados internacionales, le preguntó: "¿Por qué tenemos que creer que esta vez será para siempre?".
Ese interrogante refleja con claridad que las principales dudas de cualquier
potencial inversor no pasan tanto por la impronta económica que Macri quiere
otorgarle a su gestión, sino por la capacidad política que tendrá su gobierno
para mantener esos cambios y resistir a las presiones de la oposición política y
a los cantos del populismo que tanto prenden en buena parte de la sociedad.
Esas dudas no sólo guardan relación con la particular coyuntura actual, dada por
una coalición gobernante que es minoría en las dos cámaras del Congreso de la
Nación, sino también con un viejo síndrome que acosa a la República Argentina,
dado por el hecho de que, desde que el peronismo dio a luz, ningún presidente de
extracción no peronista elegido por la ciudadanía pudo concluir su mandato
legal.
La campaña permanente
Macri es plenamente consciente de esas dudas y llegó a la Asamblea General de
las Naciones Unidas y a los encuentros que la rodearon preparado para
enfrentarlas. Al igual que en el Foro de Inversiones y Negocios desarrollado la
semana anterior en Buenos Aires, el jefe del Estado por momentos se despegó de
su papel de mandatario y se colocó en el rol de líder político de la coalición
oficialista, para expresar su confianza en que, en 2017, las elecciones
legislativas serán "maravillosas" y "confirmarán la dirección que hemos
elegido".
La diferencia entre ganar y perder esos comicios no sólo derivará en la
capacidad de maniobra que el Poder Ejecutivo tendrá en las cámaras legislativas,
que es uno de los indicadores de gobernabilidad. Un triunfo electoral o una
derrota determinarán, además, la percepción general, y de los inversores en
particular, acerca de si el ciclo Macri podría extenderse a lo largo de ocho
años o de sólo cuatro. Incluso, un traspié catastrófico, a la luz de
experiencias históricas como la de Fernando de la Rúa en los comicios de medio
término de 2001, podría inducir a algunos a imaginar una crisis capaz de
llevarse puesto al gobierno.
De ahí que, a prácticamente un año de las elecciones legislativas, el macrismo se muestre tan preocupado por ellas. Los timbreos que mañana realizarán en casas del Gran Buenos Aires y de distintas ciudades de todo el país funcionarios y dirigentes representativos de todo el arco oficialista -incluidos los radicales, los de la Coalición Cívica de Elisa Carrió, los demócratas progresistas y los del Partido Fe, del sindicalista Gerónimo Venegas-, con el presidente de la Nación a la cabeza, son toda una señal sobre la importancia que le otorga la fuerza política gobernante a la idea de la campaña permanente.
Las rispideces que en las últimas semanas comenzaron a advertirse en las relaciones del oficialismo con el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, no son casuales.
Tampoco habría resultado casual que Elisa Carrió volviera a salpicar a Massa en hechos oscuros del kirchnerismo, cuando, anteanoche, en el programa A dos voces, dijera que el ex intendente de Tigre había sido secretario de Aldo Ducler.
Este empresario, ligado a la financiera Mercado Abierto, ha sido mencionado en recientes investigaciones periodísticas como uno de los artífices de triangulaciones que Néstor Kirchner, como gobernador de Santa Cruz, habría realizado al exterior con los aproximadamente 600 millones de dólares de la provincia, provenientes de regalías petroleras, cuyo destino final fue siempre un misterio.
No menos llamativo es que, horas atrás, en oportunidad de reunirse con dirigentes de su sector en La Plata, Cristina Fernández de Kirchner, les haya señalado que "Massa no es nuestro enemigo". La ex mandataria, acosada hoy por diversas denuncias judiciales, se tomó el trabajo de explicarles a algunos de sus seguidores que Massa "no es el candidato del establishment", sino "uno de nosotros que se fue".
Parece muy difícil que el líder del Frente Renovador y ex candidato presidencial pueda volver al kirchnerismo. Pero Cristina habría buscado dos cosas con esas declaraciones: por un lado, hundir a Massa, quien sería un rival directo en la provincia de Buenos Aires; por otro, enviar un mensaje a sus partidarios en el sentido de que es necesario sumar más voluntades para ser competitivos en las próximas elecciones.
Cristina Kirchner no descarta ser candidata en la provincia de Buenos Aires en los próximos comicios. Podría postularse como senadora nacional, aunque no habría que desechar el más fácil objetivo de ser diputada.
La idea entusiasma en el macrismo, que sueña con la hipótesis de una oposición peronista dividida en tres: el cristinismo, el massismo y el resto del peronismo. Cerca de Macri se ilusionan con la posibilidad de un triunfo electoral ante ese escenario con una oposición atomizada. Aunque no habría que confundirse, porque en 2017 se ocuparán bancas legislativas, y la fragmentación opositora no implica necesariamente más bancas para el oficialismo, por lo que los problemas de gobernabilidad no se resolverán así nomás.