Y Cristina Fernández convalidó su deseo, pero como ella era mejor para el discurso que para la acción, se quedó a mitad de camino. El pedido de indagatoria que aceptó el juez Julián Ercolini -que se basa en la idea del fiscal Gerardo Pollicita de que la ex presidenta se quedó con una parte de los millones del negocio de la obra pública que le entregó a Lázaro de manera irregular- enfoca sólo uno de los negocios con los que pretendió quedarse Néstor Kirchner.
El ex presidente alquiló y pretendió comprar medios de comunicación, bancos,
megaempresas como Telecom y también pozos de petróleo. No se quedó con La
Serenísima porque Pascual Mastellone resistió hasta último momento. En el libro
que acaba de publicar Margarita Stolbizer, Yo acuso, esto se explica en detalle.
Para la diputada del GEN Néstor no dejó rincón del Estado sin explorar. Desde
los multimillonarios subsidios al transporte y la energía hasta los billetes de
la Casa de Moneda a través de Ciccone. Stolbizertambién sospecha que Kirchner
sabía lo del supernegocio de la efedrina y que usó a algunos de sus subordinados
para sacarle todo el jugo que pudo.
La diputada se decidió a escribir el texto después de hablar con los familiares
de las víctimas de la tragedia de Once. Se había sentido doblemente agredida:
como vecina de muchos de los 52 muertos y como representante de un poder del
Estado que tiene la obligación de denunciar los ilícitos y la corrupción. La
plata del Estado con la que se quedó el coimero confeso Ricardo Jaime, la que no
fue a un sistema ferroviario que pudo haber evitado semejante masacre, los
bolsos arrojados por José López por encima del paredón del monasterio de General
Rodríguez y los termosellados de la caja de seguridad de Florencia Kirchner,
entre otras imágenes, demuestran que el argumento de Cristina cuando explica que
se están metiendo con un muerto para tapar el desastre del gobierno de Mauricio
Macri ya no alcanza ni para convencer a la propia militancia. A la actual
administración se le pueden achacar graves errores, pero lo que ya no podrán
negar Cristina Fernández, ni sus abogados ni sus aliados políticos es su
promiscuo vínculo con Lázaro Báez y los negocios más escandalosos.
Pollicita, el fiscal que pidió su indagatoria por el ida y vuelta de obra
pública a cambio de alquileres de habitaciones de hotel y otras maniobras,
avanza para que se la vuelva a indagar en otra maniobra paralela: la
contratación de hospedaje para la tripulación de Aerolíneas en el Alto Calafate,
propiedad de la ex presidenta. El fiscal está trabajando en línea con sus
colegas Guillermo Marijuan y Carlos Rívolo para intercambiar datos de las
distintas causas y enriquecer la investigación, como les pidieron los camaristas
de la sala dos, Martín Irurzun, Horacio Catani y Eduardo Farah. Los expertos en
derecho procesal sostienen que al final, Ercolini podría terminar absorbiendo
todas las causas que comprometen a Cristina: la de Vialidad, por la que acaba de
aceptar el pedido de indagatoria de Pollicita; la de Hotesur, que también se
tramita en su juzgado; la de Los Sauces, que instruye Bonadio, y la denominada
ruta del dinero k, que lleva adelante Sebastián Casanello.
Ercolini jamás cerró la causa con la carátula de "asociación ilícita" que se
inició en 2008 por la denuncia de Elisa Carrió. Esto significa que aunque
Casanello se demore en aceptar el pedido de Marijuan para citar a indagatoria a
la ex presidenta por encubrimiento en el expediente conocido como CristiLeaks,
Pollicita quizá termine pidiendo una nueva comparecencia, como sospechosa de ser
la jefa de una asociación ilícita, delito que, en principio, no es excarcelable.
Igual, por encima de los tecnicismos de Comodoro Py, los que intentamos desmenuzar la información sobre los negocios que pretendió estructurar Kichner a partir del dominio absoluto de los resortes del Estado no dejamos de sorprendernos por las novedades que se producen cada día. Porque ahora parece muy claro que los operadores de Néstor eran tan ambiciosos como desprolijos en su ejecución y terminaron dejando todos "los dedos marcados". A las impresentables declaraciones juradas de Néstor y Cristina, los desordenados balances de sus empresas, incluidas las sociedades que compartieron y comparten con Lázaro Báez, las operatorias que habrían utilizado para disimular la ruta del dinero presuntamente mal habido, ahora también hay que agregar las idas y venidas con la sucesión y la transferencia de bienes de la ex jefa de Estado a sus hijos, en medio de un pedido de embargo e inhibición general.
A Kirchner lo obsesionaba el dinero porque los relacionaba directamente con el poder. Y también le interesaban los negocios que se podían alimentar desde el Estado, porque esa operatoria, para él, representaba más poder todavía. Néstor se creyó tan omnipotente que dio por sentado que podría usar a un amigo de ocasión y cajero de banco para apropiarse de la obra pública. Percibió a Lázaro tan obediente, leal y veloz que lo ungió, además, como un nuevo empresario petrolero, aunque Báez sabía tanto de petróleo como Kirchner de cine o literatura. Kirchner se creyó tan imbatible que les entregó a Lázaro y a Cristóbal López algunas de las áreas petroleras más buscadas de la Argentina, porque pensó que con esa decisión los transformaría en expertos de una de las actividades económicas más complejas del planeta.
Sobre esto último hasta ahora se investigó muy poco. Ni siquiera existen causas judiciales con un mínimo trabajo de investigación para comprender la trama de este laberinto. La existencia de discos rígidos con información contable de las sociedades Epsur y Misahar que fueron encontrados en uno de los departamentos de Coghlan propiedad del mismo Lázaro, quizá sirvan para dar a luz nuevos y sorprendentes datos sobre la magnitud de la ambición del líder del Frente para la Victoria.
Después de su muerte, los analistas políticos más tradicionales interpretaron que, con su partida, Néstor se había llevado "todo lo malo" y le había dejado a su viuda "todo lo bueno". Ahora se sabe que sucedió exactamente al revés.