Cada vez me sorprende más la cantidad de gente que quedó tan asustada con el kirchnerismo que a la más mínima diferencia que uno plantea con las medidas que toma el gobierno de Cambiemos, reaccionan tipo k, es decir con agresión o, los más educados, diciendo que hay que tener paciencia o bien argumentando que hay que apoyar al gobierno como sea.
Si uno descarta a los macristas que reaccionan como los k, se encuentra con un universo que, a mi juicio, lejo está de aportar algo positivo para reconstruir el país y evitar que vuelvan los k, regreso que, creo, es bastante poco probable. Tal vez podría volver el peronismo, pero bajo otro de los múltiples formatos que tienen para tratar de mantenerse en el poder.
Creo que es un grosero error otorgar un cheque en blanco al que se vota. Uno vota a una persona en un momento determinado para que administre la cosa pública, dentro de un gobierno limitado entendiendo por gobierno limitado un gobierno que no puede utilizar el monopolio de la fuerza para violar los derechos individuales. La larga decadencia argentina es consecuencia de idealizar a personas como salvadoras de la patria, cuando en realidad son las instituciones las que salvan a un país. Las que lo hacen progresar. Y las personas son solo administradoras transitorias de la cosa pública dentro de ese marco institucional de un gobierno limitado.
Ahora bien, considero que descalificar o mirar con desconfianza al que opina diferente sobre cómo encarar la herencia recibida del kirchnerismo, no solo implica adoptar un comportamiento igual al del kirchnerismo que no tolera ninguna opinión diferente a la de la mandamás, sino que además no contribuye a lograr el éxito del gobierno diciéndole a Macri sí bwana a todo lo que hace. El apoyo constructivo es mostrar las diferencias cuando se las ve, y queda a decisión de Macri aceptar las opiniones diferentes o rechazarlas. Pero se equivocan quienes creen que no opinar diferente es ayudar al gobierno. Al contrario, de todo debate uno siempre sale fortalecido.
Si yo tengo una opinión sobre cómo encarar un tema y otra persona tiene una visión diferente, del debate pueden surgir dos opciones. Una opción es que la otra persona me convenza que estoy equivocado, en cuyo caso salgo ganando porque me saca del error. La otra opción es que la otra persona acepte que yo tengo razón, en cuyo caso, no gané la discusión, sino que gané confirmando mi teoría.
Insisto, acá no se trata de ganar la discusión, sino de encontrar soluciones a los problemas que dejaron los k. Y en esa búsqueda de soluciones hay diferentes opiniones que el debate franco siempre genera ganancias para las partes.
Pregunta para el debate: la ausencia de un plan económico global que el gobierno no quiere aplicar, ¿aleja o acerca la vuelta de la horda k? El plateo es válido porque si a la gente todo el tiempo la van limando con medidas que afectan su nivel de vida pero no le explican la herencia recibida, para qué se adoptan esas medidas y cuáles serán los resultados finales, la gente vive la transición sin esperanza porque no entiende para qué está haciendo el esfuerzo.
Es como poner a dieta a una persona y no explicarle que al cabo de cierto tiempo va a bajar de peso.
Lo peor es que el PRO se esfuerza por mostrarse como un gobierno progresista al punto que tiene a un ministro de economía que viene del progresismo, pero la gente lo identifica como de derecha. Incluso los que los votaron lo ven como un partido de derecha a pesar de continuar con la misma política impositiva, los mismos planes sociales y el mismo nivel de gasto público y estado ineficiente que tenía el kirchnerismo. Así, el PRO paga todos los costos de una política que no asume cambios profundos y continúa con la estructura de la decadencia argentina, pero no cosecha los beneficios políticos del populismo.
Lo que pretendo transmitir es que la mejor contribución que uno puede hacer para que el kirchnerismo quede sepultado para siempre, es contribuir a implementar un plan económico consistente que la gente comprenda rápidamente sus beneficios, para entrar en una sólida senda de crecimiento que destierre el clientelismo político de los planes sociales.
Esa es la mayor objeción que hoy se le puede formular al gobierno. Por miedo a desarmar la estructura estatal que se fue construyendo a lo largo de décadas y explotó en envergadura con el kirchnerismo, el PRO mantiene esa legión de planes sociales y ñoquis entrando en una competencia populista con el peronismo en todos sus formatos.
Nadie pretende que de un día para otro se cancelen todos los planes sociales ni se echen a todos los millones de empleados públicos que hay en el estado, solo se busca iniciar un camino. Decir que el tamaño del estado va a seguir siendo éste pero bien administrado es no comprender el problema. La plata no alcanza para financiarlo y encima ese estado elefantiásico aplasta al sector privado que es el que lo sostiene con los impuestos confiscatorios que cobra el estado.
El gobierno habla que la salida es el crecimiento. ¿Cómo puede crecer el sector privado con un estado que lo aplasta? Y si no hay crecimiento basado en un plan económico consistente, la pobreza y el empleo público seguirán siendo el alimento del populismo y los aspirantes a autócratas.
En definitiva, si el gobierno quiere cambiar en serio este lago proceso de decadencia, quienes decimos lo “políticamente” incorrecto somos los que más contribuimos a cambiar el país, porque cumplimos la misión de decir las cosas que el gobierno, por corrección política, no puede decir. Todos sabemos que hay que bajar el gasto público. Si en el gobierno no se animan a decirlo por razones políticas, los “salvajes” liberales cumplimos una función de oro al decir lo que el gobierno no puede decir.
O sea, los que empujamos hacia el cambio y marcamos nuestra diferencia, somos más útiles que los que le dicen sí bwana a todo lo que dice el gobierno por miedo a que vuelvan los k.
Para salir de este populismo hace falta audacia, no timoratos temerosos de los k que no se animan a formular opiniones diferentes pero constructivas.
Fuente: Economía para Todos