El maní argentino es reconocido a nivel mundial por su calidad y el país siempre ocupa los primeros lugares en el podio de exportadores. El 80% de la producción de esta economía regional argentina se destina al mercado externo, representando en el 2015 un ingreso de divisas por US$800 millones, según un informe de Agroindustria sobre la base de datos aportados por la Cámara Argentina de Maní (CAM). El consumo interno deja bastante que desear ya que apenas araña los 200 gramos anuales per cápita. Sobre este punto se está trabajando para lograr hacerlo despegar, con campañas y promociones a cargo de chefs y nutricionistas, algo que se vio en la reciente “Sabores del Maní”, una feria que reúne al cluster manisero en General Cabrera, Córdoba. Se deben “mostrar las virtudes que tiene el maní para que los argentinos lo incorporen a su dieta”, comentó Marcos Carasso, intendente de la localidad cordobesa, unos de los epicentros de la actividad.
El principal cliente del cluster manisero argentino es la Unión Europea, que concentra el 35% de los embarques que ingresan por el puerto de Rotterdam. Rusia, China y Argelia también son mercados importantes. El maní local tiene dos ventajas que actúan como imán sobre los clientes extranjeros: es alto oleico (es más saludable y tiene mayor estabilidad y resistencia, comparable al aceite de oliva) y el blancheado (proceso que se hace en modernas plantas del sur de Córdoba, en localidades como General Cabrera y General Deheza, entre otras, con el cual se le saca la piel roja, luego de un riguroso despalillado, secado y selección de calibres que agrega mucho valor al producto). La mitad de las exportaciones argentinas son de maní blancheado.
Según datos del sector, el complejo manisero reúne a unos 1.600 productores. En los 60 se cultivaban cerca de 700.000 hectáreas de maní sólo en Córdoba. En los 80, el avance de la soja lo fue desplazando. Así, empezó a correrse hacia áreas de distintas características agroecológicas y llegó al norte de La Pampa y de San Luis. Hoy, la región manisera es: 310.000 hectáreas en la provincia de Córdoba, unas 30.000 en San Luis y La Pampa, y unas 10.000 en Salta y Jujuy.
Claro que seguir ocupando los primeros puestos del podio exportador no es fácil. Por estos días, “el sector sufre el retraso de cosecha más importante de su historia. Hay pérdidas de rendimiento y calidad, debido a la alta humedad que soporta el cultivo desde el pasado mes de abril”, indicó a iEco Juan Carlos Novaira, presidente de la CAM. “Se estima que a la fecha se ha recolectado el 70% de la superficie y el volumen de la presente cosecha es, al menos, un 25% menor a la del año anterior ”, subrayó. Debido a esta situación y en función a la posición preponderante de Argentina a nivel internacional, el mercado ha reaccionado incrementando sus precios, lo cual compensa en parte la pérdida de cosecha producida. En este sentido, la Bolsa de Cereales de Córdoba indicó que las pérdidas (por lluvias y eventos climáticos adversos) del área sembrada llegan al 10%, señalando que hay 34.000 hectáreas que no se podrán cosechar. El organismo prevé una baja del 22,9% en la producción, pronosticando que la cosecha andaría en 916.200 toneladas, contra las 1.188.400 anteriores. Y, como consecuencia del clima adverso, en Córdoba se cosechará un 12,8% menos que en el ciclo anterior.
Desde la zona productora de San Luis, el asesor técnico Gustavo Del Bosco cuenta que en la campaña actual se sembraron 6.533 hectáreas, un número mucho menor al promedio, cuyo descenso se explica en la existencia de excedentes de producción del período pasado. “A las empresas maniseras les costó mucho vender y tienen stock que no comercializaron. Ellos planifican la superficie de siembra en función de lo que necesitan o de lo que van a poder colocar en el mercado. Si tienen mucho volumen acumulado del año anterior, al siguiente necesitan sembrar menos, para cubrir ese cupo establecido”, agregó.
En el plano exportador, el año arrancó bien. En el primer semestre, las ventas externas crecieron un 41% respecto al mismo período del año pasado, pasando de 217.185 a 307.022 toneladas. En el sector, también se habla de inversiones. Desde Maniagro Argentina, su presidente Daniel Cavigliasso pronosticó aumentos en los puestos de trabajo. “Estamos trabajando en una planta de energía que posiblemente se ponga en marcha a mediados de año y se va a continuar con una línea de selección de maní para semillas. Sumaremos unas 40 personas”, comentó. Si el clima y la demanda acompañan, esa parece ser la tónica general del sector, invertir y crecer.
Y los nuevos productos no faltan. Como el sector es dinámico y el maní muy noble, siempre andan surgiendo novedades. Un caso a destacar es el de Sebastián Fillol, un ingeniero en alimentos cordobés y exportador de maní, quien apostó al aceite de maní y lo trajo a la reciente feria Caminos y Sabores para mostrarlo en sociedad y venderlo. “Descubrimos que nutricionalmente tiene la misma composición que el aceite de oliva. Además, el maní no se define: anda bien con una cerveza en una picada o con el azúcar en la garrapiñada. Tiene la intensidad del sabor tostado del grano de maní. Por eso va en la cocina, con el arroz, con la ensalada, con el fideo. Y también en la repostería, donde reemplaza crema de leche y manteca por un aceite que tiene Omega 9, que es saludable y sabroso a la vez”, explicó el titular de Nutrín SA. Sebastián Fillol tuesta primero el maní y lo prensa después; así sale un aceite virgen, con una acidez de entre 0,5 y 0,8. De ese proceso surge también la harina de maní tostado, que puede usarse en repostería. “El de oliva y el de maní son aceites que ayudan a reducir el colesterol”, indicó Fillol. Además, le encuentra otro uso al suyo: “El aceite de maní tiene tanta intensidad que bien puede reemplazar el consumo de sal”, agregó el entrepreneur .