Como si esto fuera poco el Presidente pide que miremos la herencia del pasado para justificar las malas decisiones de su gobierno. Si no se hubiera terminado de destapar la olla a presión de la megacorrupción que provoca una fuerte indignación y ayuda a entender, entre otras cosas, la actual crisis económica, el jefe de Estado ya habría dilapidado la mayor parte de la buena imagen que todavía conserva en vastos sectores de la población. Cristina eligió una mala semana para volver a la ciudad.
Ayer el testigo arrepentido Leonardo Fariña la involucró directamente en el delito de lavado de dinero por el que está procesado y detenido. Lo hizo a través de un reportaje para la televisión pero fue todavía más específico y concreto que durante la última declaración indagatoria que realizó ante el fiscal Guillermo Marijuan y el juez Sebastián Casanello. Con mucha información, por haber sido parte de la banda que, según él, transformó en negro el dinero blanco de la obra pública y después intentó sacarlo al exterior, Fariña explicó durante un encuentro entre Cristina y Lázaro que Ella no lo retó por la sospecha de que intentaba girar dinero en negro fuera del país sino que le reclamó la parte de la plata que creía le correspondía.
También admitió que las visitas que Máximo Kirchner le hacía a empresarios amigos de su padre no tenían como objetivo terminar con la corrupción sino hacerse "del control" de esos negocios. El concepto, según Fariña, no era "dejá de hacer travesuras" sino "dame la mía". "Cristina sabía. (Julio) De Vido sabía. (Ricardo) Echegaray sabía" declaró Fariña. Además explicó con lujo de detalles cómo era el sistema ilegal que incluía subreprecios en la obra pública, sobrecostos para disimular los retornos y falta de control de los organismos que debían ocuparse, como la Sigen y la AFIP.
El ex valijero enriqueció la base de su anterior indagatoria con más datos sobre desde dónde y cómo se transportaba y guardaba dinero en efectivo e involucró a dos de los hijos de Lázaro, Martín y Leandro, en la operatoria de traslado, conteo y transacciones hacia el exterior. El testigo colaborador concedió la entrevista en uno de los "lugares seguros" que le suministra el ministerio de Justicia. Allí no solo se explayó los delitos de corrupción y lavado.
También contó cómo estando detenido injustamente durante dos años por un delito que es excarcelable, la ex presidenta y sus hombres de confianza, el ex secretario Legal y Técnico Carlos Zannini y el ex responsable de la Agencia de Inteligencia Federal (AFI), el ex secretario de Justicia, Julián Alvarez le armaron la causa y lo presionaron para que no acusara ni a Lázaro ni a los ministros ni a la jefa de Estado.
Además Fariña contó cómo el hombre que, supuestamente, ingresó al establecimiento penitenciario para matarlo, al final se arrepintió, se lo confesó y después lo declaró ante la justicia. Fariña volvió a enviarle un claro mensaje a su ex jefe Lázaro Báez. Le explicó que lo mejor que puede hacer por él mismo, por su familia y por sus hijos es involucrar con su testimonio a quienes fueron parte del sistema de corrupción e ingresar al sistema de testigo protegido.
Fariña está excarcelado. Puede ir adonde quiera. Solo que para hacerlo necesita de la autorización de las autoridades del Ministerio de Justicia, quienes le proporcionan la seguridad necesaria. Hace poco más de una semana Casanello recibió un informe del Ministerio de Seguridad en el que se consigna que Fariña fue seguido y fotografiado por una persona que ya fue interceptada e indagada. Las autoridades todavía no decodificaron el hecho. ¿Quieren asesinar a Fariña? ¿Cuál sería la lógica, si el ex empleado de Lázaro ya habló? ¿Y cuál es la verdadera situación de Lázaro? Sus hijos sospechan que está siendo fuertemente presionado por sus propios abogados, Rafael Sal Lari y Daniel Rubinovich para que aguante en prisión con la promesa de que pronto su suerte cambiará. Fariña también.
La carta que la misma Cristina le habría enviado a Báez a la prisión contendría el mismo pedido. Me lo confirmó Santiago Viola, el abogado de Leandro, Luciana y Melina Báez. La ex Jefa de Estado le habría solicitado que aguante. Le habría anticipado que volvería, quizá, como candidata a senadora nacional. Y le habría planteado la seguridad de que a Macri le iría cada vez peor y que entonces el proyecto retornaría con todas sus fuerzas.
¿Fueron las palabras del líder de Quebracho, Fernando Esteche, planteando que ayudaría a la caída de este gobierno, un deseo explícito de pasar a la acción? ¿Deben tomarse algunas declaraciones y movimientos extraños de intendentes y ex intendentes de la provincia de Buenos Aires como los primeros intentos de desestabilización? ¿Existen, dentro del propio equipo de consejeros del Presidente, la idea de que no conviene que a Cristina la metan presa porque eso generaría furia, caos social e intentos de desestabilización?
Así como la inflación, la recesión, el aumento del desempleo, la caída del poder adquisitivo del salario y la baja del consumo no son cuestiones opinables sino hecho registrables y que se pueden constatar, las denuncias e investigaciones contra la ex presidenta, sus ministros y sus empresarios favoritos no parecen, de ninguna manera, una cacería, ni una persecución, ni una "tapadera" para ocultar los males de la economía.
Leo Fariña, Federico Elaskar, José López y sus bolsos con dinero, Lázaro Báez y sus propiedades y sus cuentas en negro existen y son verificables. Y los alquileres que durante años cobraron Néstor y Cristina de Lázaro y de Cristóbal también lo son. No hay nada de mística ni de futuro, ni de ampliación de derechos en el medio de tanta mugre. La pequeña parte sectaria de la militancia que sigue negando la existencia de la megacorrupción no hace más que denigrar a los sueños en los que alguna vez una gran mayoría creyó.