Un punto que condensa un universo. A través de él se pueden ver la inmoralidad y la avaricia; una justicia que provee impunidad; la corrupción de empresas y gobiernos en la gestión de la obra pública; la crisis del PJ; las complicidades internacionales del ciclo populista; las relaciones oscuras entre la Iglesia y el Estado.
El panorama que abrió López es tan extenso que la primera reacción de la
dirigencia nacional ha sido encapsularlo. Esa reacción es infantil.
Los primeros que intentan acotar el escándalo son los kirchneristas. Para ellos López termina en López. La Cámpora; el bloque de diputados de Máximo Kirchner y Julio De Vido; la bancada del Parlasur, que integra el propio López, y los propagandistas mediáticos de Cristina Kirchner señalaron al ex secretario de Obras Públicas como un traidor a la causa. Un desertor. La oveja negra. El signo más expresivo del agotamiento kirchnerista no está en las valijas de López. Está en esa explicación. López no es dañino por su atipicidad, sino porque certifica una larga historia policial. Va de la evaporación de los fondos de Santa Cruz al enriquecimiento sideral de Lázaro Báez, Cristóbal López, Gerardo Ferreyra y Enrique Eskenazi, pasando por Skanska y por Ciccone. López dinamitó todas las coartadas. ¿Podría Cristina Kirchner repetir su lamento frente a Comodoro Py?: "Me persiguen por la distribución del ingreso". ¿Cómo denunciar una patraña de Washington, los buitres y los medios? La negación de esta catástrofe es la mayor señal de decadencia.
López fue el engranaje central de una maquinaria de poder. Los Kirchner le
confiaron durante casi 30 años su tesoro más valioso: la obra pública. La ex
presidenta lo refugió en el Parlasur. Tenían trato cotidiano. López arreglaba
las licitaciones con Báez, Cristóbal López, Ferreyra, Eskenazi y el resto de la
"burguesía nacional". Cristóbal destacó al lado del otro López a Osvaldo de
Sousa. Es el hermano de Fabián, supuesto dueño de su multimedios. Con Osvaldo la
relación terminó mal. Vueltos no aclarados.
López frustra ahora cualquier candidatura de Cristina Kirchner. Y obliga a su hijo, Máximo, a suspender su flamante carrera. La mano derecha del nuevo detenido, José Luis Bessi, es el papá de Matías Bessi, el cerebro del bachiller Kirchner.
El peronismo pretende delimitar a López como un tumor del kirchnerismo. Los Alperovich lo suspendieron en la vicepresidencia del partido en Tucumán. Ayer varias cuadrillas despegaban los afiches de López con Daniel Scioli y José Alperovich. Será más difícil borrar los rastros de su vínculo con Gustavo Mariscal, ex funcionario del área de autopistas. La mancha López cubre el país. El nuevo director de Vialidad, Javier Iguacel, presentó en mayo ante el juez Julián Ercolini los correos electrónicos con los que el ex secretario de Obras Públicas ordenaba pagos arbitrarios. Actuaba en combinación con el anterior jefe de Vialidad, Nelson Periotti, y con el gestor Sandro Férgola. El método inquieta al PJ nacional, presidido por dos ex gobernadores: José Luis Gioja y Scioli. También están preocupados ex directivos de empresas estatales, como Carlos Ben, delegado en AySA de José Luis Lingeri, "Mr. Cloro".
La caída de López confirma la escéptica lección de un magistrado: el fuero federal no está diseñado para penalizar la corrupción, sino para proveer impunidad. Norberto Oyarbide y Sebastián Casanello han ayudado, con su mala fama, a mantener en la penumbra a colegas cuya indolencia es también escandalosa. Ercolini arrastra los pies desde 2008 en una causa por irregularidades en la obra pública, iniciada por Elisa Carrió. La denuncia incluyó a López. Daniel Rafecas lo "investiga" desde la misma época por enriquecimiento ilícito. Pero recién ayer mandó a allanar la mansión de Tigre, donde -se presume- escondía el botín que intentó donar a las monjitas. Marcelo Martínez de Giorgi también se despabiló: ayer llamó a indagatoria a ex funcionarios y ex gobernadores por el negociado de Sueños Compartidos, organizado por López, Sergio Schoklender y Hebe de Bonafini.
Es casi conmovedor leer cómo el fiscal Federico Delgado, harto de dilaciones, intenta convencer a Rafecas de que el incremento patrimonial de López no se explica sin las maniobras con la obra pública que estudiaría Ercolini. Delgado fue desplazado de la causa por la tragedia de Once, para salvar a Julio De Vido, el jefe de López. Fue por una gestión de Alfredo Lijo ante Claudio Bonadio. Es el hermano del juez Ariel Lijo y ha sido el gestor judicial del Ministerio de Planificación. Ahora está empeñado en que se designe en un juzgado federal de Morón a Martín Ramos, el ex secretario de Oyarbide: ya subió del puesto 15 al séptimo. Es el hermano del juez Sebastián Ramos.
Con este telón desalentador contrasta una noticia: ayer el Senado aprobó las designaciones de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz para la Corte. Rosatti renunció al Ministerio de Justicia por rechazar un plan de construcción de cárceles organizado por López. Rosenkrantz fundó en la Universidad de San Andrés un centro de estudios anticorrupción.
El mal funcionamiento del fuero federal explica por qué López, denunciado en 2008, cayó por una llamada al 911. Nada que sorprenda: Báez fue detenido cuando apareció el video de La Rosadita. Casanello y el fiscal Guillermo Marijuan llegaron a las estancias patagónicas cuando se quebró Leonardo Fariña. Y Martín Lanatta, el de la triple fuga, fue capturado porque se hundió en un bache.
Lo del 911, igual, es sospechoso. La primera extravagancia está en el rifle. ¿Lo llevaba para defenderse dentro un auto? ¿No era más práctica una pistola? Entre los viejos policías circula esta teoría: López debía deshacerse de esa arma porque la tenía de manera irregular; y la sacó de la casa porque lo asustaron con un allanamiento. De modo que, en el centro de esta trama, podría haber una traición. La de alguien de confianza que sabía que el tesoro iba a ser escondido en el convento. Otro dato llamativo. ¿Es tan habitual que a las tres de la mañana aparezcan, con apenas tres minutos de demora, dos capitanes en un patrullero? Contesta un experto: "Le apuesto a que a esa hora no había una cuadrícula en toda la provincia patrullada por dos capitanes". Una anormalidad más: el aviso fue casi desganado y la respuesta muy eficaz. ¿Se habrá resuelto la inseguridad en la provincia? Otro enigma: ¿quién llamó? ¿Gaspar u Omar? El nombre en la grabación no coincide con el del informe original.
Son trivialidades. Lo importante es que Cristian Ritondo y Pablo Bressi, el jefe de la bonaerense, gracias a ese vecino insomne, salvaron sus puestos. El martes de la semana pasada fueron descubiertos dos policías revisando el despacho de María Eugenia Vidal. "No se llevaron nada", aclararon las autoridades. ¿No querrían poner algo? Se entiende, entonces, la alegría de Ritondo y Bressi, que destinaron una conferencia de prensa a festejar que con López el 911 había funcionado. Un interesante debut para el ministro Gustavo Ferrari, el hombre de Scioli para la AFI.
En la conducta de López hay otro rasgo curioso. Como la llave del convento abría desde adentro, antes de saltar el paredón prefirió poner a salvo las valijas. Tuvo miedo de abandonarlas tres minutos dentro el auto. La inconfundible escuela de Néstor: mucha corrupción, pero también avaricia.
La "donación" funciona como un mapa. Había dólares, pero también yuanes. Lógico: López fue quien acordó los últimos negocios con China. Sobre todo, las represas de Santa Cruz, otorgadas a Ferreyra, de Electroingeniería. También aparecieron riyales de Qatar, desde donde se importa gas licuado. Un tráfico por el que está siendo investigado José Roberto Dromi, lobbista de Electroingeniería. Además están los relojes. En el inframundo de la corrupción son, con las alhajas, un bien inapreciable. Lo demostró Oyarbide con su anillo, adquirido en Simonetta Orsini, de Miriam Kohen, la esposa de Ferreyra, de Electroingeniería. Es la relojería preferida por los jueces federales.
Así como el PJ intenta encuadrar a López en el kirchnerismo, el empresariado espera que la epidemia no trascienda los nombres ya contaminados: Báez, Cristóbal, Ferreyra, Eskenazi. Pero en la Cámara Argentina de la Construcción hay inquietud. Sobre todo por lo que ayer insinuó Nilda Garré: "Hay que ver de dónde vino esa plata".
Por la red circula un chiste: "Los kirchneristas son los únicos que en vez de hacer un retiro en un convento hacen un depósito". El virus López rasguña a la Iglesia. Tampoco es algo nuevo. Rubén Di Monte, que introdujo a López en el monasterio de General Rodríguez, era conocido como "el obispo de la obra pública". Se había iniciado en la especialidad con Dromi. Cuando lo nombraron diocesano de Luján se abrazó a De Vido: durante años la basílica estuvo decorada con carteles de Planificación. Cuando Kirchner se enfrentaba con Jorge Bergoglio, Di Monte era llevado para una foto a la Casa de Gobierno. Falleció en abril. Varios ex ministros conocieron por él el exquisito sabor de los ravioles que amasan las monjitas. Algunos se mancharon con la salsa.
No es la única vez que el kirchnerismo se sirve de la Iglesia. Acosada por las denuncias de narcotráfico, la señora de Kirchner designó al cura Juan Carlos Molina en la Sedronar. Algo parecido sucedió con Scholas Occurrentes, la fundación de José María del Corral y Enrique Palmeyro. Bergoglio ordenó que devolvieran los $ 16 millones donados por el gobierno de Mauricio Macri. Y les pidió un informe financiero. Le están llegando datos feos. Hay fondos de la Anses de Diego Bossio y de la Cámara de Diputados de Julián Domínguez, que nadie devolvió. En Roma analizan donaciones de empresarios. Lo más delicado en el contexto actual: un convenio entre Scholas y la Fundación para la Responsabilidad Social, de Alessandra Minnicelli de De Vido. El organizador de algunos congresos de Minnicelli fue el empresario Gabriel Hochbaum, a quien se atribuye, en la línea papal, inquietud por la trata de personas. Es el padrino político del fiscal Marijuan, que investiga a Báez.
Última rareza: al cierre de esta columna Cristina Kirchner aún no se había pronunciado sobre el caso López ni por Facebook ni por Twitter.