No sabemos en qué va a quedar el procesamiento de Cristina en la causa por el dólar futuro, pero sí sabemos que la decisión de Bonadio es un espantoso final para la larga y entrañable relación de la familia Kirchner con los dólares. Ese vínculo se fue solidificando sobre la base de amor, confianza y beneficios mutuos. Los Kirchner -argentinos al fin- siempre buscaron tener su respaldo en dólares, y los dólares siempre se sintieron muy a gusto en el seno de una familia tan próspera.
¿Cuándo empezó el flirteo? Es probable que se remonte a los días en que
Néstor y Cristina, recién instalados en el Sur, les sacaron un buen jugo a las
ejecuciones hipotecarias de las víctimas de la tristemente célebre circular
1050. Eran los tiempos de la última dictadura militar. La joven parejita no
estaba muy enterada de lo que pasaba en el país. Comprensible: vivían a 2500
kilómetros de Buenos Aires y las comunicaciones no estaban tan desarrolladas
como hoy. Extrañaban mucho La Plata, donde se habían conocido, pero para pasar
el mal trago hacían buena plata dejando a la gente en la calle. Se compraron 22
propiedades. Seguramente también algunos billetitos verdes.
El primer capítulo importante de esta relación amorosa llegó varios años después. Menem gobernaba el país y Kirchner, Santa Cruz. Carlos I de Anillaco fue generoso con Néstor Carlos I de Río Gallegos: le dio 600 millones de dólares por regalías petroleras. Néstor, que nunca tuvo la facilidad de palabras de su mujer, confundió regalía con regalo y dispuso de esa guita como si fuera propia. Cristina admitiría con el tiempo que los 600 millones se habían "esfumado". En realidad se los habían fumado. En familia.
Otro hito fue el día de octubre de 2008 en que Néstor, que ya le había puesto
la banda a Cris, compró de un saque dos millones de dólares. Lo hizo con su
estilo, alejado de la fanfarronería típica del argentino medio, que apenas
compra unos billetes sale al barrio a cacarearlo. Él, como cada vez que
incrementó su fortuna, eligió el bajo perfil. La noticia se filtró mucho
después. Yo, que todavía no me había hecho kirchnerista, pensé: a un tipo que
compra dos palos verdes en un día hay que tomarlo en serio. La verdad, estaba
harto de presidentes o ex presidentes pobres. Fíjense lo de Illia, que se fue de
la Casa Rosada sin un mango. Hoy nadie se acordaría de él si no fuera por la
autopista que lleva su nombre. ¿Autopista? Autopistita. Es tan corta que no
alcanzás a poner tercera. En cambio, avenidas, rutas, puentes, edificios,
plazas, centros culturales y hasta una represa llevan hoy, con orgullo, el
nombre Néstor Kirchner.
Hay, además, un aspecto que merece ser destacado. Aquella extraordinaria operación cam-biaria habla de la evolución del peronismo. En los años 50 del siglo pasado, Perón le preguntó a una multitud reunida en la Plaza de Mayo: "¿Alguno de ustedes vio alguna vez un dólar?" Sesenta años después, Néstor vio dos millones en un solo día.
Por cierto, era notable la naturalidad con la que encaraba trámites de esta magnitud, que a cualquier persona le llevaría meses. De hecho, Máximo me contó que ese día su padre tenía anotado en la agenda: "Cortarme las uñas, ordenar el cajón del escritorio y comprar dos millones de dólares".
El último capítulo es reciente: los millones de los Kirchner y de los Báez que se contaban en La Rosadita. Los Báez la llamaban La Verdecita, nombre que, creo, se ajusta más a su naturaleza. En cualquier caso, esa cueva en la que se consumaba una vez más el amor entre la familia K y la moneda norteamericana parece un definitivo mentís a los que dicen que en el gobierno anterior había cepo. Las imágenes son irrefutables: no era difícil conseguir dólares, y conseguirlos en cantidad.
Espero que se anule el procesamiento. De lo contrario, estarí- amos ante una cruel paradoja: los Kirchner siempre pusieron su futuro en manos del dólar, y ahora resulta que Cristina podría ir a la cárcel por el dólar futuro.