Dejó de llover, es cierto, pero el agua permanece inmóvil. Ésta es una inundación que por su extensión y duración no tiene precedentes. Según los primeros cálculos, el agua se llevó 3000 millones de dólares.

Las pérdidas ocurren en todas las actividades, pero tienen a los tamberos y a los chacareros con sojas de primera como las principales víctimas. Esta vez el centro del desastre climático se encuentra en la principal cuenca lechera del país. La producción de leche cayó estrepitosamente en estas semanas a la mitad, un poco porque se secaron las vacas y disminuyeron los litros ordeñados y mucho porque no hay forma de entregarla a las usinas. En la región, donde antes había caminos, hoy hay ríos y pantanos.

En cuanto a los chacareros, ya no hay dudas de que la cosecha ya no apunta en dirección a los 60 millones de toneladas sino que, según diversas estimaciones, giró, y va en camino hacia los 50 millones de toneladas.

Las calamidades no terminan aquí. Las cooperativas y acopios se convirtieron por estos días en una fuente de malas noticias para los productores que tuvieron la suerte de levantar la cosecha. Las muestras que les llegan, la mayoría de los silos bolsas, porque cargar un camión es hoy una tarea casi imposible, tienen porcentajes nunca vistos de granos dañados y brotados que en algunos casos llegan hasta el 85 por ciento. Soja que no sirve ni para los chanchos. Es el baldazo de agua fría final que están recibiendo los productores.

Hay que tener en cuenta que esta cosecha representaba una tabla de salvación para las finanzas de muchas empresas. Hoy están viendo como esa tabla se les hunde en el agua. Lo cierto es que de no de existir un fuerte apoyo financiero que esté disponible en tiempo y forma es una incógnita cómo seguirán en actividad los miles de productores afectados.

Las economías regionales

Es una lástima ahora que el futuro para la producción agropecuaria comienza a ser una opción por la que vale apostar. La cuestión básica sigue siendo superar un presente que se presenta complicado, no sólo para los chacareros y tamberos afectados. Las economías regionales no salieron todavía de terapia. Esta semana, más de un centenar de dirigentes reunidos en la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) que representan a 35 complejos agro-productivos alertaron entre otras cuestiones sobre los costos en alza, en particular la energía y los combustibles, la falta de financiamiento, la excesiva presión fiscal y las dificultades para colocar los productos en el mundo. La ruta para salir hacia el futuro desde este presente con complicaciones exige manejarse con un nuevo diccionario.

El gobierno de Mauricio Macri maneja un lenguaje muy distinto al que utilizaba el kirchnerismo. Por ejemplo, la palabra subsidios está casi desterrada y tendrá un uso sólo excepcional. Competitividad en cambio, es hoy la palabra clave. Para algunos esto puede ser una mala noticia si no cuentan con el tiempo ni los recursos para reconvertirse.

En este abrirse al mundo que propone el Gobierno significa no sólo incrementar sustancialmente la clientela potencial de consumidores. Obliga también a competir. Algo de esto pudieron observar los 25 frigoríficos que están presentes en el Sial de Shanghai en el pabellón armado por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (Ipcva). Con un despliegue que les llamó la atención, Brasil, Estados Unidos y hasta Uruguay mostraban también los dientes para hincarle a la creciente demanda china de carnes. Es bueno recordar que no jugamos solos.