Según surge de la BCR y de la información oficial, las precipitaciones acumuladas en la zona núcleo, en el período comprendido entre el 1 y el 27 de abril pasado, equivalen a un volumen de agua que va de 200 a 300 mm.
Pero, al área que le tocó bailar con la más fea es sin duda a la del centro noreste de Santa Fe y de Entre Ríos. Allí, se verificaron lluvias acumuladas del orden de los 600-700 mm en el período.
Como sabemos la soja es el gigante exportador del país.
Como lo hemos estado señalando, las pérdidas son cuantiosas. Hablar de una reducción en la producción de soja cercana a 5 millones de toneladas no es para nada disparatado. Por supuesto los daños sufridos no lo son únicamente sobre la oleaginosa. En todos los rubros, como el maíz o la ganadería y la lechería, los problemas son gravísimos.
Sobresalen los perjuicios al cultivo de soja por su debilidad frente a las inclemencias climáticas (respecto al sorgo y el maíz) y por su importancia en la estructura exportadora y de producción.
Las estimaciones privadas ya creen que la caída productiva sólo permitirá cosechar un volumen de 55 millones de toneladas, en lugar de 60 millones como se calculaba a fines de marzo. Así también, la reducción en la calidad por manchado del grano; y el brotado golpea tal volumen.
Los granos dañados en son grandes. Y las más afectadas son las variedades cortas de soja. Granos podridos, chuzos, livianos, brotados y húmedos forman parte del panorama actual. Así, también es común el desgrane.
La reducción por ingreso de divisas se acercaría a 2.000 millones de dólares. Solamente en lo referente al complejo sojero.
Las pérdidas no sólo se dan por la cosecha en sí. También, por los innumerables agentes conexos que resultan de la sobre-exigencia en tractores, cosechadoras, tolvas y vehículos y de los problemas sobre los suelos por el paso de las maquinarias.
Sólo para la provincia de Santa Fe, la BCR expresa: “Un importante exportador, en forma confidencial, ha estimado la caída en los rindes de soja y las pérdidas por calidad comercial en toda la Provincia de Santa Fe en el orden de las 3,4 millones de toneladas”
Por otra parte, CARSFE calcula la baja para esta provincia en el orden de 3,8 millones de toneladas.
Pese a las adversidades y los problemas de tránsito por los caminos, la trilla está avanzando. Lamentablemente, la preocupación por el daño sobre el suelo, a resultas del paso de las máquinas, ha pasado a segundo plano.
Estimamos que cerca del 50% de la superficie total ya ha sido cosechada. Afortunadamente, los pronósticos coinciden en que tendremos varios días sin lluvias.
No caben dudas que la responsabilidad (si se la puede llamar de esta forma) de las pérdidas proviene el propio clima. Sobre éste nada se pueda hacer. En todo caso es un problema global cuya solución podría lograrse en el largo plazo.
Pero existe otra gran parte de la responsabilidad que viene de la impericia y falta de acción oficial derivadas de “politizadas” políticas económicas.
Obviamente, erradas.
Uno diría que, en primer lugar, fue la estupidez de la política triguera. Por la acción principal de los ROE, la superficie de trigo (y maíz) fue bajando en los últimos años. Y con ella, la rotación. Al mismo tiempo se empujaba al productor al precipicio de hacer soja sobre soja.
Hoy se ven claramente, frente a las precipitaciones, cómo los suelos han sufrido la falta de adecuada rotación, y patentizan la necesidad de implantar cultivos de invierno como el trigo.
Las napas freáticas están cerca de la superficie no por casualidad. La cercanía (la elevación) de las napas freáticas del suelo a la superficie en gran parte de la región pampeana se debe fundamentalmente a la menor rotación agrícola.
Lo sucedido sirve de lección. Pues, además de lo dicho hay que recordar lo que practicaban los viejos hombres de campo: plantar árboles y sembrar pasturas. Los árboles y las pasturas plurianuales hunden sus raíces más profundamente que los cultivos y contribuyen a balancear el nivel de agua subterránea.
Pequeños montes dispersados en los potreros agrícolas contribuyen a mejorar la “esponjosidad” de la tierra.
Urgen, además, medidas de infraestructura básica como mantenimiento y mejora de caminos, de vías férreas y protección de ciudades y pueblos); de infraestructura hidráulica como canales de drenajes primarios y secundarios y obras de almacenamiento y regulación de excedentes en bajos naturales y lagunas.
En próximos los años que enfrentamos, deberíamos tener presente ello.