El clima de expectativa en torno al trigo obliga a repensar todas las estrategias, agronómicas y comerciales. El 5 y 6 de mayo, en el congreso A Todo Trigo organizado por la Federación de Acopiadores en el Sheraton de Mar del Plata, Pablo Calviño será moderador de un panel en el que Jorge González Montaner y Gustavo Duarte abordarán los aspectos que hacen al manejo técnico del cultivo en los nuevos escenarios ambientales y económicos.
Calviño llama a la cautela. De cara a la nueva campaña, el especialista recomienda a los productores no utilizar un insumo independientemente del resto del paquete tecnológico: “Por ejemplo, no tiene sentido incrementar los niveles de fertilización si no se está sembrando en las fechas adecuadas”.
El asesor del sur de la provincia de Buenos Aires recuerda que los cultivos de invierno, al igual que el maíz, se denominan “cultivos caros” debido a que requieren altas erogaciones. “Por lo tanto, no podemos dar muchas ventajas quedándonos cortos con el uso de tecnologías pero tampoco entrar en gastos mayores a la retribución marginal que ofrecen”, razona.
Una de las formas de equilibrar las decisiones es recurrir a la agricultura por ambientes. Según Calviño, se trata de usar la estrategia tecnológica que obtiene la mayor renta en cada ambiente. “Primero debemos poner en marcha la agricultura por ambientes y después pensar en la agricultura de precisión. Así trabajan los productores de punta”, sostiene.
Cómo tomar decisiones
Ojo con basarse en los precios relativos. Calviño pone de ejemplo el valor de la urea. “El precio en dólares de este fertilizante que aporta nitrógeno ha caído y especialmente cuando se lo expresa en kilos de trigo”, explica. Pero alerta: “es muy importante que los productores no se dejen llevar por la relación de precio, porque la respuesta a la aplicación de nitrógeno es biológica. Es decir, no hay que pasarse de dosis, ya que hay un punto donde el ingreso marginal de la mayor producción de trigo comienza a ser menor que el costo de la unidad de nitrógeno aportada”.
¿Para qué fertilizamos? Calviño recuerda que la dosis óptima de nitrógeno no es la misma si se piensa en rendimiento o en calidad del grano. “En la medida en que los mercados se ponen exigentes en calidad de trigo es muy importante lograr determinados contenidos de proteína en los granos”, explica. Y señala que tradicionalmente las dosis de urea surgen de la ecuación entre el nitrógeno necesario para los objetivos de rendimiento y calidad que se plantean en cada lote y la cantidad de nitrógeno disponible en el suelo. Pero actualmente “debemos pensar en modelos dinámicos –señala-. Esto significa planificar la fertilización con el modelo tradicional pero después hacer las correcciones necesarias en función de las lluvias y el crecimiento del cultivo durante su ciclo. Afortunadamente, la mayoría de los técnicos argentinos ya han aprendido sobre estos seguimientos que ofrecen resultados muy positivos”.
El fósforo siempre es clave aunque sea otro de los insumos “caros”. “En las zonas con deficiencias de este nutriente los productores están acostumbrados a realizar las correcciones necesarias –dice Calviño-, por lo tanto en general no limita la producción”.
El seguimiento de las enfermedades se ha vuelto clave para alcanzar rendimientos en trigo. “El cambio más importante tiene que ver con el momento en el que se debe comenzar a realizar el seguimiento”, explica Calviño. “Hasta hace unos 15 años era muy raro que los productores hicieran controles de enfermedades, y se creía que el foco estaba desde hoja bandera en adelante y con eso se podían lograr los rendimientos máximos”, recuerda.
“Actualmente se sabe que con esos controles tardíos en algunas situaciones se llega tarde. Y entre los productores de punta lo más frecuente es que comiencen a hacer los tratamientos desde el fin del macollaje o desde que las plantas de trigo presentan dos nudos. Incluso en algunas regiones se terminan haciendo dos aplicaciones durante el ciclo del cultivo”, señala.
“No hacer ese seguimiento desde las etapas tempranas significa que le estamos poniendo limite al rendimiento”, acota el especialista y explica que de esa manera se le pone tope a la expresión del resto de los insumos, que al perder eficiencia tienen un encarecimiento relativo ya que no ofrecen los plus esperados por su utilización.
Calviño sostiene que las enfermedades fúngicas más comunes que afectan al trigo son la roya de la hoja y las necrotróficas, como septoria y mancha amarilla. “Pero en las dos últimas campañas el cuco de la película es la roya negra”, indica y agrega que hoy se cuenta con nuevas familias de productos fitosanitarios que permiten controlar esas enfermedades. Lo importante es saber cuándo usarlos y no dejar pasar los momentos oportunos.
El agua es bienvenida a la hora de analizar los rindes. Esta es otra de las grandes definiciones de manejo a las que Calviño propone prestarle atención. “A medida que nos vamos hacia el Oeste el rendimiento del cultivo de trigo tiene una altísima relación con el contenido de agua en el suelo al momento de la siembra –explica el asesor-. Por lo tanto, las condiciones que hoy están perjudicando a la cosecha de soja son muy buenas para poner un piso de rendimiento a los cultivos de trigo en esas regiones. En el oeste de Buenos Aires o el sur de Córdoba, el 70% de los años que se siembra sobre un suelo cargado de agua se pueden pronosticar rendimientos aceptables”.
Este es uno de los tantos temas que serán abordados en el congreso A Todo Trigo, que ya calienta motores y se prepara para convertirse en un encuentro bisagra en la historia de este gran cultivo argentino.