Es normal que esa imagen idealizada vaya desdibujándose lentamente. Ocurre con todos los gobiernos desde que asumen. Y el de Mauricio Macri no será la excepción. Es imprescindible aclarar que el final de una luna de miel dista de constituir el epílogo de una relación o de un gobierno, pero sí da lugar a una nueva etapa en que la ciudadanía se torna más exigente y la oposición puede pasar del apoyo crítico a una crítica despiadada.

Los efectos de los últimos tarifazos, sumados al crecimiento de los despidos en algunas actividades económicas, al aumento de la inflación y a la tan esperada lluvia de inversiones que se demora, amenazaron la continuidad de la luna de miel de la que disfruta el Presidente con la sociedad. Sin embargo, de acuerdo con distintos analistas de opinión pública, Macri sigue teniendo un elevado nivel de respaldo de la ciudadanía, incluso frente a medidas que pueden sonar antipáticas, como la expulsión de algunos agentes del Estado. La clave radica en que la ciudadanía mayoritariamente ubica las causas de los problemas presentes en el pasado, esto es, en la gestión de Cristina Kirchner.

Nadie puede pronosticar hasta cuándo seguirá registrándose este fenómeno. Pero lo cierto es que el actual desfile de ex funcionarios K y de sus amigos empresarios por los tribunales o por el penal de Ezeiza ayuda a la gente a reconocer a los victimarios y fortalece, indirectamente, la legitimidad de gestión del gobierno macrista.

Cuando era vicepresidente de la Nación, en el año 2000, a "Chacho" Álvarez, en medio de sus diferencias con el presidente Fernando de la Rúa, se le atribuyó la frase "Si no podemos darle pan al pueblo, debemos darle presos", en referencia al ex titular del PAMI Víctor Alderete, condenado más tarde por fraude contra el Estado. Sería un error garrafal de Macri seguir ese adagio.

El gobierno nacional tardó en advertir que ni las imágenes de Ricardo Jaime esposado o de Lázaro Báez capturado podían habilitarlo a pasar por alto la necesidad de que Macri brindara una clara y pública explicación sobre las derivaciones de los Panamá Papers y las sociedades offshore de su padre.

Finalmente, el Presidente anunció ayer que presentará ante la justicia civil una declaración de certeza para que se compruebe que no hubo omisiones maliciosas en sus declaraciones patrimoniales, al tiempo que estará a disposición de cualquier juez. Su reacción estuvo a tono con lo que se espera de alguien que, hasta el último día de su mandato, será prisionero de la bandera de transparencia republicana que él mismo desplegó en la campaña electoral, y que será esclavo no sólo de sus promesas, sino de una vasta porción del electorado que, hastiado de las obscenidades de la era kirchnerista, lo eligió porque parecía encarnar algo diferente. Macri no podrá olvidar que no sólo tiene que ser distinto, sino parecerlo.