Ayer regresó La Cornisa TV. Fue el programa inaugural de su temporada número 18. Comienzo el texto con esa mención excepcional por la sorpresa que me produjo el hecho de que algunos de mis colegas, al entrevistarme por el estreno, insistieran con la pregunta sobre qué postura profesional tomaría el programa ante la llegada del nuevo gobierno. No dudo de su honestidad profesional. Lo que me resulta curioso es que, antes de hacerme esa pregunta, que, por supuesto, considero necesaria, algunos no se hayan tomado el mínimo trabajo de revisar los antecedentes profesionales del entrevistado. Y no porque me considere muy importante, sino porque es unos de los mecanismos básicos para saber, por ejemplo, cómo podremos funcionar los periodistas que entendemos al oficio de una solo manera: con pasión y espíritu crítico.
En este tipo de asuntos, Jorge Lanata tiene razón. El fundador de Página/12 se queja por la fatiga que le produce tener que explicar, cada tanto, de dónde viene, qué fue lo que hizo y cuál era su mirada como periodista, desde 1984 para acá.
Lanata también se pregunta porqué muchos colegas, antes de levantar el dedo, o correrlo por izquierda, no revisan su propio comportamiento profesional, un poco más reciente y un poco más escandaloso. Para dejarlo todavía más claro: creo que hacen muy bien los hombres de prensa que intentan corrernos por izquierda en custodiar nuestra actitud investigativa y nuestra vocación de criticar. Sin embargo también hay que decir que muchos de los mismos que aparecen hoy tan preocupados hicieron la vista gorda ante los escándalos de corrupción y los millones de pesos que se llevaron decenas de altos funcionarios kirchneristas, mientras hablaban del proyecto nacional y popular y alentaban a los pibes para la liberación. Está muy bien que se preocupen por las medidas de política económica que, en su conjunto, y sin una debida explicación estratégica, parecen concebidas para favorecer a los ricos, en medio de un contexto de alta inflación.
Es incuestionable que censuren los despidos y decretos de necesidad y urgencia como los que usó este gobierno para designar a dos jueces de la Corte. Pero deberían ser más honestos y preguntarse por qué no abrieron la boca cuando el exministro Axel Kicillof perpetró una devaluación que hizo subir todavía más que ahora el costo de vida. Y deberían también interrogarse y golpearse el pecho por no haber levantado ni un poquito la voz cuando el mismo exministro reconoció que no medían la pobreza. Porque negar la pobreza, muchachos, no es muy progresista ni de izquierda que digamos.
Y deberían, además, haber puesto el micrófono o preguntar con la libreta de apuntes en la mano por la denuncia contra el exvicepresidente Amado Boudou y las múltiples causas por enriquecimiento ilícito que se les abrieron a Néstor Kirchner y Cristina Fernández o el presunto lavado de dinero que le endilgan a la exjefa de Estado en el expediente Hotesur.
Es decir, ¿nos corren por izquierda porque están velando por las mejores armas del oficio periodístico o están siendo funcionales al delirante plan de los cráneos del Frente para la Victoria, que apuestan a que el presidente Mauricio Macri se transforme en De la Rúa para que la sociedad vaya en busca de Cristina y Máximo y los erija como salvadores de la patria? Cuando desempolvan el manual de la micromilitancia de prensa y comparan el uso del helicóptero presidencial del ministro de Transporte Guillermo Dietrich con un acto mafioso ¿se olvidan o ignoran que, hasta hace cinco minutos, Néstor y Cristina se hacían llevar los diarios de Buenos Aires a Río Gallegos con el Tango 01? Quiero decir: ¿agitan los asuntos o pretenden que nosotros, los periodistas críticos, los agitemos, porque creen en la ejemplaridad pública, o lo que desean, de verdad, es desgastar a un gobierno que recién empieza? No me quiero arrogar la representación de nadie, pero estoy seguro que a los periodistas que venimos trabajando en esto desde la restauración democrática no necesitamos que nos corran por izquierda para hacer lo que tenemos que hacer. Preguntamos y nos preocupamos por la influencia del presidente de Boca, Daniel Angellici, sobre los fiscales y los jueces federales.
Preguntamos y nos preocupamos por el uso del helicóptero de Dietrich y de medidas como el quite de las retenciones a las grandes mineras. Preguntamos y nos preocupamos por las licitaciones que acaba de ganar Nicolás Caputo, amigo del Presidente, en la Ciudad, de las que termina de dar cuenta Perfil. De hecho, en la anteúltima entrevista que le hice a Macri, le mencioné que los presidentes en ejercicio deberían poner su fortuna en un fideicomiso ciego, para no levantar suspicacias sobre el eventual crecimiento de la actividad económica privada que desarrollan al mismo tiempo que sirven al Estado. Ayer se lo volví a recordar y recibí la respuesta correspondiente.
A todos estos colegas bienintencionados y también a los que hace rato abandonaron a la profesión para transformarse en vigilantes, comisarios políticos, topos de redacciones y pasillos de canales de radio y televisión, les digo, respetuosamente, que dejen de preocuparse. Que a menos de 100 días de gobierno preguntamos al Jefe de Estado todas, o la mayoría de las cosas que creíamos, honestamente, que le teníamos que preguntar. Que de paso revisen sus apuntes y confirmen cuánto duró la luna de miel de Néstor Kirchner con los medios y porque no levantaron la voz ni agitaron su profesionalismo frente a semejante silencio acrítico. También al entonces presidente Kirchner, en su momento, lo entrevistamos en dos oportunidades para La Cornisa TV. La primera fue algo tensa pero amable. La segunda terminó de manera abrupta, después de que le preguntara si no iba a blanquear los fondos reservados de la SIDE. Fue el último reportaje público que nos concedió. El se sentía mucho más cómodo en un mundo sin periodistas. O con periodistas militantes, que no es lo mismo pero es igual.