Si las lluvias sostienen este ritmo, pueden dificultar la logística de la cosecha de los primeros lotes de esta campaña, ya que cada vez es más complicado acceder a los campos a través de los caminos rurales, que son de tierra y están embarrados, encharcados y en algunos zonas directamente son “intransitables”.
“La falta de mantenimiento es una realidad que se evidencia en cada campaña lluviosa. El tránsito se ve interrumpido en momentos claves de control de plagas. El temor entre los productores se acrecienta ante los escasos días que quedan para comenzar la cosecha del maíz temprano”, advierte un informe que acaba de publicar la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
La falta de una red de caminos rurales confiable es un talón de Aquiles
histórico de la agroindustria argentina y es un problema en el que casi no se ha
avanzado en los últimas décadas, a pesar de que la cosecha de granos se triplicó
en el país.
La paradoja es que las mismas lluvias que destrozaron los caminos durante estas tres semanas les vinieron muy bien a los cultivos; por ejemplo, a los ciclos intermedios y largos de la soja de primera. En cambio, las variedades más cortas sufrieron un recorte en sus rendimientos por el estrés térmico.
“Se vislumbra una buena campaña de soja en torno a los 37 quintales por hectárea. Por fortuna, no aumentaron las pérdidas por excesos en los lotes porque el agua se acumuló en zonas previamente anegadas”, destaca el relevamiento de los técnicos de la Bolsa rosarina.
En el caso del maíz de primera, cuya cosecha comenzará en los próximos días, las proyecciones de rendimiento oscilan entre los 70 y los 115 quintales por hectárea.