Desde la oficina del secretario de Finanzas, Luis Caputo, desmintieron la revelación, con el argumento de que los comunicados sobre la negociación son emitidos por Daniel Pollack, el mediador designado por el juez Thomas Griesa.
Pero Pollack pareció confirmar a McGill cuando le ordenó que mantuviera la
confidencialidad de las conversaciones. Mientras tanto, en Nueva York se
escuchaba la versión, muy fidedigna, de que Pollack le envió la aceptación de
Singer a Caputo anteayer por la tarde.
La noticia hace juego con el clima de la visita del presidente François Hollande, quien celebró la nueva etapa en la que ingresó la Argentina. El cambio, dijo, provocará una corriente de inversiones desde Francia. Mauricio Macri y Susana Malcorra esperan que hoy, en secreto, Hollande se comprometa a facilitar el acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea.
Más allá del ritual financiero-judicial, la aceptación de la oferta argentina
por parte de Singer es una cuestión de horas. Ayer, durante la habitual reunión
de Macri con sus ministros, el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, expuso un
balance de las transacciones. Dejó la impresión de que se cerrarán en cualquier
momento. La diferencia estaría en el instrumento de pago. Alfonso Prat-Gay y
Caputo pretenden emitir bonos, venderlos y abonar en efectivo. Los holdouts
prefieren recibir títulos, colocarlos y aprovechar la mejora en la cotización
que provocará el entendimiento mismo.
Singer es el financista con una acreencia más caudalosa. Y el que más presión política ha ejercido. Sin embargo, las condiciones para él se han vuelto adversas. En el terreno judicial, se encontró con dos desventajas. La primera fue el aval explícito de Pollack a la propuesta argentina. Para conseguirlo, fueron cruciales las primeras reuniones con Caputo. El secretario de Finanzas detalló al representante del juez la renta extraordinaria que obtendrían los holdouts, sobre todo en algunas series de bonos impagos. Caputo intentó corregir así uno de los máximos errores de Cristina Kirchner y Axel Kicillof en su gestión ante el juzgado: jamás cuestionaron, con los números en la mano, las pretensiones de los acreedores. En otras palabras, el kirchnerismo permitió que la cuenta de los holdouts se convirtiera en la cuenta del juzgado. Todo en nombre de la soberanía nacional. Qué duda cabe.
La otra jugada que debilitó a los fondos, sobre todo a NML, fue que se hiciera público el ofrecimiento de pago. Los abogados de los acreedores presionaron durante horas en el estudio de Pollack para mantener el secreto sobre la suma que pretenden y la que podrían conseguir. Con el hermetismo caía la principal fragilidad de la Argentina: la imagen de un deudor irreductible, que se niega a cumplir con sus compromisos. Por eso Prat-Gay y Caputo divulgaron los números.
El visto bueno de Pollack facilitó una modificación notable del marco político. Permitió que el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Jack Lew, felicitara a la Argentina por su proposición. Lew dialogó en varias oportunidades con Prat-Gay. Su papel en esta secuencia todavía es misterioso, por el secreto de las tratativas. Pero en Wall Street hay quienes aseguran que Lew impulsó a algunos de los fondos que aceptaron la oferta argentina desde el primer momento. El respaldo de Lew se completó cuando la Casa Blanca anunció que Barack Obama agregó a la Argentina en el viaje que, en principio, sólo iba a realizar a Cuba. Ahora se presume que Obama y su familia podrían quedarse más de dos días en el país: visitarían Bariloche, que impactó al embajador Noah Mamet a comienzos de año y fascinó a los Clinton en 1997.
Las nuevas condiciones ayudaron al Gobierno a obtener, el viernes pasado, una victoria clave: Griesa anunció que repondría la medida cautelar (stay), con lo cual la Argentina podría pagar sus compromisos con los deudores corrientes sin exponerse a un embargo de los holdouts. En otras palabras: podría salir del default. La amenaza de ese embargo había sido la gran palanca de NML y los demás fondos, ya que dejaba al país frente a la opción de cumplir o, como prefirió la señora de Kirchner, entrar en cesación de pagos.
Singer sumó un perjuicio más general: el argumento político con el cual había justificado su dureza durante los últimos años también había caído. El líder de los holdouts defendió la tesis de que su intransigencia tenía una dimensión patriótica. Ahogaba a una administración que, como la de Cristina Kirchner, se alió con enemigos de los Estados Unidos como Venezuela e Irán. Esta presentación apuntaba a que la derecha republicana impidiera desde el Congreso cualquier complacencia de Obama con los deudores. Por ejemplo, que imitara a otros gobiernos de centroizquierda, como el de Hollande, que se presentaron como amicus curiae a favor del país en los tribunales. Singer tiene una gravitación excepcional en la oposición norteamericana. Hoy es el principal mecenas de Marco Rubio.
La narrativa de Singer perdió vigencia. La Argentina de Macri es percibida como la avanzada de una transición regional del populismo autoritario al pluralismo democrático. La primera señal de ese cambio ocurrió cuando el Presidente denunció las violaciones de los derechos humanos por parte del chavismo. La pertinacia de Singer, entonces, podría ser vista, según las categorías ideológicas en la que él mismo se justifica, como el obstáculo a una evolución virtuosa.
El acuerdo financiero exige el levantamiento de las leyes que impiden mejorar el pago que se realizó en los canjes de 2005 y 2010. El kirchnerismo renovó ayer, durante un congreso del PJ, su negativa a eliminar esas prohibiciones. Esa posición se sostiene gracias al olvido de un detalle técnico: la mayoría de los holdouts, pero sobre todo Singer, han hecho su principal negocio gracias a la ley cerrojo de los Kirchner. Ellos adquirieron bonos con cláusulas según las cuales la Argentina se obligaba a no saldar ninguna otra deuda sin rescatar al mismo tiempo la documentada en ese título (pari passu). Los bonistas alegaron ante Griesa que, al pagar a los que entraban en los canjes, pero no a ellos, como exige la ley cerrojo, el país estaba cayendo en un incumplimiento deliberado. Ganaron así miles de millones de dólares. Otro dispendio kirchnerista, en nombre de la soberanía nacional.
La resistencia de los feligreses de la ex presidenta chocó ayer con las
necesidades de los gobernadores peronistas. Su vocero principal fue el senador
Miguel Pichetto, quien aconsejó facilitar el acuerdo. Tiene sentido: sin
financiamiento, también las provincias deberán apretarse el cinturón.
Necesidad estratégica
Esa lógica explica el carácter estratégico de la salida del default. Los holdouts, con Singer a la cabeza, tienen la llave del gradualismo fiscal de Macri y Prat-Gay. Sencillo: si no se accede al financiamiento externo, es imposible equilibrar las cuentas públicas sin producir un recorte dramático en el gasto, con el previsible efecto recesivo. Nueva paradoja: sólo un acuerdo con los "buitres" permite una salida heterodoxa de la crisis que dejó el kirchnerismo.
La superación del default tiene otro beneficio: modera las expectativas de inflación. Éstas se alimentan en la presunción de que, sin un gran recorte del gasto, la expansión monetaria seguirá siendo alta para solventar al Tesoro. Prat-Gay debe demostrar que reemplazará emisión por deuda. No lo ha hecho, para que no se vuelva más evidente, en plena negociación, el poder de los holdouts. De modo que el acuerdo debería mejorar la percepción de las cuentas públicas y atenuar el temor a que la oferta de dinero alimente la suba de precios.
Aun así, en el debate acerca de la inflación parece existir un malentendido. Se lo advirtió Prat-Gay al responsable de economía del Departamento de Estado, Charles Rivkin, que lo visitó a mediados de mes. Rivkin introdujo ese problema con la ilusión de romper el hielo. El ministro le contestó con una de sus clásicas ironías: "Supongo que mencionás el tema para felicitarme. Si con una devaluación de más del 40% y una suba de tarifas importante estamos en 4% mensual, quiere decir que hemos logrado el pass through (traslado a precios del ajuste cambiario) más exitoso de la historia".
Muchos profesionales coinciden con esa explicación. Calculan que, sin considerar el ajuste en las tarifas, la inflación de febrero será de 2%. Y que en marzo la suba total podría estar en 2,5%. En ese contexto, sostienen, Federico Sturzenegger podría anunciar que, en abril de 2017, la tasa inflacionaria será de 18%. Bajaría del 20% por primera vez desde 2009.
Macri espera ingresar al año electoral con ese panorama. Cree que así mejoraría su posición en el Congreso. Y podría encarar, en la segunda parte del mandato, sus principales reformas.