Las políticas cambiarias y fiscales para incentivar la demanda y no enfriar la economía, son responsable de la actual inflación que se resiste a bajar. La fiesta de un consumo ficticio que no estamos en condiciones de mantener, acompañada por servicios totalmente alejados de la realidad económica en las grandes ciudades se terminó. Ahora hay que pagarla y llegan las facturas a los 40 millones de habitantes.
La gran mayoría de los argentinos tienen que asumir que a este coctel de medidas económicas, la segura respuesta era la caída de producción y el aumento del precio de la carne al mostrador, por falta de oferta suficiente para abastecerla. Esto ocurrió con muchos otros alimentos, motivo por el cual se explica la persistencia de la demanda de la carne vacuna –que a pesar de la suba de precios-terminan siendo la mejor opción y más barata para la mayoría de la mesa de los argentinos.
Los ciclos biológicos no lo cambian los hombres. Si queremos tener una política de estado de carnes moderna, la carne seguirá subiendo por dos o tres años por lo menos- si se hacen bien los deberes- hasta estabilizar la oferta por la demanda de una política exportadoras de los mejores cortes. En el actual escenario cualquier intervención del gobierno para frenar la suba del precio agravara el problema y volveremos a las conocidas políticas de intervención en el mercado doméstico.
Por lo tanto, el actual debate sobre el precio de la carne, debería ser un llamado a la reflexión a todos los actores, para cambiar definitivamente las políticas de producción de carnes y los hábitos de consumo, si no queremos volver a repetir este grave escenario para los consumidor. Se impone generar un nuevo marco institucional, que de previsibilidad a quienes tienen que invertir a largo plazo, para aumentar la producción y la exportación a todos los mercados del mundo y de esa forma poder atender mejor el consumo interno de proteínas animal
El principal marco institucional es la prohibición al estado de intervenir en el negocio empresario arbitrariamente. Conjuntamente hay que establecer un único estándar sanitario, un sistema de comercialización por cortes y una trazabilidad para la carne que responda al estándar internacional. La llave principal para dicha política de carnes es terminar con la competencia desleal, bancarizando todas las operaciones para lo cual es fundamental eliminar el impuesto al cheque, para mejorar la competividad de la cadena pecuaria.
Una política de carnes moderna necesita estar incluida en un plan nacional de crecimiento y desarrollo, con una visión estratégica para todas las regiones y ciudadanos del país. Debería ser obligación del estado atender a los pequeños productores y agricultura familiar por la acción geopolítica que cumple, pero sin castigar a los emprendedores para poder desarrollar una gestión eficiente de producción, y atendiendo las necesidades alimentarias de los habitantes, que están debajo de la línea de pobreza con un subsidio directo.
Sacarle al grande para darle al chico ya demostró el fracaso en el país y en
el mundo. Nos empobrecimos como país aplicando dichas políticas, mientras
desaparecieron igual gran cantidad de pequeños productores mientras a los
consumidores les seguíamos mintiendo, echándonos las culpas después entres los
mismo miembros de la misma cadena pecuaria. Para el desarrollo de la ganadería
en el actual escenario mundial, no precisamos ningún plan patrocinado por el
estado, necesitamos que al productor se lo forme en el manejo integral del rodeo
y cómo asociarse, para poder reciba el valor real de su producción por estar
integrado a todos los mercados del mundo.
En este sentido, es fundamental integrar las producciones de granos y de carnes, promoviendo su transformación en el lugar de origen. Dichas producciones no son antagónicas sino complementarias, porque agregan valor con mano de obra argentina al producto final para consumo y la exportación. Al promover la mayor transparencia e igualdad de condiciones para todos los actores, se genera un mayor flujo de inversiones en la cadena agropecuaria que la hace más competitiva.
Los dirigentes de la cadena cárnica no han podido o no han querido consensuar una propuesta formal, para terminar con las políticas que nos alejaron de los mercados mundiales desde hace 80 años. El IPCVA - Instituto de Promoción de Carne Vacuna Argentina - en su campaña publicitaria, reclama políticas a largo plazo pero no dicen en su campaña de promoción, cuáles deben ser dichas políticas, para que la sociedad sepa cuál es nuestro reclamo. Me pregunto ¿están a la espera que la proponga el gobierno?
Señores dirigentes, ustedes tienen la responsabilidad junto al gobierno, de promover en el poder legislativo el marco institucional que le dé previsibilidad al inversor. Hay que trabajar en las metas para que la Argentina se consolide en forma permanente como abastecedor previsible en todos los mercados de altos precios de la carne como son Méjico, EEUU, Canadá, Japón, Corea y la UE. Sin descuidar otros mercados como Rusia, China y algún otro.
Finalmente, para concretar estos cambios, se va a necesitar una campaña publicitaria-pública-privada en conjunto entre el gobierno y las entidades de productores, que se anticipe al faltante de carne en el mercado, para ayudar a cambiar los hábito de consumo en la sociedad, que le ha impedido al país ser un exportador confiable de carne vacuna a todos los mercados del mundo. No debemos seguir siendo exportadores de saldos que no consumimos. Un consumo de 40 kg de carne vacuna es suficiente para una dieta complementada con 45 Kg de pollo, 15 kg de cerdo y ovinos, para poder seguir con los estándares más altos de consumo proteína animal por habitante por año del mundo.
Conclusión: Hay que terminar también con este cepo mental, que no nos deja cambiar que primero hay que atender el mercado internos y exportar los saldo. Este país para tener una política moderna de carnes puede producir 4 millones de TT de carnes y exportar 1.3 millones de TT de lo mejor corte que cotizan alto en los mercados del mundo. Con esta producción en pocos años tendríamos para consumo interno 2.7 millones de TT que dividido por 40 millones de habitantes representes 67 Kg por persona por años. Es decir estaría consumiendo más carnes vacuna que hoy y el asado sería un corte muy barato porque a esos niveles de producción superaría la demanda.
El desafío es saber si estamos dispuestos a cambiar o queremos seguir con la actual política de carne vacuna, causante de lamentable debates por la escases de producción por falta de la política estado moderno como las que propongo para discutir y consensuar en el Congreso a partir del 1° de marzo.