En el sector agropecuario argentino, las opiniones son casi coincidentes: el productor está tocando el cielo con las manos. Con los recientes cambios en la política económica implementados por el nuevo gobierno, todo está dado para llegar a una producción de 120 millones de toneladas de granos en la campaña 2016-2017 y de 145 millones en el 2024. Eso sí, especialistas de distintas vertientes, ya aclararon que los beneficios no se verán del todo reflejados en el próximo ciclo agrícola 2015-2016 y, a nivel oficial, se calcula que la cosecha superará apenas los 100 millones de toneladas.

“Hay una importante mejora de la rentabilidad agrícola bajo el nuevo escenario económico”, indica un estudio de los economistas Juan Manuel Garzón y Francisco Bullano, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Fundación Mediterránea (IERAL). “Tres decisiones de política económica del nuevo gobierno modificaron para bien la trayectoria del negocio en el actual ciclo 2015-2106: la liberación del mercado de cambios y suba del valor del dólar; la eliminación/reducción de impuestos a las exportaciones y la sustitución de los registros de exportación (ROEs) por un esquema de declaraciones informativas”, afirma el informe.

Eso sí, se descartan mejoras en los precios de los commodities en el corto plazo (salvo si fracasa alguna cosecha). Según datos del mercado, en 2015, en Chicago las bajas fueron del 21% para el trigo, 66% para el maíz y 13% para la soja y, para Juan Manuel Garzón, de la Fundación Mediterránea, en el 2016 la soja podría bajar otro 11%.

Todos coinciden en que habrá que bajar costos y ser más eficientes. “Las condiciones para seguir creciendo están dadas y el potencial es gigantesco. Proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) avizoran que América del Sur reunirá el 51% del mercado mundial de exportación de granos gruesos y del complejo soja hacia el 2024, con un rol significativo de la Argentina”, manifiesta Guillermo Rossi, nuevo vice del Senasa. Aseguran que concretar esa participación, hoy del 45%, no será posible sin producción rentable ni competitividad exportadora.

Como sea, ahora las condiciones están dadas . “A las claras, la cadena agroindustrial es uno de los sectores más beneficiados por las nuevas medidas económicas mientras que, en términos relativos, productos como el maíz, el girasol y el trigo han ganado mucho más que la soja”, subrayan Emilce Terre y Sofía Corina, analistas de la Bolsa de Rosario. Según un informe de esta entidad, gracias a la baja o quita de retenciones y la devaluación, el tipo de cambio para el agro mejoró considerablemente: 81% para el maíz (de 7,6 a 13,75 pesos), 88% en el trigo (de 7,3 a 13,75 pesos) y 118% para el girasol (de 6,3 a 13,75). En la soja (con baja de retenciones del 5%, quedando en 30%), la mejora del dólar fue del 52%, saltando de 6,3 a 9,6 pesos. De acuerdo a la misma entidad, los precios al productor mejoraron 78% en pesos para el trigo y el maíz, 100% para el girasol y 38% para la soja.

Las ganancias extraordinarias en esta campaña por haber sembrado con un dólar de $9 y cosechar con un tipo de cambio de $14 serán simplemente eso: “extraordinarias”, afirman Terré y Corina. No se reflejarían de la misma forma en la próxima campaña, máxime viendo la tendencia general a la baja de los precios internacionales de los granos. “De allí que mantener los beneficios derivados de la producción primaria estará atado a la incorporación de tecnología, mejoras de las prácticas de producción y estrategias de negocios, el desarrollo de la infraestructura para asegurar fluidez y eficiencia a la hora de la comercialización”, sostienen.

La cosa pasará por “revertir décadas de atraso”, según cuentan diferentes eslabones de la cadena. “Venimos de un 2015 con rendimientos de cultivos de verano excepcionales en la mayoría de las zonas, que paradójicamente sirvieron sólo para salvar los gastos, y de empresas agropecuarias desfinanciadas que terminaron una campaña en la que la devaluación esperada por los productores nunca llegó. A esto se suman la falta de liquidez para encarar las inversiones de la campaña entrante; las tarjetas de crédito utilizadas al límite para la compra de insumos; la intervención de mercados desde 2007; los campos “sojizados” al máximo; incrementos constantes de costos, como el gasoil (336% en los últimos 6 años) y la caída del precio de la soja (17% menos en 2015)”, relata a iEco Hernán Fernández Martínez, analista de la firma ZENI.

Ahora la situación del negocio ha cambiado considerablemente y en sentido positivo. “En la actualidad, el sector vive una situación mucho mejor que en el resto del mundo, motivo por el cual la sugerencia hacia el productor es no paralizarse y recordar que esperamos este nuevo contexto durante al menos 8 años, sin intervención y sin derechos de exportación, motivo por el cual comenzar a tomar coberturas de precio por, al menos, los costos de producción resulta altamente recomendable”, aconseja Fernández Martínez.

En tanto, para Ramiro Costa, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en 2015 la situación global de los mercados granarios “se caracterizó por un descenso de los precios del 15-20% respecto al año previo, lo que representa la cuarta disminución anual consecutiva. En lo que respecta a la comercialización interna de granos, el marco regulatorio constituyó un factor limitante debido a la incertidumbre y distorsiones de precios que generaron tanto los derechos de exportación como los cupos de exportación”. Si bien la producción argentina registró un nuevo récord (108 millones de toneladas), “esto fue resultado de la buena situación climática que generó rindes superiores, para los cultivos de verano, al promedio de los últimos 5 años”, sostiene Costa. En contraposición, subraya, los resultados económicos no fueron favorables, arrojando márgenes negativos para todos los cultivos, aun en las zonas núcleo.

“Además, se dio un retroceso del nivel de tecnología agrícola aplicada al agro, desmejoraron los esquemas de rotación esenciales para la sustentabilidad ecológica del suelo, al tiempo que cayó por tercer año consecutivo la superficie total sembrada. El país perdió competitividad y participación en los mercados internacionales y no formó parte de ninguno de los tratados para reforzar los lazos comerciales entre las economías. Esto implica la potencial pérdida de mercados por preferencias arancelarias (de aquellos países que si participan en los mismos), y mayores costos ya que los productos argentinos enfrentaron barreras más altas de acceso a sus mercados”, dice a iEco.

Para Costa, las nuevas medidas tuvieron su reflejo en las cotizaciones de los granos mejorando la rentabilidad del sector y destaca los anuncios del nuevo gobierno respecto a planes de inversión en infraestructura, que de concretarse, “generarán ganancias de eficiencia en toda la cadena agroindustrial”.

Para la próxima campaña agrícola se espera que las nuevas medidas actúen incentivando aquellas producciones que se encontraban más perjudicadas, como los cereales y el girasol, por ejemplo. “Se espera que estimulen inversiones e incrementos en las productividades, generando mayor actividad económica en todos los sectores vinculados a la cadena de valor agrícola de las distintas regiones productivas”, cuenta a iEco Costa.

Respecto a la ganadería, el titular del Rosgan, Raúl Milano, sugiere que a los ganaderos no los “debe ganar la impaciencia” porque “la producción ganadera no es como la agricultura, de ciclos cortos; sus ciclos llevan muchos años”.

Un dato que se conoció es que l as nuevas medidas frenaron la liquidación de hembras, según un informe del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). En tanto, mientras el ganado en pie cayó 17% desde su pico de diciembre, pero el precio en góndola subió entre 14 y 16%, y se amesetó, en el sector lo adjudican al aumento de otros costos y miran de costado a las versiones que indican que el Gobierno implementaría la importación de carne para lograr bajar los precios del mercado interno.

En cuanto al mercado de la maquinaria agrícola y agropartes, tras un 2015 deprimido, los economistas Marcelo Capello, Marcos Cohen Arazi y Lara Cerbán, del IERAL, señalan que después de una “coyuntura complicada”, se espera una fuerte mejora en expectativas para 2016. “Las ventas totales para el 2015 (nacionales e importadas) resultaron 10% inferiores a las del 2014, que también había sido un año de contracción (habían caído 32% respecto de 2013)” y, en buena parte del año, hubo “un nivel de ocupación mínimo histórico, en torno al 56% de utilización de la capacidad instalada”, sostienen.

La avicultura es otro sector agroindustrial que mueve el amperímetro de la economía argentina. Con un 2015 que acaparó más la atención por el cierre de empresas líderes (el más resonado fue el de Cresta Roja) que por la exportación de 190.000 toneladas de productos aviares a distintos destinos, todo indica que se viene un 2016 aún más complicado.

En este sentido, la Cámara de Productores Avícolas de la Argentina (Capia), que agrupa a empresas productoras de huevo, alerta que la actividad enfrentará una crisis en el primer semestre del año en medio de los cambios macroeconómicos, la subida de costos y la caída del consumo (cayó 8% en diciembre pasado), y precisa que “10.000 puestos de trabajo directos estarán en riesgo”. La entidad advierte que “con la reciente quita de retenciones al maíz, la baja de ese impuesto a la soja –insumos esenciales para la alimentación de las aves– y el alza del dólar, los costos para la producción avícola, en particular del huevo, se incrementaron en un 40%, sin capacidad de trasladar al mercado el aumento”, debido al enfriamiento de la demanda, tanto interna como externa.