Desde que arrancó oficialmente en mayo de 2015, el fenómeno de El Niño carga con ímpetu corrosivo en determinados contornos del planeta. La consecuencia son súbitos tornados en EE.UU., incendios en Brasil, el derretimiento de los hielos de Groenlandia, sequías en la India e inundaciones en la Mesopotamia Argentina.
Tal es la intensidad que conserva en las primeras semanas de 2016, que está en la primera posición del registro histórico. Superando al del período 97/98, que causó inundaciones y sequías a escala global. Un informe publicado por la NASA alerta que el fenómeno no para de crecer y que está sembrando el “caos” alrededor del mundo.
“Este es un Niño fuerte, similar al del año 97, pero con el agravante de un cambio climático acelerado. Y si bien en las últimas semanas se observó un debilitamiento, se espera un repunte para los meses de febrero y marzo. De forma inusual, el rigor se va a mantener hasta los primeros meses de otoño, lo que implica que las precipitaciones van a continuar y es posible que aumente el caudal de lluvia en la provincia de Buenos Aires”, señala Ignacio López Amorín, meteorólogo del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
La sensación de que algo no está bien en la atmósfera se manifiesta a través de fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más intensos. Mientras en Paraguay más de 160 mil personas fueron evacuadas por las inundaciones, 3,5 millones habitantes de Honduras, Guatemala y El Salvador, son afectados por una de las sequías más severas en la historia de la región.
La imagen más reciente del satélite Jason-2, de la agencia espacial estadounidense, exhiben un parecido sorprendente a la del 28 de diciembre de 1997, captado por su antecesor Topex/Poseidon, durante el último gran evento de El Niño. Ambos reflejan el patrón clásico de este fenómeno completamente desarrollado.
Pero esta irregularidad climática no opera por azar y aparece localizada en zonas específicas del planeta y con unos patrones bien definidos. Por ejemplo, en los Estados Unidos se invierten las temperaturas, en el noroeste de Brasil escasean las precipitaciones, produce sequías en el sur de la India y el norte de Australia. Mientras que en nuestro país se refleja en las inundaciones mesopotámicas.
El problema es que el calentamiento de la capa superior del Pacífico tropical está bombeando a la atmósfera grandes cantidades de calor y humedad que han alterado las corrientes en chorro que circulan en la parte superior de la troposfera, que determinan la trayectoria de los grandes sistemas de bajas presiones, asegura la NASA.
El proceso de desajuste planetario se inicia en el océano Pacifico. “Al subir la temperatura del océano, el agua se calienta, lo que produce una mayor evaporación que se distribuye en algunas regiones del planeta y esto ocasiona lluvias de gran intensidad que derivan en inundaciones. Mientras que en otras zonas, se acentúan los períodos con falta de precipitaciones”, explica Amorín.
Así, la sequía que padece la franja norte de Brasil se agravó por el fenómeno de El Niño, donde se registraron unos 235 mil incendios forestales en 2015, un 27,5% más que en 2014, según datos oficiales. En el Instituto Nacional de Estudios Espaciales (INPE) le atribuyen a este trastorno climático la sequía que vive la Amazonia, la mayor en varios años, como las precipitaciones extremas en el sur del país.
En los Estados Unidos, el mayor impacto se espera a fines de enero. Los meteorólogos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica predicen un cambio inducido por El Niño en los patrones de tiempo que marcará el comienzo de varios meses relativamente fríos y húmedos en todo el sur del país, donde reina el calor y condiciones cálidas y secas sobre el norte, donde nieva sin parar.