Si bien se trató de la devaluación más anunciada de la historia económica argentina, el flamante presidente pudo demostrar que es capaz de tomar el toro por las astas. Sólo pasó la primera de muchas pruebas: ahora no sólo deberá dar muestras de que está en condiciones de domar a ese animal salvaje en que habitualmente se convierte el mercado cambiario, sino que deberá evitar que la depreciación oficial del peso se traslade a los precios de forma galopante. De lo contrario, antes de que termine el verano, enfrentará una feroz pugna salarial.

Hay otro desafío que enfrentará el equipo de Macri: el de la coordinación gubernamental, frente a la existencia de una veintena de ministros cuyas funciones pueden tender a superponerse.

La existencia o no de un superministro de Economía ha sido una cuestión debatida en los últimos años. Cuando Néstor Kirchner fue ungido candidato presidencial, a comienzos de 2003, a través de Alberto Fernández buscó persuadir a Roberto Lavagna de que fuera su compañero de fórmula. Lavagna no aceptó ese convite, pero sí seguir al frente del Palacio de Hacienda, con una condición: la unificación del Ministerio de Economía, por entonces dividido tras la creación del Ministerio de Producción. Kirchner aceptó los argumentos de Lavagna ("no puede ser que yo junte la plata, los demás me la gasten y yo termino siendo el malo de la película", esgrimía). La relación entre Kirchner y Lavagna funcionó bastante bien hasta que el entonces primer mandatario le empezó a hacer sentir a su colaborador que el verdadero ministro de Economía debía ser el propio presidente, al tiempo que Lavagna comenzó a verse como potencial sucesor de Kirchner en la Casa Rosada y, en 2005, se produjo su salida del gobierno. Desde entonces, la economía perdió progresivamente el rumbo, entre jefes de Estado como Néstor o Cristina Kirchner que pretendían controlar todas las variables económicas y la división del área económica en distintas parcelas ministeriales.

El éxito del gobierno macrista en materia económica dependerá de muchos factores. Uno de ellos será que los distintos funcionarios que tienen responsabilidad en el área -Alfonso Prat-Gay (Hacienda y Finanzas), Francisco Cabrera (Producción), Juan José Aranguren (Energía), Ricardo Buryaile (Agricultura), Jorge Triaca (Trabajo) y Federico Sturzenegger (Banco Central), entre otros- tengan la coordinación de un mecanismo de relojería.

Tras el primer día sin cepo cambiario, podría decirse que el equipo económico pasó la primera prueba. Algo que no hubiera sido posible sin una serie de medidas, tomadas con inusitada velocidad y precisión, para preparar el terreno. La primera acción fue la eliminación o baja de las retenciones a las exportaciones agropecuarias e industriales, con el propósito de lograr un abastecimiento importante de dólares en los próximos días. La segunda fue la suba de las tasas de interés en la reciente licitación de letras del Banco Central (Lebacs), con el fin de incentivar a invertir en pesos y desprenderse de dólares. La tercera fue la negociación por la complicada situación que para el Banco Central encerraban las irresponsables operaciones con dólares a futuro que llevó a cabo la gestión kirchnerista. Y la cuarta fue la gestión para el ingreso de divisas mediante préstamos de bancos extranjeros.

La coordinación que mostró el ala económica del Gobierno no se vio aún en el área política, donde el polémico decreto de designación de dos miembros de la Corte le hizo pagar al Presidente un costo demasiado grande que ya lo está moviendo a rever su instrumentación. Quizás el apuro de algunos para que Macri exhiba fortaleza debería hacerlos repensar si es más trascendente el poder que da la fuerza o la autoridad que da el respeto por los principios republicanos.