Los precios de la carne vacuna se incrementaron entre 20 y 30% en el último
mes y los especialistas descuentan que esto provocará una retracción de las
ventas hacia el mercado doméstico. En promedio, cada argentino cerrará 2015 con
un consumo de 62 kilos, pero este nivel podría caer a 55 kilos o más en 2016,
debido al nuevo escenario que se abre para la ganadería. El ajuste del consumo,
así, sería de por lo menos un 10%. Ni tras la crisis de 2001 se comió en el país
tan poca carne.
Uno de los que abonó la hipótesis sobre esta fuerte caída del consumo
doméstico fue Ignacio Iriarte, uno de los analistas más reputados del sector. Al
trazar un escenario, evaluó que la esperada devaluación, y la promesa de
Mauricio Macri de eliminar retenciones del 15% y quitar el freno que todos estos
años trabaron las exportaciones de carne, tentará a los productores a retener su
hacienda, para engordar más sus animales. La faena, así, se reduciría de 3 a 4%.
Y como los embarques podrían crecer de 30 a 40%, la variable de ajuste pasará
por el consumo doméstico.
Este ajuste será, según los expertos, un paso necesario para recuperar la
“normalidad” ganadera tras años de intervencionismo. El país históricamente
exportó un 20% de su producción, pero ahora solo 7 de cada 100 kilos van al
extranjero. El proceso, de todos modos, promete ser doloroso para el bolsillo
del consumidor, al menos hasta que la Argentina pueda recuperar los 10 millones
de bovinos -20% de su stock- que se perdieron desde 2006 en adelante.
Otro especialista, Marcelo Rossi, coincide en que la suba de los precios de
la carne hará caer el consumo a niveles históricamente bajos, aunque evalúa que
la mayor oferta de pollo y cerdo podrá compensar la menor disponibilidad de
carne vacuna. Como sea, si el consumo retrocede hasta 55 kilos anuales per
cápita, sería el peor registro en los últimos 25 años. En 2002, luego de la gran
devaluación, también hubo una gran caída, pero cada argentino comía 58 kilos
anuales.
Este anunciado proceso de ajuste se precipitó en los últimos días, en
especial luego del triunfo de Macri en el balotaje. En el Mercado de Liniers, el
precio promedio del kilo vivo de ganado acumuló una suba de 24% desde noviembre,
que la semana pasada se trasladó sin anestesia al mostrador de las carnicerías y
los supermercados. El titular de la Cámara de la Industria de Carne (CICCRA),
Miguel Schiariti, admitió ayer que la carne aumentó “muchísimo”, pues trepó de
20 a 30%. Y estimó que para la Navidad el kilo de asado va a estar entre “100 a
130 pesos, dependiendo del lugar en el que se compre”.
Esta virulencia en los aumentos tiene, además de razones estructurales, un
alto componente político. “Estamos en el peor de los mundos: un gobierno que se
va, que no controla, y un gobierno que va a llegar, pero que no puede hacerlo
porque no asumió. Entonces, en este período de ventana pasan este tipo de
cosas”, evaluaba ayer el presidente de la Unión de Consumidores de Argentina
(UCA), Fernando Blanco Muiño.
En este difícil tránsito, el ala más dura del kirchnerismo responsabilizaba
ayer a Macri por la suba de la carne y el pan. Una curiosa excepción fue la del
matarife sciolista Alberto Samid, que señaló: “Los precios los aumentaron los
supermercados, no hay que culpar a un Gobierno que no asumió”.
Por cierto, la falta de una estrategia conjunta para contener los precios daba pie a todo tipo de versiones. Una de ellas daba por cierto que el oficialismo saliente había acordado con los operadores más poderosos del negocio de la carne en el Conurbano esta suba de los precios. Y que la idea era desestabilizar al macrismo llevando el precio del asado a “200 pesos” cerca de fin de año.